El amor es la
respuesta, pero mientras
esperas la respuesta, el sexo ofrece
algunas preguntas bastante interesantes.Woody Allen.
Capítulo Quinto: El Duque caliente.
9 de Septiembre de 2010.
Mya:
Intentó centrarse en la voz grave y firme de Liam Donelli, su administrador, pero sus pensamientos seguían extraviados, perdidos en su conversación con Alexander, y sus ojos no podían evitar dirigirse de reojo hacia su mesa.
- No me está prestando atención, Señorita.
Miró al hombre con furia.
- No me llames así, por dios, Liam, te conozco desde antes de tener memoria.- protestó.
- Es la única manera de que escuches lo que te digo, estás completamente descentrada hoy, y no es propio de ti.
Silbó un leve gruñido por lo bajo, musitando un simple "y que lo digas".
- Perdóname, es cierto, ahora vuelvo y seguimos.
Se levantó y, esquivando acertadamente la mesa de Alexander y su amigo, fue hacia el aseo, cerrando la puerta tras de sí al entrar en el femenino. Dos chicas algo más jóvenes que ella se apretujaban contra el espejo con un neceser de maquillaje extendido por la encimera, pero tampoco les prestó demasiada atención.
- ¿Le has visto?- rio una de ellas, echándose hacia atrás el lacio cabello pelirrojo- ¡Está guapísimo!
- Y que lo digas, ¿has visto lo marcado que está? Sería un amante perfecto.
Mya se apoyó contra la pared contraria, fingiendo esperar a que desalojaran el lavabo.
- ¡Sí! Y, claro, ¿qué chica no daría lo que fuera por ser duquesa?
Torció los labios en una mueca.
- Imagínate la de pasta que podrías gastarte, tía, joyas, ropa, zapatos...- ambas suspiraron al unísono, sin ser conscientes de la presencia de Mya- Además, habría que darle un heredero al duque.
Las chicas recogieron todo en unos segundos sin dejar de reír y se dispusieron a abandonar el aseo, pasando por delante de ella sin tan siquiera mirarla.
Con un suspiro exasperado, se puso frente al espejo, apoyando los brazos sobre la encimera, y observó su imagen sin el menor interés.
- Oh, alteza, esto... buenos días.
Alzó la mirada para ver a las muchachas de antes disculpándose ante Alexander, que se adentraba firmemente en el reducido habitáculo con los ojos fijos en ella. Todo su cuerpo se agitó de deseo.
- Eso..., quiero decir,... adiós, alteza.- dijo la pelirroja, dejándolo pasar con un notable sonrojo.
La puerta se cerró tras ellas.
- ¿Qué se supone que haces? Ahora todo el mundo pensará cosas raras.
- Que lo hagan.- dijo simplemente, encogiendo sus impresionantes hombros.
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Sábanas rojas, Sangre azul © FIN
RomanceTras una tragedia que pone patas arriba su vida y siguiendo una historia que se remonta varios siglos atrás, Mya se lanza a hacer un viaje en busca de respuestas. Pero el orgulloso y atractivo Duque de Brokeville y Greenville se interpone en su cami...