La Familia Perfecta

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Otro día más. Esta vez Lluvia había llegado realmente contenta a casa, pues esa mañana, el cielo había amanecido radiante, lleno de luz y alegría, además, Meghan no había ido al colegio y con solo su ausencia había vuelto el día prácticamente perfecto, incluso también había subido al autobús sin ser molestada por nadie. Todo parecía marchar bien, pero Lluvia parecía saber lo que se encontraría al abrir la puerta de su casa, aunque se llevó una enorme sorpresa al ver a papá y mamá sentados en el sofá, tranquilamente, mirando la televisión, mientras Brad, su hermano, preparaba un sándwich en la cocina y no estaba aislado como siempre. Aunque le pareció raro que preparara un sándwich cuando había sartenes con comida, pero no le tomó importancia.

—¿Quieres uno, Lluvia? —ofreció él y ella asintió, aunque después de todo era más normal que ver a papá y mamá juntos, en paz, ya que Brad era el único en esa casa que trataba bien a Lluvia. -toma, en el refrigerador hay leche. -terminó dándole el sándwich.

—No, gracias, voy a mi habitación a comerlo. —respondió agradecida.

Lluvia subió a su cuarto viendo a Snowball sobre la cama y toda la habitación en orden. Era algo extraño ya que ella no lo había dejado así, o al menos no recordaba haber limpiado antes de irse al colegio. Así que bajó mientras comía su sándwich.

—Mamá. —llamó bajando las escaleras.

—¿Qué pasa, cariño? —respondió ella quitando la vista del televisor. Ella quedó paralizada porque la había llamado "cariño" y por una vez le prestaba atención, pero en un momento reaccionó y habló.

—¿Alguien entró a mi habitación?

—Sí. Entré yo esta mañana para limpiarla. ¿Estás... molesta?

—No, para nada. Al contrario, gracias.

—De nada. —sonrió levemente y volvió a mirar la televisión.

Lluvia volvió a su cuarto y comía su sándwich mientras hacia su tarea. Cuando terminó decidió empezar a escribir un poema, amaba la poesía y era muy buena con eso, además, estaba muy feliz y seguro sus ideas fluirían a la perfección. Tuvo tanta inspiración que logró escribir varios poemas en sólo unas horas. Cuando reviso su teléfono, miró que había una llamada perdida de un número que no conocía. Trató de recordar haberle dado su número a alguien, pero no lo había hecho. Creyó que podría haber sido una equivocación y no tomó importancia de ello. La tarde se pasó muy rápido. Se dieron las 7:30 p.m. y sonó el timbre. Seguro había llegado una visita. Alegre dejó su libreta de poemas en la cama y bajó rápidamente las escaleras, su día no podía ser más perfecto.

—...sí, los estábamos esperando. —se escuchaba decir a mamá.

—Perdón por la demora, había mucho tráfico. —respondía una mujer, y Lluvia se imaginaba quién era.

Llegó a la sala y acertó. ERAN LOS SMITH. Lluvia los odiaba tanto como a su hija, Meghan, la rubia de ojos verdes que siempre la molestaba en el colegio. Su día se había arruinado por completo. Ahora entendía por qué mamá no estaba bebiendo, ni su papá en "reuniones de trabajo". Sólo aparentaban ser la familia perfecta. Aún no notaban su presencia por lo que retrocedió y subía las escaleras lentamente, tratando no ser notada.

—Lluvia, hija. Ven aquí. —decía papá "cariñosamente".

A ella no le quedó más que regresar a la sala con una sonrisa fingida.

—Hola, Lluvia. —saludó sonriete Meghan. Lluvia no hizo más que responder de la misma manera y fingir estar feliz aunque ahora ya no lo estaba.

—¿Cómo estás, linda? —preguntó Taylor, mamá de Meghan y amante de papá.

—Bien, gracias.

—Bueno, pasen, pasen a la cocina. Preparé lasaña. —dijo mamá a los visitantes.

Todos pasaron incluyendo a Lluvia aunque ella odiaba tener qué cenar con ellos.

—No tengo hambre, mamá. —mintió Lluvia.

—Muy bien, entonces lleva a Meghan a tu habitación. Bueno, cuando termine de cenar, claro. —ordenó mamá.

—Lo siento, señora, yo tampoco tengo apetito. —habló Meghan tocando su estómago de revista.

—Bueno, suban a tu cuarto, Lluvia.

Ella subía rápidamente las escaleras tratando de dejar atrás a Meghan pero esta era aún más veloz. Llegaron y entraron a la habitación. Luego se sentaron en la cama. En cuanto se sentaron Meghan vio la libreta de poemas de Lluvia, la tomó y leyó una página al azar.

—¡Deja eso! —exclamó Lluvia. Meghan la soltó e hizo como si nada hubiera pasado.

—Y ¿cómo te fue hoy en el colegio? —cuestionó Meghan.

—Pues... tú no fuiste, así que... GENIAL.

—Oye, qué grosera. ¿Acaso no te preguntas por qué no fui al colegio?

—No. —respondió molesta.

—Bueno, igual te lo diré: ayer estaba lloviendo y me mojé, pero cuando llegué a casa no pude cambiarme de ropa porque nadie estaba en casa...

—Eso fue porque seguro tu mamá estaba con mi padre. —susurró Lluvia pero la tonta no se percató.

—...entonces me quedé afuera y me enfermé, hoy fuimos al doctor y me dijeron que sólo estaba resfriada, pero mañana podré ir al colegio.

—Qué bien. —sarcásticamente contestó Lluvia.

—Oye, tal vez debemos llevarnos mejor. —propuso Meghan.

—¿Ah, sí? ¿Quién lo dice?

—Pues... tu papá y mi mamá trabajan juntos.

—¿Y...?

—Seguro se repetirán cenas como esta.

—No te hagas la tonta, tú eres quien me agrede.

—Oye, qué bipolar eres. Apenas hace un rato me saludaste muy amable, no sería qué te pasa.

Lluvia sólo la miraba con desagrado, quería que ya se fuera.

—Luna me dijo que la próxima semana es tu cumpleaños, ¿qué tienes planeado? —eso le dibujó una sonrisa en la cara a Lluvia, su cumpleaños la emocionaba.

—Pues estoy organizando una linda fiesta, ya compré globos, y algunos gorritos de cumpleaños y... —se detuvo. No sabía por qué contaba eso a Meghan. —pero no te voy a invitar. —terminó poniendo una cara de enojo.

—No me importa, sé que nadie vendrá. —rió cruelmente.

Eso puso triste a Lluvia, creía que sería verdad. No pudo contenerse y sus lágrimas rodaron.

—Eres un bebé llorón. —dijo Meghan pero Lluvia no hacía nada para defenderse.

Mar De Lágrimas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora