Desde que habia amanecido esa mañana, sentía esa sensación instalada en su estomago. Esa tristeza embargándola, mezclada con un profundo odio.
Y ahora cuando estaba cerca, cuando podía ver ya, algunos de los restos de la que fue su aldea, alzándose sobre la colina, necesito sujetarse con todas sus fuerzas a las riendas del caballo sobre el que viajaba.
-¿Quieres que paremos? –Aclair habia situado su caballo junto a el de ella, giro el rostro y la miro, la mezcla de culpabilidad y desasosiego se reflejaba en su rostro –Tenemos que comer algo y los caballos descansar, podemos parar.... Si quieres.
-No habia vuelto aquí desde....-las palabras cesaron en su boca, no quedaba nada, nada de lo que fue su hogar, nada de lo que su gente habia construido. Apenas unas ruinas, de lo que fueron algunas casas en su momento, piedras sin valor, llenas de recuerdos, marcadas por el fuego que las habia consumido, como si hubieran grabado en ellas las almas de todos los que habían perecido aquella noche en aquel infierno. Pero fue un lugar exacto el que llamo su atención, las pocas paredes que quedaban en pie, medio derrumbadas, las piedras extendidas a su alrededor y allí, ante lo que hace tiempo fue la entrada a su casa. –Paremos.
-¡¡Descansaremos aquí!! –la orden no fue bien recibida. Todos los hombres se tensaron, con la vista fija en los restos de la aldea, en la que comenzaban a adentrarse. Les gustase o no, aquello era obra suya, no directamente, pero si de su gente, de hombres que pertenecían a su clan, de hombres que habían seguido a su Laird, cuando ellos, simplemente no habían querido participar, pero tampoco habían intentado pararle.
En silencio, todos desmontaron y deprisa prepararon todo para comer lo antes posible y marcharse de allí, como si temieran que los fantasmas de aquella aldea los persiguieran.
No se molesto en atar su caballo, tampoco en decir nada a ninguno, se alejo del grupo, adentrándose en la aldea, mirando lo que quedaba de aquel lugar. Un lugar que habia sido respetado, querido, un lugar en el que se vivía en armonía, se disfrutaba, se reía. Un lugar que habia dejado de ser todo eso.
Conforme avanzaba, mirando los restos que la rodeaban, las imágenes se proyectaban en su mente, el fuego, los gritos, la sangre, el choque del acero, las suplicas de desesperación. Sus ojos se fijaron en el lugar que años atrás habia sido su resguardo, su cálido hogar. Avanzo, hasta pararse ante él, en lo que quedaba de una entrada, sus ojos se posaron en el suelo, en aquel exacto lugar, donde su padre exhalo su último aliento.
Estaba seco, no habia vida en aquel suelo, era como si la misma naturaleza respetara aquella vida que habia sido arrebatada.
Aclair la observo, caminando a una distancia prudencial, intentando no interferir en su silencio, pero incapaz de mantenerse alejado de ella. Finalmente, al verla allí, de pie, ante aquellas ruinas, con la mirada perdida en el suelo, opto por acercarse. Se paró a su lado.
-¿Estas bien? –le pregunto en voz baja, mirándola de reojo.
-Yo no era así –hablo con la vista aun en el suelo, pero su mirada iba mas allá, perdida en la nada –Era dulce e inocente, me encantaban nuestras danzas, eran celebraciones de alegría, de gozo, recogía flores ... -alzo la vista al frente –Y ahora no queda nada de eso, lo destruyeron todo –respiro profundamente –Necesito estar sola –y camino hacia los arboles, en busca de refugio, de algo que la ocultara de la vista de todos, de soledad, suficiente, para poder sumergirse en su odio, en su dolor.

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El Invencible
RomanceAclair MacCarty, Laird del clan del Hielo. Un clan situado en las frías tierras del norte, donde ningún legado antes había sobrevivido y ellos lo han hecho. Todas las tierras del norte les pertenecen. Todos los clanes les respetan, les temen. Son gu...