Capítulo trigésimo tercero.

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Un minuto de felicidad
vale más que un año de gloria.

Voltaire.

Capítulo Trigésimo tercero: Atún y saliva.

16 de Octubre de 2010.

Mya:

Con una puntualidad matemática, Alexander paró su llamativo deportivo negro en la puerta de su casa a la hora prevista.

Su corazón saltó desbocado en cuanto se sentó junto a él y le dedicó una de esas sonrisas tan inusuales.

- Estás muy guapa.

Lanzó un rápido vistazo a su vestido de vuelo color lila y a los altísimos tacones a juego.

- Gracias- contestó mientras él arrancaba el coche-, mi madre se enfada conmigo si no me visto "como una Duquesa"- se burló.

- Pareces una Duquesa hasta en pijama, Mya.

Se mordió los labios.

- No uso pijama.

Sonrió ante el sexy gruñido que escapó de su garganta.

- No me lo recuerdes.

Le dio unas indicaciones para dirigirse hacia la casa de su madre, un acomodado chalet a pocos kilómetros de allí y él volvió la vista hacia la carretera.

Le observó de reojo.

Era tan increíblemente atractivo que le costaba respirar, y vestido con aquellos vaqueros negros lo suficientemente ajustados y la camisa azul arremangada sobre los codos no hacía más que acentuar este hecho.

- Creo que va a estar mi prima, espero que no te importe.- se escuchó decir con la voz estrangulada.

- No me importa, es muy simpática.

Se sorprendió ante el ramalazo de celos innatos que pinchó su pecho.

- Sí, es adorable- contestó-. Creo que te has convertido en una especie de amor platónico para ella, está absolutamente alucinada.

Alexander rio.

- Debe pasarte mucho.

- Me sobrestimas, Mya.

Le lanzó una mirada asombrada, haciéndole señas para que cogiera la siguiente salida.

- Tú no te miras mucho al espejo, ¿no?

- ¿Vas a volver a decirme lo guapo que soy?- se burló él.

- ¿Te molesta?

Sus preciosos ojos platinados le dedicaron una fugaz mirada que aceleró los latidos de su corazón.

- En absoluto- replicó finalmente-, pero es curioso que me lo diga alguien como tú.

- ¿Alguien como yo?

Le señaló la última casa de la calle y él aparcó limpiamente frente a la puerta.

- Tú tampoco te miras mucho al espejo por lo que veo.

Salió del coche con una leve sonrisa.

Sábanas rojas, Sangre azul © FINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora