24. Inscripción a la esperanza

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24. Inscripción para la esperanza

Cuando hubimos bajado del escenario y la gente empezó a dispersarse, Chris y yo anduvimos hasta nuestra familia. Nos felicitaron y Steph se rió de mi.

—Cantas como un gato atropellado —me dijo riendo.

—Tú te maquilas como un payaso.

—¡Holly! —me replicó mi madre.

—Es verdad. Solo hay que verle la cara, está blanca de los polvos que se pone —dije enseguida y Mack y Bella rieron por lo bajo ganándose una mirada asesina de mi hermana—. Además, ella me ha dicho que canto como un gato atropellado y no le has replicado nada.

Mi madre tocó sus sienes intentando calmarse, pero los gritos de Steph y mis insultos hacia su persona no ayudaron a calmar el ambiente.

—Holly, para —dijo Ty finalmente con una sonrisa al haberme oído llamar Culo de Mamut a Steph. Sí, mis insultos eran los mismos que los de un niño de cinco años.

—El vestuario ha quedado de diez —le felicitó mi tía a Chris y ella sonrió agradecida.

Vimos cómo Kim se acercaba con unas personas con unos maletines y carpetas en las manos hacia nosotros.

—Buenos días —les saludó Kim, nuestros padres la saludaron de vuelta—. Me gustaría que todos vosotros os reunieseis conmigo en la clase de nuestros hijos en diez minutos, ¿sería posible?

Nuestros padres se miraron para luego asentir. Kim salió de allí con esas personas. Parecía un poco confusa, pero no enfadada. Busqué a los demás de la pandilla; Carl estaba hablando con su hermano pequeño, Kian hablaba con su padre y unos hombres que parecían ser amigos de su progenitor, Nina había llegado hasta nosotros y se había puesto melosa con Ty... Espera, iba a buscar a mis amigos, no cerdas. Esto... Quiero decir, pijas.

—Lo has hecho genial, terroncito de azúcar —le decía Ty tocándole la nariz cariñosamente.

En ese momento me alegré de no haber salido con Ty, si llegaba a llamarme eso me habría reído en toda su cara para luego restregárselo por el resto de su vida.

Cuando estuvimos los padres y los hijos en nuestra clase del internado, Kim llegó sola. Se sentó en la mesa del profesor y comenzó a hablar.

—Hoy he sido avisada de que hemos sido apuntados a un concurso de preguntas en el museo de mitología de Chicago. No sé por quién —lanzó una mirad a Sam, quien se encogió en su asiento—. El concurso es el quince de marzo, y darán un cheque de dos mil dólares.

Todos los padres se miraron sorprendidos. Sí, yo me quedé igual.

—Yo firmo —dijo la madre de Shailene al segundo levantando la mano—. Pero si dan una pequeña recompensa a los participantes —se acercó al oído de Shailene, todos sabíamos que le estaba diciendo que tenía que participar.

—En realidad hemos pensado que el dinero podría ser para los internados —dijo Kim un poco avergonzada ante la posible mala respuesta de la señora Carpenter.

La mujer torció la boca pensativa. La idea de no recibir un duro le había golpeado fuertemente.

—¿Qué dicen? —preguntó Kim amablemente esperando la respuesta de los padres. Todos se miraban los unos a los otros.

Internado de chicasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora