XXVIII

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Emociones desbordantes.

Harry ni siquiera pudo ser capaz de hacer trabajar su cerebro cuando, sin más, Cyrine desapareció detrás de la prominente y aterradora figura de aquel gigantesco basilisco que le hizo sudar la gota gorda mientras lo enfrentaba manejando inútilmente la espada de Gryffindor que se le fue otorgada desde el sombrero seleccionador. Fawkes había hecho un gran trabajo como mensajero y defensor al quitarle los ojos a la bestia.

Sin embargo, ahora, se sentía debilitado y realmente deseaba que fuera por la batalla y no por el hecho de ver a una de las personas más importantes de su vida actuar temerariamente y, quizás, demasiado estúpidamente contra una enorme y horrorosa criatura tan vulnerable como estaba, con el cabello teñido de blanco y los ojos chispeante perdiendo su color.

Oyendo chillar a la bestia, Harry sale de su ensoñación para ver desplomarse a Cyrine contra el muro detrás de  ella, con la espada en mano y cubierta de suciedad y sangre, sosteniendo el brazo con el que agarraba la espada. Pocos segundos después, y tras retorcerse desagradablemente, el basilisco se derrumbó contra el suelo en un golpe que hizo retumbar la caverna. Harry avanzó como pudo hacia Cyrine y se dejó caer de rodillas al suelo, apoyando el cuerpo de peso muerto de Ginny contra una de las paredes, pálida y con el cabello rojo apagado. En apuro, notó el diario de Ryddle sobresaliendo del bolsillo de su túnica y lo cogió con manos temblorosas, girándose hacia donde escuchaba la agitada respiración de Cyrine, quien tenía los ojos cerrados y una mueca en los labios.

Bajando la mirada a sus brazos, Harry ahogó una exclamación al ver que, con su mano, extraía un considerable colmillo blanco de entre los pliegues de su túnica del brazo derecho.

—Cyrine…

Pero ella negó, presionando la herida y dejando caer la cabeza contra el muro y aún con la falta de luz, Harry podía ver el rastro de lágrimas descender por sus manchadas mejillas. Apretando los labios entre sí, Harry colocó sus propias manos sobre las de Cyrine, conteniendo la impotente ira que burbujeaba bajo su piel, sabiendo que de nada serviría.

—Una lástima, ¿no crees, Potter? —oyó decir a Ryddle a sus espaldas. El rostro de Cyrine, aún en su estado, se contrajo en una mueca irritada mientras lo miraba con los ojos entornados. Harry no le hizo caso y observó la herida de Cyrine, viendo el veneno fatal del basilisco hacer efecto en un terrible color verde—. Tantos poderes, fascinante inteligencia y peculiar carácter; me hace recordar el momento en que su madre me rogó para que no les hiciera daño antes de morir.

Las cejas de Harry se elevaron hasta el nacimiento de sus cabellos y su cabeza se giró para ver a Ryddle fijamente.

—La madre de Cyrine está viva, no te creas con el derecho de hablarle así como así —musitó en un peligroso tono bajo—. Eres un monstruo.

Una de las esquinas de sus labios se surcó en una media sonrisa sabionda que Harry deseaba borrarle a golpe, pero no estaba seguro de sí podía darle a un espectro sacado de un viejo libro…

Espera.

Algo no cuadraba...

—De todas formas, me sentaré aquí a esperar a que esta niña muera antes de encargarme de ti. Ya no tiene salvación.

Una mancha roja pasó a su lado y Harry oyó un ruido de garras.

—Fawkes —dijo con dificultad, el nudo de su garganta volviéndose más prominente, más existente. Se sentía tan inútil, no pudo salvar a la hermana de su mejor amigo... Y ahora perderá a la mejor amiga que pudo haber deseado  jamás—. Eres estupendo, Fawkes...

「Loyalty」 HPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora