Capítulo 15. [Editado]

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Semana nueve.

Después de un tiempo, comencé a creer que decirle a George y Ringo que estaba embarazado fue una muy mala idea. Brian estaba furioso con John por haberse ido sin su permiso, y John parecía saberlo, ya que éste no había llamado a nadie, lo cual fue sinceramente refrescante. 

   Sin John no habría disco, por lo que ahora tendríamos vacaciones, y George y Ringo habían decidido que se quedarían conmigo en la casa Beatle, como si no tuvieran nada mejor que hacer.

    Aún no le había dicho nada a Brian acerca del embarazo, pero comenzaba temer que se notara que estaba convirtiéndome en una piñata mal hecha, pero parecía que a George y Ringo no les importaba ser demasiado obvios. Todos los días me dejaban dormir hasta tarde y, cuando despertaba, insistían en llevarme el desayuno a la cama, que casi siempre consistía en sándwiches o sopa. 

    Ellos hacían casi todo por mí, aunque yo no quisiera, e insistían en que yo debía de quedarme quieto todo el día, y si quería intentar componer algo siempre llevaban mi bajo hacia mi habitación y observaban que no lo recargara en mi abdomen, como si eso fuera a dañar al bebé. 

    Si no me habían bañado aún era porque no se los permitía. 

    Era algo demasiado dulce y atento que me trataran así, tomando en cuenta que habían abandonado a sus esposas para cuidarme, pero me estaban volviendo loco. 

   Pero si había algo peor que los días comunes, eran los días de cita médica. Johan y yo habíamos programado tres citas desde que había venido a Liverpool; en la primera cita me hicieron estudios para adivinar donde demonios estaban todos mis órganos, y George y Ringo no dejaron de mirar asombrados mis dos sistemas reproductores, haciéndome sentir como un experimento científico. 

    La segunda cita había sido para analizar que mi cuerpo pudiera resistir el peso y pudiera producir todo lo que el bebé necesitaría, y en ambas citas habían llegado a la conclusión de que mi cuerpo era exactamente igual al de una mujer, y que todo estaría bien conmigo. Y hoy sería la tercera cita, donde por fin podría ver a mi bebé. Me harían un ultrasonido, y por más que les insistí a George y Ringo que fueran a disfrutar el día estos me rebatieron diciendo: queremos conocer al pequeño Beatle.

    Y todo eso nos lleva a esto. George y Ringo corriendo de un lado a otro, en busca de rollos de cámara, medicinas, las llaves del coche, pelucas, sombreros, comida y bolsas para el vomito de Ringo. 

    —¡¿Tienes todo, Geo?! —gritó Ringo desde la cocina, donde continuaba buscando provisiones como si fuéramos a evacuar la casa. 

   —¡Creo que sí! Vámonos ya —respondió George, bajando a toda prisa por la escalera de la casa, blandiendo la cámara fotográfica con orgullo.  

   —¿De verdad quieren venir? —les pregunté de nuevo, poniéndome de pie del sillón. Ambos rodaron los ojos, como todas las veces que les había hecho la misma pregunta. 

   —De nuevo con eso... Ya te dijimos que sí, ahora cállate y camina —me ordenó George, tomándome del brazo sin demasiada fuerza. Ambos echaron una mirada más a la casa, intentando encontrar cualquier otra cosa que pudiera resultarles útil ara seguir mortificándome. Al final, sólo me colocaron una peluca rubia y un sombrero.

   Los tres salimos con nuestros respectivos sombreros y gafas hacia el coche, fingiendo ser otras personas, aunque para mí era algo bastante absurdo. Todos los vecinos sabían quienes vivían en esa casa. Subimos rápidamente al coche, yo en la parte de atrás, con Ringo y George enfrente.

   —Es una lástima que Freda no haya podido venir, también quería ver al bebé —nos dijo Ringo, mientras George comenzaba a encender el coche. El motor comenzó a rugir y esperamos un momento a que calentara para poder avanzar.

   —Bueno, pero si venía, Brian iba a comenzar a sospechar, además de que ya traigo la cámara, se lo podremos enseñar cuando regresemos —habló George, poniendo el coche en marcha. 

    A pesar de que estaba emocionado por poder ver al bebé, me sentía ligeramente triste. Adoraba la compañía de mis amigos, aunque pudieran ser terriblemente hostigosos, era bueno saber que por lo menos estaban conmigo. Pero yo quería a John junto a mí en un momento tan importante de lo que fuera que nos unía ahora. 

   Durante todo el tiempo libre con el que contaba, había releído todas las cartas que John me había dado para que lo perdonara, lo que me había dejado a dos pasos de tirarme al piso a llorar hasta que John regresara. Quizá, después de todo, me quería; y quizá yo también lo quería un poco.

    Había un amor más profundo que ninguno de los dos podía admitir, y ahora había alguien dentro de mí que lo representaba, pero a pesar de lo mucho que necesitaba que John volviera, me seguía doliendo lo que me había hecho, y yo no iba a dar el primer paso para que se diera una reconciliación. Eso era algo de lo que estaba completamente seguro.

    Toqué mi abdomen de forma inconsciente y comencé a masajearlo lentamente, aún no se me veía la curvatura que delataría mi estado, pero algo me inspiró a hacerlo. Instinto maternal, quizá. 

   —Te quiero, bebé —susurré, y sonreí, pensando en lo seguramente ridículo que me veía. 

   No sabía si mis posibilidades con John habían acabado o no, pero sabía que quería al bebé, y quizá podría conservarlo, sólo hacía falta un buen plan. 

The little Beatle. [McLennon] [MPREG]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora