Correccional Sumber

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Mi cuerpo atravesó el marco de la puerta del correccional juvenil Sumber a las cuatro de la tarde de un 1 de abril. Yo me limitaba a decir, sin mucho esfuerzo, que me soltaran, que era todo un malentendido. Nadie parecía escucharme, nadie escuchaba a un adolescente supuestamente problemático que había intentado asesinar a un pobre gordinflón incomprendido.
A pesar de que toda mi familia estaba allí, observando, yo me sentía solo. Nadie podía evitar lo que estaba pasando, ni siquiera mi padre, el importantísimo Juez David Harrison.

-Scott, tranquilo, vamos a solucionar esto- Me decía sin parar. Pero no iba a pasar, ni siquiera él confiaba en mi, en que fuera inocente. Su hijo había sido juzgado y declarado culpable, no había nada que hacer.

Mi madre y mi hermana mayor, Lucy, no se atrevían ni a mirarme.

Decidí callarme, no servia de nada seguir intentando evitar lo inevitable. Seguí cada una de las ordenes que me iban dando, dejé todas mis cosas donde me indicaron y me dirigí, acompañado de dos guardias, hacia el interior de ese lugar, dejando detrás de la puerta a mis seres queridos.

Me llevaron, sin mucha amabilidad, a la que parecía mi celda y me lo explicaron todo: Lo que no debía hacer, donde no debía ir... Yo escuchaba con atención, obviando algunas amenazas que aparecían entre norma y norma.

Todo me parecía parte de una película de la televisión, esas que veía con mi familia los sabados por la tarde, después de comer. Esas que en mucho tiempo no volvería a ver.

Estuve por lo menos 45 minutos ahí encerrado, no había nadie más en ninguna de las celdas, estaban en una charla mensual o algo así. Tuve que hacer la cama y colocar las únicas fotos que me habían permitido conservar. Seguidamente, como me habían ordenado, me cambié de ropa, vistiéndome con un mono naranja. De repente sonó un timbre. El pasillo se llenó de agentes y de chicos de entre 14 y 17 años, de aspecto raro, es decir, a los que yo no me acercaría en la calle para preguntar la hora. La puerta de mi celda, tras hacer sonar un ruido, se abrió sola, como todas las otras, y entró un adolescente rubio, que me miró de arriba a abajo.

-Tu eres mi compañero? Bienvenido! Llevaba 3 meses solo- Rió y colocó su mano delante mio para que yo la estrechara, cosa que hice desconcertado.

Eso resultó un alivio para mi, en cuanto lo vi aparecer mis piernas habían empezado a temblar, pero con ese saludo no me había parecido que buscase pelea.

- Me llamo Axel- Continuó- Tu como te llamas?

- Scott, Scott Harrison.

- Bueno, Scott Harrison, bienvenido a mi humilde morada- Reia- No me des muchos problemas, y seremos grandes amigos.

Ya más tranquilo, lo observé, tenía los ojos grises y la piel pálida. Mis ojos se quedaron clavados en el tatuaje de su muñeca, una especie de árbol muerto.

Sin que yo pudiera decir nada, se dirigió a una de las fotos que había colocado al lado de mi cama, donde salía con mi hermana.

-Está buena- Exclamó mirando a Lucy- Quien és? Tu novia?

-No, mi hermana- Le quité con fuerza la foto de las manos, me había ofendido. Me arrepentí de que se hubiera notado tanto y me entró el miedo en el cuerpo.

-Tranquilo hombre! Yo ya estoy pillado, solo expresaba mi admiración por su belleza. Además, desde aquí dentro tampoco podría hacer nada, ¿no crees?-Se puso a reír.

Tenía razón, pero era mi hermana, y ningún desconocido miraba de esa manera a mi hermana.

Iba a decirle algo, tal vez a pedirle perdón por mis formas, pero no dio tiempo. Ese timbre volvió a sonar y las puertas se abrieron, era la hora de comer. Acompañados por agentes nos dirigimos todos a la cafetería donde, después de que me pusieran la comida en mi bandeja, me senté en la mesa de Axel, obviamente invitado por el.

Allí estaban sentados 5 chicos más, los cuales me había parecido ver en su trayecto hacia sus celdas hacía poco rato.

-A ver chicos- Axel hizo que todos lo escucharan- Este es Tod.

-Scott- Le corregí yo.

-Eso, Scott- Siguió hablando- A partir de ahora,a no ser que nos haga cambiar de opinión, va a ser parte de nosotros. Estos son James, Alfredo, Nick, Harry y Cameron. Son buena gente.

-Hola.- Mi voz sonó temblorosa, la verdad es que imponían bastante.

Pasaron toda la comida hablando de ellos, para que yo los conociera. Eran: Dos ladrones, un camello (Dos, contando a Axel), un asesino y un abusón de instituto que se había pasado de la ralla (Que era también lo que se me consideraba un a mi).

Y entre todos esos relatos de crímenes me dio tiempo para observar la cafetería, la cual se empezaba a llenar también de chicas, que por lo visto estaban en otra planta.
Escuché gritos detrás de mí, y giré la cabeza. Ahí fue cuando la ví, comiendo sentada encima de una mesa, ignorando a la celadora que le ordenaba que bajase y se sentara en la silla como una persona normal. Era una chica alta, de cabello castaño claro y flequillo, el cual tenía que apartarse con la mano para que no le tapara los ojos (mi teoría fue que no se lo cortaban para que no tuviera unas tijeras cerca).

-Scott- Un susurro de Alfredo me sacó de mis pensamientos- No mires tanto a Jane.

-Que pasa con Jane?- Dijo Axel al escuchar ese nombre.

-Nada Axel, el chico nuevo- Dijo refiriendose a mí- me estaba diciendo que le parece guapa Lidya, y le he dicho que es amiga de tu novia.

¿Y por eso tanto rollo? ¿Porque es su novia? Que patéticos.- Pensé, y no pude evitar que se me escapara una risita.

-Tranquilo chico- Me dijo Axel- Si Lidya te parece guapa, yo te la consigo. Ya hablaremos sobre esto en el recreo.

Alfredo sonrió aliviado y me guiñó un ojo, como si me hubiera hecho un favor. Sin embargo yo no reprimía mis ganas de mirar a Jane, era muy interesante, de hecho, seguía sentada encima de la mesa, sin inmutarse por los empujones de la celadora.

Mi experiencia con Jane Brown.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora