XX

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Accidentes poco convencionales.

A las ocho de la noche, tal y cómo Sebastian había planeado, se juntaron fuera de las puertas del Gran Comedor para entrar y ver de qué iba todo aquel rollo del club de duelo. Las grandes mesas de comedor habían desaparecido, y adosada a lo largo de una de las paredes había una tarima dorada, iluminada por miles de velas que flotaban en el aire. El techo volvía a ser negro, y la mayor parte de los alumnos parecían haberse reunido debajo de él, portando sus varitas mágicas y aparentemente entusiasmados.

Cyrine quería golpear a Sebastian y se quejó cuando éste le apretó con un poco más de fuerza el brazo.

—Quieres calmarte, me haces doler—dijo Cyrine.

—Lo siento, pero estoy emocionado—contestó sin dejar de sonreír—. No quiero esperar otro minuto para ver qué nos enseñaran.

— ¿Sabes? Preferiría ir con Freya y que ella me enseñe.

—No seas boba, ¿serías capaz de abandonarme justo ahora?

Cyrine sonrió con inocencia.

— ¿Es una opción?

Sebastian gruñó y le jaló un mechón de cabello.

—Pesada.

—Bruto.

Sebastian la hizo callar chasqueando la lengua y ella rodó los ojos, cambiando el peso de su cuerpo para desviar sus ojos hacia la tarima donde... Cyrine gimió, Lockhart avanzaba con aquella brillante sonrisa que deslumbraba a sus compañeras y que la ponía de un humor de perros. Vestía una túnica color ciruela oscuro, y lo acompañaba nada menos que Snape, con su usual túnica negra.

Lockhart rogó silencio con un gesto del brazo y dijo:

—¡Venid aquí, acercaos! ¿Me ve todo el mundo? ¿Me oís todos? ¡Estupendo! El profesor Dumbledore me ha concedido permiso para abrir este modesto club de duelo, con la intención de prepararos a todos vosotros por si algún día necesitáis defenderos tal como me ha pasado a mí en incontables ocasiones (para más detalles, consultad mis obras).

»Permitidme que os presente a mi ayudante, el profesor Snape —dijo Lockhart, con una amplia sonrisa—. Él dice que sabe un poquito sobre el arte de batirse, y ha accedido desinteresadamente a ayudarme en una pequeña demostración antes de empezar. Pero no quiero que os preocupéis los más jóvenes: no os quedaréis sin profesor de Pociones después de esta demostración, ¡no temáis!

—¿No estaría bien que se mataran el uno al otro? —susurró Sebastian a Cyrine al oído. Ella lo miró con la boca abierta.

—Ese es un pensamiento muy poco agradable por parte de un Hufflepuff.

Sebastian puso los ojos en blanco, sacándole una risa a Cyrine antes de que viese la seriedad del asunto.

En el labio superior de Snape se apreciaba una especie de mueca de desprecio. Cyrine se preguntaba por qué Lockhart continuaba sonriendo; si Snape la hubiera mirado como miraba a Lockhart, habría huido a todo correr en la dirección opuesta.

Lockhart y Snape se encararon y se hicieron una reverencia. O, por lo menos, la hizo Lockhart, con mucha floritura de la mano, mientras Snape movía la cabeza de mal humor. Luego alzaron sus varitas mágicas frente a ellos, como si fueran espadas.

—Como veis, sostenemos nuestras varitas en la posición de combate convencional —explicó Lockhart a la silenciosa multitud—. Cuando cuente tres, haremos nuestro primer embrujo. Pero claro está que ninguno de los dos tiene intención de matar.

「Loyalty」 HPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora