Capítulo 11. [Editado]

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 —¡¿Qué estas haciendo aquí?! —grité, completamente asustado, haciendo que John se diera la vuelta de golpe. Casi creí que se rompería el cuello al hacerlo. 

   —Quería venir a ver a Mimi —explicó John, aunque yo sabía muy bien que a John le daba igual visitar a Mimi o no, él había ido a fastidiarme. 

   —¡Aléjate de esa mesa! —grité. John comenzó a reír, claramente sin entender a qué me refería—. Hablas como si la mesa fuera a explotar, Paul —se burló John, ignorándome por completo—. Estaba hablando con Johan, me dijo que no te habías sentido bien los últimos días y que te has hecho unos análisis, justamente estábamos a punto de abrirlos.

   Tuve un pequeño sentimiento de alivio recorriéndome el interior, había llegado en el momento oportuno para evitar una tragedia.

    —¡No los toques! —grité, presa del pánico. Freda entró justo en ese instante y, al igual que yo, se asustó al ver a John ahí, aunque tuvo la prudencia de no armar un escándalo como yo. 

   —¿Qué? ¿Por qué? —preguntó John, poniéndose de pie, indignado. Odiaba que le dieran órdenes.

   —Porque son míos, deja ahí —gruñí. 

   —Pero quiero saber como estás... —comenzó John, acercándose a los análisis. Rápidamente me acerqué a él y lo sujeté fuertemente de las muñecas, algo que me puso los pelos de punta, tomando en cuenta que no lo había tocado desde hace meses, de hecho, creo que esa era la primera vez que conversábamos realmente.

   Éste me miró ligeramente emocionado y me sonrió, como si no pudiera creerlo. Tocarlo estaba matándome de miedo, todo mi cuerpo pedía que soltara sus brazos y saliera corriendo a toda velocidad, lo más lejos que pudiera estar de él, pero no pensaba hacerlo mientras esos estúpidos análisis estuvieran ahí. 

   —Johnny ¿Puedes dejarme resolver esto solo? Prometo que te diré que me sucede —dije con la voz más dulce que mis nervios me permitieron, a este se le iluminaron los ojos rápidamente; era claro que él no sentía todo el miedo que yo estaba transmitiendo. 

    —¿Lo prometes, Paulie? —preguntó con voz melosa. 

   —Claro que si, Johnny. Ahora ve a ver a Mimi —sabía que si hubiéramos estado solos, John me hubiera mandado al demonio y se hubiera lanzado a besarme por la forma en la que le estaba hablando, pero en su lugar sólo logró asentir y salió de la casa entre pequeñas sonrisas que me mandaba y yo me obligaba a regresarle. 

    No respiré hasta que me aseguré de que este realmente se había ido, y me senté de golpe en el sillón. 

   —Eso estuvo cerca —dijo Freda, igual de nerviosa que yo, antes de encender su furia—¡Todo esto fue tu culpa! —le reprochó Freda a Johan, dándole un fuerte golpe en la cabeza. Era claro que ambos eran buenos amigos. 

   —¡Pensé que él lo sabía! Es decir... es el padre —sentí como el alma se me caía al piso al escuchar esas palabras, seguido de una corriente helada en todo el cuerpo. 

   Mierda.

   —Entonces... ¿Es verdad? —pregunté, casi esperando que él soltara una carcajada y negara todo diciendo que era una broma, pero en cambio Johan me pasó el sobre blanco con el nombre de Freda, que rápidamente rompí. 

   Con las manos temblando saqué sin cuidado alguno la hoja que estaba dentro, con un enorme positivo en el centro de esta. 

   Tuve que agarrarme fuertemente al sillón para no irme de frente. 

   —Yo... no lo entiendo. Esto no es posible ¡Esto es anti-natural! —grité, sintiendo como si todo el mundo se viniera abajo. Era un puto fenómeno.

   —Por eso he venido personalmente, debemos de estudiar más las condiciones del bebé y de tu cuerpo, no sabemos que es lo que pueda pasar, puede que el bebé muera o inclusive tú —explicó Johan, sujetándome del brazo. 

   Un bebé, un bebé dentro de mí y que podría matarme ¿Tienen una idea de lo descabellada que sonaba la idea? 

   —No lo quiero —dije de golpe, casi sin pensarlo, haciendo que Freda y Johan se miraran un poco impresionados. 

   —No sabemos si puedes abortar... puede ser mucho más peligroso de lo que ya es un aborto normal —susurró Johan. 

    —¡¿Y qué esperan que haga?! ¡No lo quiero! ¡No puedo tener un bebé! ¿Es que no lo entienden? —no supe en que momento fue que había comenzado a llorar, pero en ese instante ya no podía detenerme—. No lo quiero —fue lo último que dije con coherencia antes de cubrirme los ojos con las palmas de mi mano para soltarme al llanto incontenible.

   Pasé unos minutos así, pensando en lo horrible que sería tener que criar un hijo a mi edad, y mucho más siendo famoso y estando solo. 

   —Podrías donarlo a la ciencia —escuché que dijo Johan, consiguiendo que retirara mis manos de mi rostro. 

   —¿D-Donarlo a la ciencia? ¿Como una clase de experimento? —susurré.

   —Bueno, podemos definirlo así. Tu hijo va a ser un híbrido humano, podríamos analizar si de verdad los intersexuales pueden crear vida al igual que las mujeres, ese niño podría ser la clave de grandes descubrimientos médicos —explicó Johan. No podía imaginar nada más cruel que un bebé, mi bebé, en una mesa de laboratorio como conejillo de indias. Sonaba tan inhumano que podría haber sido un experimento alemán.

   —Yo... no estoy seguro —susurré—. ¿Es que no podemos simplemente intentar un aborto? —pregunté, convencido de que esa era la mejor opción para todos. 

   —Para poder operarte tendríamos que analizar donde están todos tus órganos, ya que no estoy muy seguro de que tu matriz se encuentre donde generalmente se encuentra. Podríamos matarte si lo intentamos —me quedé en silencio, intentando evitar llorar de nuevo, aunque sabía que tarde o temprano fracasaría. 

   Los tres nos quedamos en silencio, evaluando mis opciones, pero yo no encontraba ninguna que me favoreciera a mí.

    —¿Y si lo tengo? ¿Qué le diré a la prensa? ¿A los chicos? ¡¿Que le voy a decir a John?! —sollocé, cubriéndome el rostro, cayendo por fin en la desesperación. No quería tener un bebé, fuera de las complicaciones naturales que ello llevaba; y si decidía quedármelo seguramente tendría una vida igual de horrible que la de Julian, con un padre al que al parecer no le interesaba. Si lo donaba a la ciencia era probable que viviera toda su vida atado a una mesa de laboratorio, y sabía que yo nunca podría vivir con ello. 

   Estaba atrapado. 

The little Beatle. [McLennon] [MPREG]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora