CAPÍTULO 2

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Intenté no tener más incidentes al menos hasta la hora del almuerzo. No podía contar cuantas veces tuve que repetir mi nombre en cada clase porque lo decía muy bajo. Normalmente no me costaba hablar en clase, pero eso era cuando conocía a las personas que estaban en ellas. No podía decir que mi plan de pasar desapercibida saliera bien después de haber gritado a ese chico. Suspiré e intenté buscar la cafetería. Tras recorrer toda la planta baja, lo encontré. Era una sala amplia con una barra donde las cocineras te servían la comida, era como en las películas. Nada más abrir la puerta escuché el barullo que había dentro. Miré al mi alrededor y visualicé una torre de bandejas apiladas cerca de la barra. Cogí una y puse un plato encima con mi bebida al lado. El menú de hoy era puré de patatas. Podía ser peor. Me puse al final de la cola y esperé pacientemente a qué llegara mi turno. Al cabo de unos minutos noté que alguien se ponía detrás mía en la cola.

-Te acostumbrarás a la comida de aquí. No se puede decir que tenga estrellas michelín, pero comparada con la de otros sitios no está nada mal -me susurró una voz extrañamente familiar al oído y pegué un bote del susto. Al girarme vi al chico de esta mañana. Tenía que levantar la cabeza para poder mirarle a los ojos.

-Muy amable por tu parte -dije y volví a girarme.

-Creo que no nos han presentado. Soy Dylan -dijo mientras me extendía una mano. Me la quedé mirando.

-¿Se supone qué te tengo qué dar la mano después de que me hayas tirado esta mañana? -pregunté enarcando una ceja-. Por no hablar de que me has llamado enana y damisela en apuros.

-No he dicho nada mas que verdades -dijo encogiéndose de hombros divertido.

-Eres un imbécil.

-Y tú una damisela en apuros.

-No. Soy. Una. Damisela. En. Apuros -dije mientras le fulminaba con la mirada.

-Si me dijeras tu nombre sería todo más fácil.

-Sarah -dije mientras avanzaba en la cola. Ya era mi turno. Después de que la cocinera me echará la comida le di las gracias, ella me miró sorprendida. Parece que no estaba muy acostumbrada a que le agradecieran por su trabajo. Miré alrededor sin saber muy bien adónde ir. Vi que había una mesa solitaria, suspiré y me emprendí camino hacía ella.

-Eh, espera -dijo Dylan agarrándome del brazo-. ¿No pensarás sentarte sola, verdad? ¿Qué clase de caballero sería si dejará a una dama vagando por ahí sola?

-¿Siempre utilizas esas frases para ligar? Patético -dije negando con la cabeza.

-Oh, venga ya. Nadie puede resistirse a mis encantos -bromeó-. Sarah, te lo digo en serio siéntate conmigo y mis amigos no les importará. Además, ¿importarles que les lleve a una chica buenorra? -le di un suave puñetazo en el hombro, pero le seguí a la mesa que me indicaba.

La mesa estaba llena de los chicos que antes estaban en el pasillo y algunos más. Alguno de ellos tenían una chica encima insinuándoles y besándoles el cuello. Aparté la mirada con una mueca de asco. Tomé asiento al lado de Dylan y vi que una chica de la mesa de enfrente me estaba fulminando con la mirada. Si las miradas matasen, estoy segura de que yo ya estaría tres metros bajo tierra.


No soy una damisela en apuros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora