Contracorriente

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Un nuevo día. Un nuevo sol. Una nueva oportunidad de hacer las cosas bien. Lluvia despertó con un gran entusiasmo, pues todo se encontraba mejor de lo que esperaba, y la vida le daba la dicha de corregir sus errores y volver a andar. Desayunó, se aseó, cambió su pijama por el uniforme y acompañó su cabello con un par de coletas. Salió disparada cuando el sonido del autobús escolar resonó por toda la calle. Se despidió de mamá y abordó. Andó entre los asientos, buscado a Meghan, pero luego recordó que estaba en reposo, así que se sentó junto a Luna en cuanto la miró.

—¡Gotas! —saludó Luna. A ella no le molestaba más que la llamaran de esa manera, pues no dudaba más de su amistad. —te extrañé. —la abrazó.

—Yo más. —correspondió. —justo ahora realmente desearía tener a nuestra rubia aquí.

—Créeme que yo lo quiero de igual manera. —se separaron. —pero me quedo más tranquila al haberla podido ver.

—¿No dices que el doctor te dijo que ya la habían dado de alta? —frunció el ceño.

—¿Quién dijo que la vi en el hospital?

—Oh, ¿la visitaste en su casa? —levantó las cejas.

—Sí. No luce tan mal como imaginé.

—Pienso lo mismo. —ladeó los labios. —quisiera ir a visitarla hoy, pero pues...

—Me contó. —no la dejó siquiera terminar. —¿por qué hizo Taylor eso?

—Deben ser los problemas entre nuestros papás. —suspiró. —además de que tiene toda la razón. Yo tuve la culpa de todo.

—¿Qué te acaba de pasar? Cuando subiste al bus tenias una sonrisa que no cabía en tu rostro.

—Ya, ya. Sé lo que dirás: "no te sientas así, todos cometen errores, todo está bien". —imitó la voz de Luna.

—Bueno. No me hagas decirlo, entonces. —le sonrió.

—Está bien. —dijo y luego de un momento llegaron a la escuela.

Esperaban a que todos bajaran. Pasó Elena con su teléfono entre sus manos, Brandon y Samuel bromeando entre ellos como siempre, y al final, Zaid con anteojos negros.

—¡Zaid! —él pareció no escucharle y no se detuvo. —¿qué le pasa? —dirigió a Luna.

—Ni idea. —negó con la cabeza. —¿ya bajamos?

—Sí. —y dejaron el bus.

—¿Me acompañas a mi casillero por un labial? —pidió.

—Sí, ¿por qué no? —caminaron hasta los casilleros.

—Debe estar por aquí. —decía Luna sacando un montón de cosas de su casillero. —juro que lo dejé aquí. —parecía no encontrarlo.

—Pues si tú no sabes dónde está, yo menos. —rió. —debes ser más ordenada y recordar dónde dejas tus cosas.

—Aquí estás, condenado. —lo encontró comenzó a untarlo en sus labios. —listo.

Cuando comenzaron a andar, por coincidencia se encontraron a Dustin.

—¿Te dejo sola? —preguntaba Luna entre susurros.

—Luna, ¿nos puedes dejar a solas, por favor? —pidió incluso con amabilidad.

—Claro. —y en seguida se alejó.

—Tú y yo debemos hablar. —dijo él con seriedad.

—¿Qué pasa? —trataba de ocultar su felicidad por verlo.

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