19. Babysitters al rescate

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19. Babysitters al rescate

La tarea de música era difícil, pero en vacaciones no había forma de escurrir un poco de neuronas. Me desconcentraba con ver una mosca volar. Me desconcentraba con una pelusa del jersey... Con todo.

Lo peor es que no me dejaban salir hasta que no hubiese estudiado. Solté un pequeño grito de frustración y apoyé la frente en el escritorio.

-¡Holly! -exclamó mi madre en la puerta-. ¿Te has estudiado ya la lección?

-No, mamá... -respondí rodando los ojos.

-Pues termina pronto.

Oí sus pasos alejarse y me tiré a la cama mientras hacía pucheros inútiles, pues nadie los iba a ver y mi carita de perro mojado no serviría de nada. Madre mía, mi edad era complicada. ¡Los adultos no estudiaban!

Pero recordé la situación de Kim, que es una adulta y tiene problemas económicos y le tenemos que ayudar. Debía reconocer que si eso me llegase a pasar a mí (que unos niños de trece años me ayuden a que no me embarguen mi internado) me moriría de la vergüenza. Pero todos tratábamos de que no había nada raro en ello y que nuestra querida directora se sintiese bien.

Lancé otro grito se frustración cuando recordé Tyna, sí, Tyna. Era la fusión de Ty por Nina. Así llamaría a esa odiosa paraje de ahora en adelante. Podría hacer una lista de los problemas en mi vida:

-Nina.
-Las secuaces de Nina.
-Tyna.
-Estudiar.
-El reaggeton.
-Madame Lumiére.
-El embargo del internado.
-Kian Greyson.

Sí, Kian era un problema para mí. Lo odiaba tanto que no paré de pensar en él los días que pasaron después de mi cumpleaños. Aunque cuando se cagó en los pantalones del miedo en la noria fue muy, muy gracioso. Lo mejor fue que intentó parecer indiferente cuando la noria paró. Creí que me atragantaría de la risa.

Al lado, en la habitación de Steph, se la oía hablar por videollamada con una amiga que estaba de vacaciones en Roma. Ojalá pudiera ir yo a Roma. En vez de estar haciendo aburridos deberes.

Salí de la habitación a escondidas y abrí la puerta de Steph de una. Al entrar y cerrar la puerta, ella abrió la boca para chivarse de que me encontraba allí, pero corrí hacia ella y le tapé la boca.

-¡Ay! Quita tus mugrientas manos de mi preciosa boca.

Exclamó ella apartando mis "mugrientas manos" de su "preciosa boca". Yo le indiqué con el dedo en mi boca que guardase silencio.

-Que te calles, jolín.

-¿Y por qué haría yo eso? -preguntó con una ceja alzada.

-Porque... Porque.... Me quieres -ella abrió la boca dispuesta a chivarse-. Vale, vale. Porque te ayudaré a lo que quieras.

-¿Por qué te interesa tanto quedarte aquí?

-Quiero hablar con tu amiga.

-Leslie.

-Lo que sea.

Ella me miró pensativa y cruzándose de brazos mientras movía su pie, frunció la boca.

-Serás mi esclava durante todo el verano cuando termine el curso.

Internado de chicasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora