Capítulo vigésimo tercero.

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Amo la traición,
pero odio al traidor.

Cayo Julio César.

Capítulo Vigésimo tercero: La triste historia de una traición publicada.

2 de Octubre de 2010. 


Mya:

El día anterior había sido agotador: la aburrida revisión de contabilidad, la comida con Alexander con sus consiguientes rebotes, y, después, la reunión familiar entorno al retoño de Mallory, la hermana de Mickey.
Ella ya nunca sería tía. Nunca podría malcriar a sus sobrinitos y ser la persona a la que acudieran cuando quisieran consejos.

Todo eso se lo llevó aquel maldito accidente.

Sintió cómo sus párpados tiraban hacia abajo, haciendo visible su cansancio.

- Señorita Sutherland, ¿se encuentra bien?

Se encontraba reunida en uno de los hoteles de Sutherland Company para debatir alguna estúpida discrepancia entre algunos accionistas sobre la apertura de un nuevo parador en el centro de la capital.

- Perfectamente.- contestó, intentando parecer la jefa que debía ser- Lo que no entiendo es por qué estamos discutiendo si abrir en una calle, ¡o en la siguiente!

Cada uno de los presentes alzó la mirada de sus iPads y ordenadores para observarla con curiosidad. Ella nunca gritaba, nunca se alteraba, siempre asentía, obedecía y firmaba lo que le exponían.
Sin embargo, debía empezar a comportarse como lo que era: la Duquesa de Northwood y principal accionista y directora general de Sutherland Company.

Vio de reojo la discreta sonrisa de Liam, sentado en un segundo plano junto a Margaret, su secretaria.

- Son dos calles céntricas y comerciales, prácticamente iguales, no va a existir ninguna diferencia se establezca en una o en otra.- se quejó, levantándose del cómodo asiento.- ¡Vamos a dejar de reunirnos por tonterías, señores y señoras, no tenemos cuatro años y esto no es el parvulario!

- Pero, señorita Sutherland...

- No quiero peros.

Se estaba sorprendiendo de sí misma. Era la primera vez que tomaba las riendas de su empresa.
Recogió los papeles que había extendido sobre la mesa de la sala de conferencias.

- Se da por finalizada la reunión, y la próxima vez que precisen mi presencia, que sea por algo relevante.

- Desde que está embarazada, tiene peor carácter...- oyó murmurar a alguno de los accionistas más cercanos a su puesto.

Esto ya era el colmo.

- Atiéndanme un segundo antes de poder marcharnos todos a casa.- se sentó de nuevo en la cabecera del escritorio, causando la misma reacción en sus ponentes.- Vamos a dejar algo claro y espero no tener que volver a hablar de esto.- cruzó los dedos mientras los miraba de uno en uno- Mi vida privada no va a ser de la incumbencia de ninguno de los presentes bajo ninguna circunstancia, pero, para que el mundo entero se relaje, os aseguro que NO estoy embarazada.- hacía unos días, su propio cuerpo se lo había confirmado, de hecho- La próxima persona a la que escuche hacer un comentario sobre mi intimidad, será expulsada de la sala y se tomarán medidas contra ella. Esto es todo.

Con la cabeza alta, se levantó de nuevo y salió del enorme salón sin mirar a ninguno de los presentes. Se sentía eufórica, llena de vida y con la adrenalina por las nubes.

Sábanas rojas, Sangre azul © FINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora