CAPÍTULO 9

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Sentí mi nariz contra el cristal. Ayer me olvidé de poner la alarma y... ¡sorpresa! Me quedé dormida y ahora llegaba tarde. A pesar se haber dormido más de la cuenta no me dí cuenta de que la puerta de cristal de la entrada estaba cerrada. Me toqqué con cuidado mi dolorida nariz y noté algo viscoso en ella, me miré los dedos. Me estaba sangrando la nariz. Oh no, ese día no podía ser peor. La suerte de llegar tarde era que no había nadie en los pasillos. Saqué un pañuelo del bolsillo inferior del pantalón y me tapé la nariz con él. Había pasado tantas veces frente a la cafetería que ya sabía dónde quedaba. Llamé tres veces y abrí la puerta lentamente y asomé la cabeza.

La enfermera no era mucho mayor que yo. Tenía una larga melena rubia, ojos azules y pecas sobre la nariz. Me recordaba a las personas inglesas de mi libro de inglés. Genial. No se puede decir que dominara muy bien la lengua, es más todavía no había aprobado ningún examen de este.

-¿Puedo? -pregunté en el umbral de la puerta.

-Adelante -dijo mientras se giraba hacía mí-. Pero, ¿qué te ha pasado en la nariz?

-Podríamos decir que el cristal de la puerta principal y yo, no nos llevamos muy bien -dije mientras me cogía la barbilla y me subía la cabeza para examinarme la nariz. Ella sonrió.

-Por suerte no es más que una simple mosqueta ponte un papel en el orificio y espera a que para de sangrar. Ten -dijo tendiéndome un trozo de papel-. Ahora será mejor que vuelvas a clase.

Para ser sincera no era la primera, ni será la última, vez que me pasaba algo parecido. Sabía que me diría que es una tontería no querer ir a una clase por el simple hecho de llevar un papel en la nariz. Y atenía suficientes enemigas sin razón y ¿ahora me iba a tener que humillar frente a ellas? Ni de coña. Salí de la enfermería y me dirigí al baño a esperar que mi nariz dejara de sangrar. Cuando al gin paró fui hacía la puerta de la siguiente clase que me tocaba y me senté frente a la puerta. Cogí los auriculares de la mochila y empecé a escuchar música tranquilamente con los ojos cerrados, meneando la cabeza al ritmo de la música. Alcé la cabeza cuando noté que alguien me tocaba el hombro. Era Dylan.

-¿Qué haces ahí tirada?

-Esperar, ¿me ayudas? -pregunté tendiéndole una mano y él me ayudó a incorporarme. Cuando vi que la gente empezaba a entrar en clase, entré yo también.

Dylan me siguió-. ¿Ahora me acosas?

-Vengo a clase -respondió encogiéndose de hombros y me lo quedé mirando-. Al parecer compartimos clase, mi linda dama en apuro -dijo en tono burlón. Gilipollas.

-¿Ya está otra vez con eso? -bufé-. ¿Cuándo te vas a enterar que ni yo soy una damisela en apuro, ni tú eres un caballero? -dije mientras me sentaba al final de la clase. Él se sentó a mi lado.

-Eh, Meghan -le susurró a la chica que estaba delante nuestra-. ¿No crees que soy todo un caballero? -preguntó guiñándole un ojo.

-Eh... Cla... Claro -contestó la chica ruborizada.

-¿Lo ves?

-Esa chica estaba, literalmente, babeando. Eso no vale.

-¿Y quién no lo hace? -dijo en tono arrogante y rodé los ojos.

Empecé a sacar las cosas de la clase, mientras fingía que no me daba cuenta de que me estaba mirando fijamente. Cuando pareció aburrido de mirarme la espalda también empezó a sacar sus libros. A los pocos segundos entró la profesora con cara de amargada. Mala señal.

-Chicos, sacad una hoja. Examen sorpresa -¡¿QUÉ?! Si ni siquiera me había dado tiempo abrir el libro. Inmediatamente esa profesora fue a mi lista negra. Paseó por toda la clase entregando hojas. El examen no era de un tema en especial, parecía que se le habían ido ocurriendo preguntas y las había estado escribiendo en el papel.

-Ya te acostumbrarás -me susurró Dylan al notar mi evidente mal humor.

Refunfuñé y empecé a hacer el examen.

