VI

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Debut en quidditch.


Cuando empezó el mes de noviembre, el tiempo se volvió muy frío. Las montañas cercanas al colegio adquirieron un tono gris de hielo y el lago parecía de acero congelado. Cada mañana, el parque aparecía cubierto de escarcha. Por las ventanas de arriba veían a Hagrid descongelando las escobas en el campo de quidditch, enfundado en un enorme abrigo de piel de topo, guantes de pelo de conejo y enormes botas de piel de castor. Iba a comenzar la temporada de quidditch. Aquel sábado, Harry y Cyrine jugarían su primer partido, después de semanas de entrenamiento: Gryffindor contra Slytherin.

Si Gryffindor ganaba, pasarían a ser segundos en el campeonato de las casas. Y Cyrine no podía ver el rostro de su primo sin sentir vergüenza.

Casi nadie había visto jugar a Harry o a Cyrine, porque Wood había decidido que serían su arma secreta. Ambos también debían mantenerlo en secreto. Pero la noticia de que iban a entrar nuevos jugadores de primer año se había filtrado, y Cyrine notó extraño a Harry.

Era realmente una suerte que Harry tuviera a Hermione como amiga ahora. Cyrine sabía que le costaba admitirlo, pero su rostro lo delataba cada vez que Hermione hablaba de técnicas de quidditch o de algunos libros que leyó sobre el concepto y, el cual, le prestó a Harry.

No se sabía quién era más feliz; Harry con el libro, Hermione con ellos o Cyrine al ver a sus tres amigos juntos.

Hermione se había vuelto un poco más flexible en lo que se refería a quebrantar las reglas, desde que Harry y Ron las salvaron del monstruo, y era mucho más agradable que antes con ellos. El día anterior al primer partido de Harry y Cyrine los cuatro estaban fuera, en el patio helado, durante un recreo, y Hermione había hecho aparecer un brillante fuego azul, que podían llevar con ellos, en un frasco de mermelada. Estaban de espaldas al fuego para calentarse cuando Snape cruzó el patio. De inmediato, Cyrine se dio cuenta de que algo no cuadraba; Snape cojeaba. Los cuatro chicos se apiñaron para tapar el fuego, ya que no estaban seguros de que aquello estuviera permitido. Por desgracia, algo en sus rostros culpables hizo detener a Snape. Se dio la vuelta, arrastrando la pierna. No había visto el fuego, pero parecía buscar una razón para regañarlos.

—¿Qué tienes ahí, Potter?

Era el libro sobre quidditch. Harry se lo enseñó.

—Los libros de la biblioteca no pueden sacarse fuera del colegio —dijo Snape—. Dámelo. Cinco puntos menos para Gryffindor.

—Seguro que se ha inventado esa regla —murmuró Harry con furia, mientras Snape se alejaba cojeando—. Me pregunto qué le pasa en la pierna.

—No sé, pero espero que le duela mucho —dijo Ron con amargura.

—No es tan malo—saltó Cyrine frotando sus manos juntas y soplar—es sólo que, de alguna manera, siempre busca excusas para molestar a Harry.

En la sala común de Gryffindor había mucho ruido aquella noche. Harry, Ron, Hermione y Cyrine estaban sentados juntos, cerca de la ventana. Hermione estaba repasando los deberes de Harry y Ron sobre Encantamientos. Nunca los dejaba copiar («¿cómo vais a aprender?»), pero si le pedían que revisara los trabajos les explicaba las respuestas correctas. Cyrine hubiera ayudado si no se sintiera tan aburrida de ver tantas palabras juntas sobre un rollo de pergamino.

Harry se veía inquieto. Se puso de pie y les dijo que le preguntaría a Snape si podía devolverle el libro.

—Yo no lo haría —dijeron Ron y Hermione al mismo tiempo.

Pero Harry, como de costumbre o como alguna reacción incierta, no les hizo caso y salió por el retrato de la Señora Gorda.

—Este chico de verdad espera la muerte —resopló Cyrine—. Nos vemos al rato—anunció siguiendo a Harry antes de que pudieran decir algo al respecto.

「Loyalty」 HPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora