Capítulo 28

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– Sólo ha sido una bajada de tensión – explica la enfermera –, pero le haremos una analítica completa de todas maneras. He visto que no se ha hecho ninguna y sería conveniente que se hiciese una.

– ¿cuándo me darán el alta? – pregunto y los tres me miran.

– Esta tarde. En recepción te darán la cita para la analítica – dicho eso sale de la puerta.

– Menudo susto me habías pegado, hija.

Yo me río y miro a Jesús, quien me sonríe tierno.

– Voy a bajar a por algo de comer – anuncia mi madre y mira a Jesús – ¿vienes?

Él niega con un gesto de cabeza.

– No tengo hambre, gracias.

Mi madre asiente y sale de la habitación dejándonos solos.

Él mira la televisión y yo lo miro a él. Recuerdo la primera vez que hablé con él. Me habló muy borde y ahora mirarlo, no se separa de mí ni para comer. Es increíble cómo pueden cambiar los pensamientos de la gente.

Entra una mujer que me obliga a apartar la vista de Jesús y viene con una bandeja de comida. Nunca he probado la comida de hospital pero según me han dicho, está horrible. Hago una mueca viendo lo que es. Puré, ensalada y un plátano.

La mujer se va de aquí y yo empiezo a comerme el puré sin rechistar con una mueca de asco mientras Jesús se ríe.

– Cómete tú el plátano – le digo y éste niega.

– Te lo han traído a ti.

– Jesús, en serio, cómetelo tú, yo no puedo comer fruta hasta que me hagan las pruebas alérgicas, lo tengo prohibido por el médico – le informo. Jesús se lo piensa un momento y acaba asintiendo cogiendo el plátano. Seguro que piensa que estoy mintiendo y no se quiere arriesgar a que sea verdad, me pase algo y luego las culpas sean para él por no comérselo.

Quita la piel y se lo mete a la boca. Aguanto mi risa porque parece... Bueno, mejor me lo guardo para mí. Aunque ya os lo imaginareis, mentes sucias.

– Sé de qué te estás riendo y no me hace gracia – dice en el intento que pone una cara seria pero se aguanta la risa.

– Bueno, vale, ya paro – vuelvo a reírme y me fulmina con la mirada – si yo te quiero – ahora sonríe por lo que acabo de decir –, bien lejos – acabo diciendo y su expresión vuelve a cambiar haciendo que estalle a carcajadas.

– Pues si me quieres bien lejos, me voy – dice levantándose de la silla cogiendo su mochila.

– ¡No te vayas! – le agarro de la muñeca antes de que pueda dar un paso – que era broma. Quédate, por fa, que estoy malita – hago falsos pucheros.

Jesús suspira rendido y vuelve a dejar la mochila donde estaba antes para volver a sentarse en el sillón.

En ese momento vuelve mi madre y sonrío.

– ¿puedes hacer el favor de decirle a Jesús que no puedo comer fruta hasta que no me hagan las pruebas alérgicas?

– No, no puede – dice riendo –, ¿por qué?

– Nada – responde Jesús –, que quería comerse mi plátano y le he dicho que no – miente y abro la boca porque tiene doble sentido.

Mi madre empieza a reírse exageradamente.

– ¡No Meghan, eso no lo puedes comer tú eh! – sigue la broma y me cruzo de brazos.

–¿pero qué os creéis para reíros así de mí, eh? – pregunto indignada.

(...)

Ya me han dado el alta. Han tardado la vida, pero por fin he salido de allí y ahora estoy de camino a mi casa.

Jesús hace un rato que se fue, lo llevó mi madre para no tener que gastarse dinero en taxis.
Y pues ahora en quince minutos llegará Nuria a mi casa para ver cómo estoy.
Escucho el disco de Melendi en el coche haciendo hasta los coros y cuando llego a casa encuentro a Nuria sentada en la puerta.

– ¿pero qué haces aquí ya? ¿no venías en quince minutos? – pregunto frunciendo el ceño.

– Ay tía, es que no podía esperar tanto – dice exagerando y me río. Esta niña no tiene remedio de verdad.

– Anda, entra, que voy a cambiarme.

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Ea aquí tenéis otro jejejeje.

Estoy demasiado nerviosa por lo del concurso así que no estaré muy inspirada hasta que esta tensión se acabe.

Gracias a candix00 por todo, ya sabes.

Espero que os guste churrissss.
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