Llegué a casa, pensando en aquella mirada de Alex. ¿Me importaba lo que quería decirme? Sí, por mucho que me molestara admitirlo, sí me importaba. Pero bueno, él está con Ángela, ¿no? No debería importarle nada de lo que haga yo a partir de ahora.
Mi teléfono sonó y en la pantalla del móvil apareció el número de Alex. Se paró la llamada, no sabía si contestar o simplemente ignorar todo lo que tuviera que ver con él, cosa realmente difícil para mi. El teléfono volvió a sonar.
- ¿Sí? - Contesté.
- Marta, quedamos en el parque Hanwey en.. ¿en veinte minutos? Quiero hablar contigo. - Seguramente estaría en su moto, porque el sonido del viento no me dejó escucharlo con claridad.
- ¿Qu.. Qué te hace pensar que te haré caso? ¿Tan idiota eres como para llamarme después de todo lo que hiciste? ¿Tanto? No, no quiero verte más allá del instituto, no quiero que me hables, ni que me mires, ni vuelvas a marcar mi número. Te odio, odio lo que hiciste, odio lo que me provocaste y odio la mentira en la que me involucraste. Adiós Alex. -Dije fríamente y corté la llamada. Estaba dolida, mal por ver cómo Ángela era la que le besaba y no yo. Era rabia y celos, ganas de decir "eres mío". Pero lo que me hizo.. Me dolió y mucho, pensé en las palabras que le dije y sin quererlo lágrimas resbalan por mi mejilla fácilmente. Quizás.. Quizás me pasé.
No, no, no, lo hice bien. Oh dios, no sé.
Me fui a mi habitación y cerré la puerta a conciencia, puse a todo volumen la canción Skinny Love y me dormí con mi propio llanto, a la mañana me desperté dos horas antes, con lo cual, llegué demasiado temprano al instituto. O muy tarde o muy temprano, no hay quién me entienda.
- ¡Hey, Marta! - La voz de Javier me hizo salir de mi burbuja de pensamientos.
Javier era alto, musculoso, se notaba sus horas de entrenamiento diario en cada silueta que marcaba su camiseta blanca, su pelo siempre estaba alborotado y sus ojos eran marrones intensos, piel clara y barba de tres días. Si no fuese porque siempre lo vi como Javier "el gracioso de la clase" seguramente le hubiera visto con otros ojos. No era como Alex, Alex era muy diferente. El armario de Alex se basaba en pantalones vaqueros oscuros, pantalones negros, Convers negra y camisetas no muy ajustadas de ese mismo color. Y esa chaqueta de cuero, que.. Que era tan de él. Su pelo era perfectamente imperfecto y su sonrisa siempre tenía una picardía tras ella, sus ojos azules oscuros mostraban seguridad, deseo, protección. Y su musculatura era digna de un modelo de boxers. Pero jamás le vi ir al gimanasio, solo alguna que otra vez hacía boxeo.
- Hey Drew, despierta. ¿En qué piensas? - Dijo Javier.
- En.. Nada. - Mi sonrisa delataba mi tristeza.
- ¿Qué haces aquí tan temprano? Es raro en ti, ¿te quedaste a dormir en la puerta para llegar la primera o qué? - Rió.
- Sí, seguro, nadie en su sano juicio se quedaría más tiempo del que debe por aquí. - Reí al mismo tono.
- Espero que recuerdes que el viernes tú y yo tenemos una cita en el Schuch, dicen que toca una banda muy buena una tal Grock o Growk o algo así.. No recuerdo, pero dicen que es muy buena. - Se puso las manos tras la cabeza apoyándose en ellas.
- ¿Grock Station? Es genial, es muy buena. Sí, claro que lo recuerdo. - Dije.
Ambos miramos hacia la derecha y Alex bajó de su moto negra, quitándose el casco y yendo hacia mi con paso firme.
Me miró y me hizo sentir pequeña, por un momento se me olvidó todo, incluso mi nombre.
- ¿Con que me odias.. no? - Su voz era casi inaudible y sus ojos estaban llenos de dolor. - ¿Podemos hablar -miró a Javier con una mirada implacable y siguió diciendo - a solas?
- Si pasa algo háblame Drew, ya sabes. - Dijo Javier con sus manos en los bolsillos alejándose sin dar confianza a Alex.
- No pasa nada. - Dije. Mientras Alex solo me miraba a mi sin ni siquiera echarle cuenta a Javier.
- Todo lo que me dijiste ayer, ¿lo dijiste en serio? - Su voz ronca mostraba impotencia y sus ojos dolor. Dolor que me hacía sentir a mi, por verle así.
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Eres mi futuro perfecto.
Ficção AdolescenteMarta Drew es una chica que podríamos definir como "normal"con una conciencia juguetona y perspicaz, ella jamás ha destacado en nada, ni ha conocido el amor como tal más allá de las anécdotas que le contaba su mejor amiga Celia Rossel, con la cual s...