Nombre Sarah Jackson.

Fecha: Hoy.

¿En qué batalla murió Napoleón? En la última.

¿Dónde fue firmada la declaración de la Independencia? Al final de la hoja.

¿En qué estado corre el río Ebro? Líquido.

¿Cuál es la principal causa del divorcio? El matrimonio.

¿A qué se parece la mitad de una manzana? A la otra mitad.

¿Qué NO se puede tomar nunca en el desayuno? El almuerzo y la cena.

¿Cómo se puede levantar a un elefante con una sola mano? Nunca vamos a ver a un elefante con una sola mano

Si tengo 6 botellas en una mano y 5 en la otra, ¿qué tengo? Un problema con el alcohol, además de unas manos muy grandes.

Me levanté tranquilamente y le dejé el examen encima de la mesa. Salí de la clase y al poco después salió Dylan.

-¿Sabes que vas a suspender, verdad? -me preguntó divertido.

-¿Te estabas copiando?

-Al ver tus ingeniosas repuestas decidí parar. No me gustaría atribuirme el mérito.

La verdad es que de la siguiente clase no recuerdo mucho. Sólo que me quedé dormida mientras hablaba de no sé que rollo. Anoche no había dormido muy bien y me estaba pasando más factura de la que creía posible.

Por suerte, ya era la hora de descanso. Me acerqué a la taquilla y tiré las notas que encontré dentro sin pararme a leerlas. Cogí las siguientes asignaturas y fui a la cafetería. En la cola, detrás de mí se puso Ashley, genial. Llegó y mi turno y cuando cogí todo lo que necesitaba me senté con los chicos. Los saludé y noté como se mojaba mi mochila, miré quien era el/la idiota que había tirado su bebida encima de ella y vi a Ashley con una sonrisa de superioridad.

-¡Uy! Lo siento. No me había dado cuenta de que esa "mochila" estaba ahí. Mira el lado bueno ahora ya tienes excusas para que tu papi te compre una nueva -dijo mirándome maliciosamente. Los chicos me miraron algunos con expectación y otros con compasión, pero para mi eso era lo de menos. Me había insultado a mí, vale, pero también había insultado a mi padre. Y por eso no estaba dispuesta a pasar. Me levanté bruscamente.

-¡ZORRA!-grité mientra me abalanzaba sobre ella para darle un puñetazo, cuando mi mano estaba a punto de impactar en su mejilla, alguien me agarró de la cintura atrayéndome hasta su pecho y me separó bruscamente de ella-. ¡SUÉLTAME! ¡LA VOY A MATAR! -dije pateándole las piernas a quién fuera que me estaba agarrando.

-Sarah, para. Cálmate -susurró Dylan en mi oreja.

-OH, ¿QUÉ ME CALME? Y UNA MIERDA. LE VOY A PEGAR LA PALIZA DE SU VIDA A ESA PUTA -dije y empecé a pegarle más fuerte. Joder, era como una pared.

-Se acabó -dijo mientras me alzaba y me sacaba fuera del edificio.

Cuando el viento me golpeó en la cara, me hizo enfadarme aún más. Me volví hacia él furiosa.

-¡¿Por qué me has sacado de ahí?! ¡No tenía derecho a hacerlo! -le espeté clavándole el dedo en el pecho.

-¡¿Quería que te expulsarán?! ¡¿Querías eso, eh?! -me espetó el también furioso.

-¡Me da igual que me expulsen! ¡¿Qué pasaría?! ¡¿Qué no volvería a ver a esas zorras nunca más?! ¡Pues que me expulsen! -grité y él respiró hondo.

-Sarah se que es difícil perder a un padr...

-¡Tú no sabes una mierda! ¡Se acabó!

-¿Qué quieres decir con "se acabó"? -preguntó sorprendido, pero yo ya me alejaba de él corriendo.

Pensaba que estar en Madrid iba a ser como estar viviendo un sueño. Hacer borrón y cuenta nueva. Que podría superar la muerte de mi padre, pero me equivocaba. Desde que ha llegado mi vida no ha sido más que un infierno. Había conocido a los chicos, sí, pero si para estar con ellos tenía que soportar insultos diarios que metieran a mi padre en ellos. No estaba muy segura de que valiera la pena.


No soy una damisela en apuros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora