VIII

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Nicholas Flamel y un dragón llamado Norberto.

Dumbledore había convencido a Harry de que no buscara otra vez el espejo de Oesed, y durante el resto de las vacaciones de Navidad la capa invisible permaneció doblada en el fondo de su baúl. Cyrine sabía que Harry deseaba poder olvidar lo que había visto en el espejo, pero no pudo, así como también ella. Hasta que comenzó a tener pesadillas. Una y otra vez.

—¿Te das cuenta? Dumbledore tenía razón. Ese espejo te puede volver loco —dijo Ron, cuando Harry les contó sus sueños.

Y durante lo que quedaban de vacaciones, Cyrine se quedó en el dormitorio con los chicos, pasándose a la cama de Harry durante las noches para tranquilizarlo cuando las pesadillas volvían. Harry no podía negar que la compañía de Cyrine le ayudaba, porque realmente lo hacía. Cyrine le sostenía la mano hasta que los dos se dormían y no se despertaban hasta la mañana siguiente.

Ron se espantó el primer día en que los vio a ambos en la misma cama, como era de esperarse, pero después se calmó cuando le explicaron que parecía ser la única manera de que Harry evitara las pesadillas. Dos días después, Ron ni siquiera lo mencionaba, aunque era incapaz de verlo extraño.

No es como si hicieran cosas malas, eran solo niños. Familia, como prometieron.

Hasta que las vacaciones concluyeron, Cyrine no volvió al dormitorio de niñas, mudándose el mismo día que Hermione regresó a Hogwarts. Consideró las cosas de otra manera. Estaba dividida entre el horror de la idea de Harry vagando por el colegio tres noches seguidas («¡Si Filch te hubiera atrapado!») y desilusionada porque finalmente no hubieran descubierto quién era Nicolás Flamel.

Si Cyrine era honesta, su última preocupación en esas vacaciones fue un hombre llamado Flamel.

Ya casi habían abandonado la esperanza de descubrir a Flamel en un libro de la biblioteca, aunque Harry aseguraba haber leído el nombre en algún lado. Cuando empezaron las clases, volvieron a buscar en los libros durante diez minutos durante los recreos. Harry y Cyrine tenían menos tiempo que ellos, porque los entrenamientos de quidditch habían comenzado también.

Wood los hacia trabajar más duramente que nunca. Ni siquiera la lluvia constante que había reemplazado a la nieve podía doblegar su ánimo. Los Weasley se quejaban de que Wood se había convertido en un fanático, pero Harry estaba de acuerdo con Wood. Si ganaban el próximo partido contra Hufflepuff, podrían alcanzar a Slytherin en el campeonato de las casas, por primera vez en siete años. Además de que deseaba ganar; Harry descubrió que tenía menos pesadillas cuando estaba cansado por el ejercicio. Se lo comentó a Cyrine rápidamente y ella le despeinó el cabello diciendo que era una buena señal mientras sonreía y se iba para practicar con las otras cazadoras.

Entonces, durante un entrenamiento en un día especialmente húmedo y lleno de barro, Wood les dio una mala noticia. Se había enfadado mucho con los Weasley, que se tiraban en picado y fingían caerse de las escobas.

—¡Dejad de hacer tonterías! —gritó—. ¡Ésas son exactamente las cosas que nos harán perder el partido! ¡Esta vez el árbitro será Snape, y buscará cualquier excusa para quitar puntos a Gryffindor!

George Weasley, al oír esas palabras, casi se cayó de verdad de su escoba.

—¿Snape va a ser el árbitro? —Escupió un puñado de barro—. ¿Cuándo ha sido árbitro en un partido de quidditch? No será imparcial, si nosotros podemos sobrepasar a Slytherin.

El resto del equipo se acercó a George para quejarse.

—No es culpa mía —dijo Wood—. Lo que tenemos que hacer es estar seguros de jugar limpio, así no le daremos excusa a Snape para marcarnos faltas.

「Loyalty」 HPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora