Capítulo 25

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Después de acabar todas las clases, salimos y Jesús me coge de la mano.

– Oye, ¿quieres quedarte a comer? Quiero presentarte a mi hermano.

Estoy apunto de decir que sí pero se me viene un motivo para no ir a la cabeza: mi madre.
No es que no me dejara, pero odio dejarla sola para comer. Es... Como si me sintiese culpable por dejarla ahí sola. No sé, yo me entiendo.

– Mejor quedamos esta tarde, ¿vale? No quiero molestar.

– Tú nunca molestas, pero vale.

Andamos hacia mi casa en completo silencio. No un silencio incómodo. Pero tampoco agradable. Lo miro de vez en cuando, viendo algo de preocupación en sus ojos, seguramente por su padre y el hecho de que venga a buscar a su hermano y se lo lleve a la fuerza.
Él me mira y sonríe, pero no es una sonrisa que le llega a los ojos y le sonrío tiernamente.

– No te preocupes por nada – acabo diciendo cuando llegamos a la puerta de mi casa.

– Lo intentaré – susurra y seguidamente me da un suave beso en los labios –. Hasta esta tarde, Meghan.

– Hasta luego – acabo despidiéndome.

Entro en casa y enseguida se acerca mi madre, sonriendo pícara.

– ¿qué? – pregunto dubitativa.

– Te gusta, ¿eh? – dice refiriéndose a Jesús –. Os acabo de ver por el balcón.

Me pongo roja como un tomate al instante.

– Oh. ¿y qué hacías mirándonos por el balcón?

– Nada, nada. Curiosidad. Ayer estuvo toda la tarde a tu lado. Me sorprendió que viniera.

Ruedo los ojos avergonzada y voy hacia el comedor, donde ya está la comida puesta.

Cuando acabo de comer, subo a mi habitación y me acuesto en la cama un rato. Esto de despertarse a las siete de la mañana no es bueno para mí.

(...)

Creo que he dormido demasiado porque cuando me despierto, tengo siete llamadas perdidas de Jesús. Es lo que tiene dejar siempre el móvil en silencio.
Miro la hora y son las seis de la tarde. Pues tampoco se me ha hecho tan tarde.
Lo llamo y contesta enseguida.

– Hola – saludo con voz ronca por causa del sueño –. Estaba durmiendo.

Ya lo he visto, ya – se ríe Jesús –. Vamos a tu casa, ¿te parece bien? – asiento y me doy cuenta de que no me ven.

– Sí, claro, aquí os espero.

Cuelgo y me levanto de la cama yendo hacia el lavabo para lavarme la cara.

Odio dormir la siesta, luego siempre tengo más sueño, como si no hubiese dormido nada.

A los diez minutos tocan al timbre y abre mi madre, a quien escucho recibirles con alegría.

Cinco segundos después ya están ellos dos en mi habitación y me sorprendo al ver a Dani. Son iguales.

Ya lo había visto antes, pero al verlos juntos parecen una gota de agua.

Hago una mueca por no saber quién es quién y veo la sudadera que llevaba esta mañana Jesús.

– Hola, chicos – sonrío y Jesús se acerca a darme un beso.

– Éste es Dani – señala Jesús a su hermano y le sonrío tímida al recordar la confusión en el parque.

– Hola guapa – sonríe y se acerca a darme dos besos –. Siento lo del otro día en el parque, debería de haberte dicho que era Dani – se disculpa y hago un gesto con la mano quitándole importancia.

– Tranquilo, no pasa nada.

Nos pasamos el resto de la tarde hablando de varios temas.

– Voy a beber agua – informo y estos dos asienten –. ¿queréis algo? – esta vez niegan.

Salgo y entro un momento a la habitación donde tiene mi madre la máquina de trabajar, que está enfrente de mi habitación pero no la veo, así que salgo y escucho a estos dos hablar.

– Tío, no me habías dicho que estaba tan buena – dice el que supongo que es Dani.

– Ya la viste con tus propios ojos, ¿no?

– Con tanta prisa no me dio tiempo a verla bien – susurra pero consigo oírlo.

Me río y bajo a la cocina a beber agua. Estaba sedienta de tanto reírme. Dani es muy gracioso.
Vuelvo a subir y me los encuentro a los dos mirando el móvil.

– Ya estoy, chicos.

________

Siento que sea tan corto pero no tenía más imaginación hoy jajajajaja.
Mañana otro bbys ❗❗❗❗👆

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