XXVII

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La Cámara de los Secretos.

Era como tirarse por un tobogán interminable, viscoso y oscuro. Además de estarse divirtiendo, Cyrine no pudo evitar sentir cierta repugnancia por el olor. Podía ver otras tuberías que surgían como ramas en todas las direcciones, pero ninguna era tan larga como aquella por la que iban, que se curvaba y retorcía, descendiendo súbitamente. Calculaba que ya estaban por debajo incluso de las mazmorras del castillo. Detrás de ella podía oír a Ron, que hacía un ruido sordo al doblar las curvas.

Y entonces, cuando se empezaba a preguntar qué sucedería cuando llegara al final, la tubería tomó una dirección horizontal, y ella cayó del extremo del tubo al húmedo suelo de un oscuro túnel de piedra, lo bastante alto para poder estar de pie. Lockhart se estaba incorporando un poco más allá, cubierto de barro y blanco como un fantasma con Harry señalándolo con la varita e inspeccionando el lugar. Cyrine se hizo a un lado y Ron salió también del tubo como una bala.

—Debemos encontrarnos a kilómetros de distancia del colegio —dijo Harry, y su voz resonaba en el negro túnel.

—Y debajo del lago, quizá —dijo Ron, afinando la vista para vislumbrar los muros negruzcos y llenos de barro.

Los tres intentaron ver en la oscuridad lo que había delante.

—¡Lumos! —ordenó Cyrine a su varita, y la lucecita se encendió.

Harry la imitó.

—Vamos —dijo a Cyrine, Ron y a Lockhart, y comenzaron a andar. Sus pasos retumbaban en el húmedo suelo.

El túnel estaba tan oscuro que sólo podían ver a corta distancia. Sus sombras, proyectadas en las húmedas paredes por la luz de la varita, parecían figuras monstruosas.

—Recordad —dijo Harry en voz baja, mientras caminaban con cautela—: al menor signo de movimiento, hay que cerrar los ojos inmediatamente.

Pero el túnel estaba tranquilo como una tumba, y el primer sonido inesperado que oyeron fue cuando Ron pisó el cráneo de una rata. Luego le siguió el choqué de Cyrine contra unas columnas. Harry bajó la varita para alumbrar el suelo y Cyrine le siguió y vieron que estaba repleto de huesos de pequeños animales. Hicieron un esfuerzo para no imaginarse el aspecto que podría presentar Ginny si la encontraban, Harry fue marcándoles el camino.

Doblaron una oscura curva.

—Harry, ahí hay algo... —dijo Ron con la voz ronca, cogiendo a Harry por el hombro y Cyrine giró.

Se quedaron quietos, mirando. Cyrine podía ver tan sólo la silueta de una cosa grande y encorvada que yacía de un lado a otro del túnel. No se movía.

—Quizás esté dormido —musitó, volviéndose a mirar a los otros tres. Lockhart se tapaba los ojos con las manos. Cyrine volvió a mirar aquello; el corazón le palpitaba con tanta rapidez que le dolía.

Muy despacio, abriendo los ojos sólo lo justo para ver, Cyrine avanzó con la varita en alto.

La luz iluminó la piel de una serpiente gigantesca, una piel de un verde intenso, ponzoñoso, que yacía atravesada en el suelo del túnel, retorcida y vacía. El animal que había dejado allí su muda debía de medir al menos siete metros.

—¡Caray! —exclamó Ron con voz débil.

Algo se movió de pronto detrás de ellos. Gilderoy Lockhart se había caído de rodillas.

—Levántese —le dijo Ron con brusquedad, apuntando a Lockhart con su varita.

Lockhart se puso de pie, pero se abalanzó sobre Ron y lo derribó al suelo de un golpe.

「Loyalty」 HPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora