Beso De Buenas Noches

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Lluvia tocó aquel par de manos y sonrió. Las quitó de su cara y dio media vuelta. Supo que aquellas manos eran de Dustin. Ahí estaba él. Era el mismo rubio que la había sacado de aquel juego mecánico, ahora acompañado de su guitarra. Estuvo a punto de dar un abrazo al rubio pero entonces se contuvo y dejó de sonreír.

—¿Pasa algo, Lluvia? —preguntó Dustin y ella bajó la mirada.

—No viniste a mi fiesta. —dejó salir con un tono triste.

—Oye, pero, el mensaje, ¿acaso no lo leíste? —cuestionaba el chico y la castaña lo miró confundida.

Rápidamente, sacó su teléfono de su bolsillo y, efectivamente, había un mensaje que no había abierto.

"Mi papá está enfermo, debo ir a verlo al hospital, lo siento, no podré asistir a tu fiesta, te quiero"

—Dios mío, cuánto lo siento, ¿cómo está tu papá ahora? —sus ojos se abrieron como un par de platos.

—Ya está bien, no te preocupes.

Lluvia lo miró fijamente por un momento y luego giró hacia atrás y recogió la bolsa con las galletas, la leche y el par de vasos. Su helado se arruinó por completo, y ya no lo podría recoger.

—Parece que te asusté. —dijo Dustin casi riendo.

—Nooo... ¿tú crees? —respondió ella con sarcasmo.

—Hey, conozco un parque genial a un kilómetro de aquí, ¿qué dices si vamos? —propuso Dustin.

—Claro, podríamos tomar el autobús. —dijo Lluvia y sonrió.

—¿No crees que sería mejor primero ir a avisar a tus papás?

—Vivo justo aquí. —entonces señaló su casa, la cual estaba a sus espaldas. —pero... no te preocupes, no hay nadie.

—Oh, ya veo. Supongo que está bien. —hicieron contacto visual por un momento, sin decir alguna cosa. —en serio lamento el no haber podido asistir a tu fiesta. —se disculpó Dustin y puso cara de arrepentido.

—No te preocupes, en serio. Por lo menos mandaste las flores. Me encantaron, por cierto. —dijo Lluvia y se sonrojó levemente. Entonces, Dustin frunció el ceño confundido. —oh, mira, ahí viene el autobús. —señaló Lluvia y luego hicieron una señal para detenerlo.

Entonces ambos abordaron. Él, con su guitarra dentro de su funda, cargándola sobre la espalda. Y ella, aún con la bolsa de papel, con la caja de galletas, la leche y el par de vasos. Ya arriba, Lluvia miró fijamente a Dustin, entonces este reaccionó.

—No te preocupes, traigo dinero suficiente para dos pasajes. Tú ve a tomar algún asiento, yo pago. —ordenó él y ella comenzó a avanzar a través del pasillo.

Observaba a cada persona y ellos parecían analizar cada cosa en ella. Desde su forma de vestir hasta su manera de caminar. Era incómodo sentir que criticaban cada paso que daba, aunque estaba acostumbrada a ser criticada por sus compañeros cada mañana al subir al autobús del colegio. Cuando por fin se decidió, tomó asiento, y acto seguido, llegó Dustin y se sentó junto a ella. Luego el autobús comenzó a andar.

—Oye, tú y yo estamos en el mismo colegio, ¿cómo es que nunca te logro mirar en el autobús escolar? —cuestionó Lluvia y Dustin se puso a pensar.

—Pues tal vez es porque nunca abordo en él. —dijo rascando su barbilla.

—¿Ah, no? ¿Por qué? —preguntó ella confundida.

—Pues, verás. Vivo a tres cuadras del colegio y siempre me lleva papá cuando va camino al trabajo o voy yo solo caminando.

—Oh, ya entiendo. —ladeó la cabeza y luego bostezó, haciendo bostezar a Dustin, también.

Mar De Lágrimas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora