Mente Perdida

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—¿Du-Dustin? —cuestionó Lluvia al instante.

—No, soy Zaid. —recibió como respuesta.

—Lo siento, me debo ir. —Lluvia se puso de pie y dio un paso pero él la detuvo.

—No. Tú estás mal y no lo puedes negar. Déjame ayudarte.

—Eres prácticamente un desconocido para mí. —fue la excusa de la castaña.

—Pues cuéntale a este desconocido todos tus problemas. Estoy para escucharte. —sonrió. —ven. Vamos a ese árbol a cubrirnos de la lluvia.

Él la convenció y una vez bajo el árbol dijo Zaid:

—Primero que nada, te pido una disculpa por lo que pasó el domingo.

—No, al contrario. Perdóname tú a mí. —dijo ella secándose las lágrimas.

—¿Te sientes bien? —quiso saber.

—Un poco mejor ahora que alguien me encontró. —sonrió de lado.

—¿Qué te pasa?

—Tengo problemas en casa, eso es todo. —bajó la mirada. —pero no te preocupes, todo estará bien.

—¿Y qué harás al respecto? ¿Esperarás a que todo se arregle sólo?

—No. Bueno, sí. No lo sé.

—¿A dónde ibas cuando te encontré? —preguntó Zaid.

—Ni siquiera yo lo sé. Sólo salí de casa huyendo de mis problemas. —suspiró. —soy una cobarde.

—Claro que no. Seguramente sólo necesitas a alguien que te escuche. —dijo él y al instante sus dos amigas vinieron a su mente. —Mira, sé que no me tienes confianza pues son muy pocas las veces en que hemos hablado y ninguna vez hemos conversado como ahora lo estamos haciendo, y también sé que no me confiarás lo que estás pasando. No nos conocemos mucho, pero tienes un amigo en mí. ¿De acuerdo?

—Estoy cansada de mi vida. Del vicio de mi madre, de las infidelidades de mi padre. ¿Cuándo habrá alguien que en verdad me escuche? ¿Cuándo voy a ser feliz? -se soltó a llorar de nuevo. —Supongo que tendré que soportar toda mi vida esto. No hay salida, me siento sola. —entonces él la tomó de sus manos y respondió:

—Por favor no te sientas así. Te entiendo perfectamente y creéme que sé por lo que estas pasando. Viví de la misma manera que tú toda mi vida. Mi padre llegaba ebrio y el resto está demás contarlo. Las discusiones eran de casi todos los días y... él murió cuando yo tenía trece. Al menos le dejé saber cuánto lo amaba mientras estuvo vivo. —miró al piso.

—Oh, cuánto lo siento.

—Está bien... Yo también me siento solo y creéme que lo estoy. Tú tienes algunos amigos pero muy pocos se acercan a mí. Me duele verte así, pues jamás creí que vivieras en esta situación. —suspiró lentamente y continuó. —tienes toda la razón en sentirte de esta manera. A veces cometemos errores que afectan demasiado a los demás, y los errores de tus padres te están consumiendo. No dejes que eso pase, sigue adelante. Ya verás que algún día todo se va a arreglar y podrás decir que valió la pena tanto sufrir. Pasé por cosas peores, pero, mírame, aún sigo aquí. Una flecha no puede ser disparada sin ser jalada hacia atrás, así que cuando la vida te esté arrastrando hacia atrás con mucha fuerza, significa que te lanzará hacia algo mucho mejor. La clave está en no rendirte. Cuenta conmigo. —guiñó el ojo.

—Gracias... —se lanzó a abrazarlo. —Tal parece que no eres tan callado como creía. —mostró una sonrisa terminando aquél abrazo y secando sus lágrimas mientras la lluvia llegaba a su fin.

Mar De Lágrimas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora