Capítulo 29:

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Celia conducía todo lo rápido que podía, raro fue no ver ningún coche de la policía detrás de nosotros, el cielo amenazaba con tormenta, relámpagos y truenos resonaban desde dentro del coche y mi mente solo podía pensar en Alex. ¿Tuve que sentir que le perdía para darme cuenta de que le quería por encima de todo? Quizás es verdad aquella frase, «no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes». No me iba a permitir perderle, no ahora que sé todo lo que le quiero, no ahora que sé que puedo perderle, no ahora.

- Vamos Marta, ve y búscale, yo intentaré aparcar por algún sitio permitido. -Dijo Celia parando justo en frente de el aeropuerto.

Hacia frío, mucho frío, y yo simplemente iba con un vestido y unas Convers grises, todo lo blanco que tenía se mancharon con los charcos del suelo. Corrí, corrí todo lo que pude mirando los vuelos próximos, los distintos sitios por donde podría salir, intentando distinguirle entre tantas personas. Los vuelos eran a partir de las dos de la madrugada y según mi reloj eran las doce menos diez. Divisé entre los paneles más vuelos hasta que vi uno que salió hace cinco minutos.

New York - 23:45 parpadeaba aquel nombre de color verde marcando que ya había salido. Me senté en un asiento vacío y comencé a llorar, no podía creerlo, le perdí. Se fue, ¿cómo pudo pasar todo esto? ¿Cómo pude dejar ir a la única persona que amé más que a mi vida? Alguien se sentó a mi lado y me abrazó, levanté la mirada y era Celia empapada de agua.

- Tranquila Marta, ¿quieres que vayamos a tu casa? - Dijo ella en un tono consolador poco efectivo.

- Le perdí Celia, fui una idiota y se rindió de esperarme. Le quiero y no pude decirle eso. Unas simples palabras que no me cuestan decirlas cuando le miro. - Apreté mis piernas contra mi pecho y me sumergí entre ellas.

Diez minutos después y mil lágrimas más tarde, me levanté y mis piernas temblaban del frío. Celia me dio la mano y me llevó hasta el coche, estaba diluviando, pero no me importaba, ya no sentía el frío, y mi piel se volvió pálida. Me quedé fuera varios segundos, cerrando los ojos y escuchando el ensordecedor trueno a varios kilómetros de aquí, relámpagos adueñaban el cielo.

“Tormenta”. Dijo mi conciencia intentando tranquilizar mis pensamientos.

Le perdí, no puedo seguir, no ahora, no sin él, no así.

Celia aparcó en frente de mi casa y me dio un abrazo.

- ¿Quieres que me quede a dormir contigo? -Dijo ella con una sonrisa dulce.

-No me apetece estar con nadie ahora mismo Celia. - Dije mirando al horizonte sin creer todo lo que había pasado.

-Estaré aquí a primera hora de la mañana, ¿de acuerdo nena? Traeré mucho helado y muchas películas para ver, te quiero mucho. - Dijo mientras me dio la mano.

La miré y respondí :

- Y yo a ti, Celia. Le diré a mi padre que te tuviste que llevar el coche porque no dejaba de diluviar, no te preocupes por mi. -Dije de camino a mi puerta.

La abrí y no había nadie, miré el reloj y eran las doce y diez. Busqué el móvil y un mensaje apareció, mi estómago dio un leve vuelvo al pensar que quizás era Alex, pero no. Sentí decepción al ver que era un mensaje de mi madre.

“Marta cariño, nos hemos quedado a dormir en un hotel cerca de donde jugaba hoy tu hermano. Está demasiado lejos de casa como para ir en coche con tal tormenta. Estaremos temprano allí, te quiero”.

Genial, al menos podré estar tranquila.

- Qué idiota fuiste Marta. - Me dije.

Eres mi futuro perfecto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora