Capítulo décimo octavo.

3.9K 360 10
                                    


Dios hizo
a las mujeres bellas.
El diablo las hizo sagaces.

Leonid S. Sukhorukov.


Capítulo Décimo octavo: Perdido y rendido ante la ninfa.

26 de Septiembre de 2010.

Mya.

Dos días después, muy temprano, se encontraba sentada en un sillón de la casa de su madre, un acogedor chalet a pocos kilómetros de la fortaleza de Northwood, donde Mya pasaba las noches en insoportable soledad.

- ¿Qué tal el trabajo?

Observó a su progenitora. Estaba sentada frente a ella con una gran taza de café. Sabía que no era capaz de aguantar el día sin su enorme cantidad de cafeína por la mañana.

- Como siempre.- se limitó a contestar.

- ¿Y esa investigación que querías hacer acerca de Sophie?

Era un tema delicado. Su madre había puesto pegas desde el principio a que rebuscara en aquella historia, pero había aceptado como tantas otras veces que Mya seguiría con sus desesperados intentos de esclarecer alguna historia.

- Aún la hago, mamá, solo que tengo menos tiempo.- esbozó una media sonrisa- Aunque tengo ayuda.

- ¿Mike te sigue en esta locura?

Bufó por lo bajo, conteniendo una mueca.

- Sí, Mickey me ayuda un poco, aunque él está ocupado con lo de Mall y eso.

Mallory, la hermana menor de Mike, llevaba días- más bien semanas- anunciando cada dos por tres que había roto aguas, pero todas ellas fueron falsas alarmas. Sin embargo, la mayor parte de la extensa familia de su amigo se había trasladado cerca de ella para atenderla si fuera necesario.

Beatrice dejó la taza vacía sobre la mesa con un suspiro que captó la atención de su hija.

- No me puedo creer que le dejaras escapar, con lo buen chico que es...

Otra vez con lo mismo.

- Mike y yo no nos gustamos de esa forma, mamá.- explicó por millonésima vez- No quiero casarme con él.

- ¿Con el Duque de Brokeville sí?

Sus dedos se paralizaron alrededor de la taza que sostenía y su mirada violácea buscó con sorpresa la de su madre.

- ¿Cómo sabes tú...

- Soy tu madre, Mya, lo sé todo.- rió al ver su cara de asombro.

- De todas formas no pienso casarme con Alexander tampoco.- farfulló

Ni se le había pasado por la cabeza.

Alex y ella... ¿Cómo un matrimonio? La idea era totalmente absurda.

Se imaginó la reacción de la alta Sociedad... de nuevo, un Rostler y una Sutherland casados. Se montaría un tremendo escándalo.

Una sonrisa escapó de sus labios al imaginárselo.

- ¿Te gusta ese chico?

Los ojos oscuros de su madre la miraban interrogante.

- Supongo que sí.

- ¿Supones?

Se levantó de un salto, irritada.

Sábanas rojas, Sangre azul © FINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora