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El fin de otro ciclo y el comienzo de la desesperación.

Saliendo tan fresca como una lechuga de la enfermería luego de pasar por unos tediosos exámenes físicos pedidos y asistidos por Freya, Cyrine por fin es capaz de retornar a la ajetreada vida de un estudiante común de Hogwarts, flaqueada por sus hermanos que no parecían dejarla a su suerte, como si en cualquier momento, alguien llegase a atacarla de la nada.

Cyrine no veía motivo por el que preocuparse; la bestia de Slytherin había sido aniquilada y el heredero había desaparecido, quizás no por completo, pero sí de Hogwarts.

— ¿Qué acaso ustedes no tienen vida propia? —farfulla Cyrine frunciendo el ceño a sus hermanos.

Freya deja caer su atención en ella luego de analizar globalmente el corredor por el que pasaban, atrayendo un poco la atención de los demás estudiantes que andaban de paso. Cyrine vislumbró con vaguedad a un par de compañeros de Gryffindor que le hacían señas con pulgares arriba, adjuntando enormes sonrisas. Incluso, sintió que le silbaban desde atrás y no pudo hacer más que encogerse con el rojo cubriendo sus mejillas.

—Por el momento, lo que más importa es tu bienestar —acota Freya con expresión seria y la frente fruncida—. Los demás pueden esperar.

—No veo que daño puede causarme andar por el corredor —suspira Cyrine, frotando sus ojos con su mano.

A su costado, Sebastian palmea su hombro empáticamente.

—Ser una celebridad es un trabajo duro —comenta sonriente.

Freya le queda viendo con una ceja alzada.

— ¿Y tú que puedes saber sobre ser famoso? Que seas un idiota sociable no quiere decir que tengas popularidad. Bájale a tu ego —reprocha con burla y Sebastian le responde mostrándole la lengua en un gesto infantil.

Cyrine rodó los ojos, antes de que su atención cayera en algún punto lejos de donde ellos se encontraban y lo señalara con un dedo, y en cuánto Freya y Sebastian voltearon, Cyrine aprovechó el momento de despiste para lanzarse a correr por el pasillo. Ellos no lo notaron hasta que Cyrine ya había recorrido la mitad del extenso corredor.

— ¡CYRINE! —escuchó que gritaron, pero eso no hizo más que hacerla reír fuertemente sin aminorar la carrera.

La ventaja que ella tenía, era que ha cubierto más terreno en Hogwarts en sus propias indagaciones por lugares poco transitados y en dónde practicar su magia sin que nadie la delatase, por lo tanto, no le fue difícil esfumarse por entre las garras de sus hermanos y llegar, casi sin aire, a la puerta de la torre de Gryffindor, donde una despreocupada señora Gorda se arreglaba el cabello. Sin embargo, se había olvidado de un pequeño detalle.

— ¿Contraseña? —pregunta la Señora Gorda, sin siquiera darle una mirada.

No sabía cuál era la palabra para ingresar.

Maldijo su suerte por lo bajo y, enfurruñada, se sentó en las escaleras, apoyando su mejilla en el puño formado por su mano y con las piernas encogidas hacia su pecho. Pensó un momento y una idea le vino de sopetón a la cabeza; la profesora McGonagall. Sonriendo ante su descubrimiento, Cyrine se pone de pie, sacude su túnica y comienza a bajar por las escaleras del otro costado, con el cabello atado en una trenza rebotando en su hombro izquierdo.

En el camino hacia el despacho de la profesora McGonagall, se encontró con varias personas que le saludaron cordial y efusivamente, agitando su mano y haciéndole doler la espalda por las palmadas que sobrepasaban el nivel de suavidad requerido por su cuerpo. Todos decían una misma cosa; felicidades por tu recuperación y otros, comentaban con cierto nivel de agrado, la valentía que poseía al haber derrotado al monstruo acechador de Slytherin.

「Loyalty」 HPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora