Capítulo vigésimo quinto.

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La venganza es
el manjar más sabroso
condimentando en el infierno.

Walter Scott.


Capítulo Vigésimo quinto: La venganza de la flor y nata.


8 de Octubre de 2010.

Mya:

- Hijo de puta...

No pudo evitar la cantidad de horribles apelativos que escaparon de su boca al pararse frente a un quiosco con intención de comprar la prensa diaria. Sin embargo, fueron las revistas del corazón lo que llamó poderosamente su atención con varios titulares que le erizaron el cabello de la nuca de rabia:

"¡Rumores de boda entre el Gran Duque y la Señorita Lilliam Dodswroth, hija del Marqués de Highest!" rezaba una, con una foto de ambos en alguna fiesta de Sociedad, al parecer de hacía ya unos cuantos meses.
"Reconciliación a la vista entre Alexander Rostler, nuestro querido Duque, y su pretendiente favorita, Lilliam Dodswroth" anunciaba otra que llevaba de portada una enorme instantánea de los protagonistas entrando juntos en el Hotel Supreme. La fecha de la foto era del día anterior.

Tenía ganas de matarle.

Ese cabrón lo había hecho a propósito. Aquella era la forma que había encontrado para castigarla por su error. El ojo por ojo.

Sacudió la cabeza con impaciencia y se apresuró a llegar a la sede central de Sutherland Company después de casi una semana de ausencias.

Se sentía cansada después de haber estado prácticamente toda la noche anterior revolviendo entre sucias y polvorientas cajas del sótano, pero todo parecía pertenecer a las últimas generaciones Sutherland y no había ni rastro de objetos relacionados con Sophie, Alexander o William. Sólo le quedaba una cosa que mirar allí, un enorme y pesado baúl del que no había encontrado la llave. Tendría que llamar a un cerrajero para poder ver qué había dentro.

- Señorita Sutherland, ha llegado esto para usted.

Recogió a toda prisa el paquete que Margaret le extendía de camino a la sala de reuniones, donde ya la esperaban los principales accionistas. Hoy era el día que cada constructor expondría su idea para el nuevo hotel y, al parecer, era su responsabilidad atender a las explicaciones y presentaciones para poder elegir la mejor alternativa. Odiaba su trabajo.

- Podemos empezar.- anunció en cuanto se sentó a la cabecera de la larga mesa.

Aún sus copartícipes no parecían acostumbrarse a su presencia, quizás por el hecho de ser casi la única mujer de la sala, o quizás por ser de la edad de las hijas de alguno de ellos.
Sin embargo, desde la última reunión, donde puso los puntos sobre las íes, ninguno había vuelto a osar contradecirla o involucrarse en rumores y habladurías que no les correspondían.

Bajó la mirada hacia el paquete que descansaba sobre sus piernas y soltó un bufido por lo bajo al leer el remitente.

La curiosidad pudo más que la responsabilidad de su cargo, al menos unos segundos.

Abrió la caja y el diario de Sophie cayó sobre sus manos casi con delicadeza. Acarició las gastadas tapas con una media sonrisa.

Alexander ya lo había leído. Y, estaba claro, habría captado el problema que presentaba esa versión de la historia.

Sin poder evitarlo, lo abrió por la última hoja, el último escrito de la Duquesa.

"15 de Septiembre de 1733.

Sábanas rojas, Sangre azul © FINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora