CAPÍTULO 14

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Me desperté tumbada en la cama y rodeando a Bryan con los brazos. Intenté separame de él rápidamente, pero sin despertarle. Cuando al fin logré fui a ducharme para poder ir a por churros. Salí y respiré hondo, al coger por palillero vi una melena que me sonaba de algo. Ese pelo lo había visto en algún sitio... ¡Abie! Corrí corriendo hacía ella y le abracé por la espalada.

-¡Suéltame ladrón! -me gritó, mientras su codo impactaba en mi estómago. Me doblé por la mitad y gemí de dolor, dios cuanto la había extrañado -. ¿¡Sarah?! ¡Sarah! -se abalanzó sobre mí y me abrazó-. ¿Cómo estás ? Pero, ¿no estabas en Madrid? ¿Qué haces aquí? ¿Has roto muchos corazones?

-Shhh, todo el mundo nos está mirando -dije mientras le tapaba la boca con la mano-. Estoy bien, he decidido volver y tenía ganas de hacerlo y no, no he roto muchos corazones. ¿Has ido al gimnasio? -dije sobándome el estómago y ella me miró arrepentida.

-Lo siento...

-No es nada. Voy a por churros, ¿vienes? -le pregunté y ella asintió.

Nos dirigimos juntas a la Plaza de Abastos charlando de lo que habíamos estado haciendo desde que me fui. Aunque no hubiera mucha distancia me enteré de muchas cosas. Le había echado el ojo a uno del colegio, había habido una pelea tan grande en el que fue hasta la policía y se había al equipo de fútbol. Al llegar al puesto de los churros, vi que había una gran cola y con un suspiro me coloqué al final de ella. Abie se iba a despedir cuando me di cuenta de que no le había invitado a desayunar con la emoción. No quería que se fuera aún. Tenía muchas que contarle.

-¿Vienes a desayunar a mi casa?

-De acuerdo -dijo, pero luego pareció acordarse de otra cosa-. ¿Qué? ¿Conociste a alguien interesante en Madrid? -me interrogó.

-No me dio mucho tiempo conocer gente nueva, pero sí, conocí a varios chicos -admití y alzó las cejas.

-¿Alguien a quién especialmente echar de menos? -pensé inmediatamente en Dylan, pero él no era a lo que se refería Abie.

-No salí con nadie -le contesté a la pregunta no realizada.

-No es eso lo que te he preguntado -me dijo y levanté una ceja-. Vale, de acuerdo. Me refería a eso -se quedó unos minutos en silencio-. Te he extrañado mucho, Sarah.

-Yo también -admití mientra la abrazaba. Avanzamos en la cola hasta que llegó nuestro turno para pedir. Cuando tuvimos los churros en las manos subimos para la calle San Miguel que era el camino mas corto para ir Calle Ancha.

-¿No es demasiado duro estar aquí? -me preguntó cuando llegamos al portón de mi casa.

-Sí, pero no creo que a mi padre le hubiera gustado que no pueda estar en casa por su recuerdo. Él querría que fuera feliz -dije mientras buscaba las llaves y ella asentía. Cuando la encontré me acordé de algo-. Abie, aquí dentro está Bryan. Vino ayer a pedirme perdón y a ver como está.

-¿Ha dormido aquí? -exclamó sorprendida.

-Sí... Me ayudó a limpiar la casa y al limpiar el cuarto de mis padre vi unas fotos y me derrumbé. Nos quedamos dormidos mientras lloraba -le expliqué omitiendo el detalle de que lo até a una silla-. Oh, vamos, sabes que odio que me miren con compasión. Y más tú.

Abrí la puerta y nos encontramos a Bryan sentado en el sofá mirando mi teléfono, que me lo había dejado aquí. Parecía preocupado. Cuando se dio cuenta de nuestra presencia levantó la cabeza bruscamente para luego abrir los ojos sorprendidos al ver a Abie conmigo.

-¿Dónde has estado? -me preguntó preocupado y levanté la manos en la que sujetaba el paquete de churros.

-¡¿Se puede saber que diablos haces con mi móvil?!

-Eh, no es culpa mía que haya empezado a sonar y me haya despertado.

-¿Lo has cogido?

-No, ¿querías que lo cogiera? -preguntó confundido.

-No. ahora dame -le espeté mientras extendía la mano para que me pusiera el móvil.

Tenía una llamada perdida de mama y otra de Dylan. También había un mensaje de un número desconocido.

A lo mejor no tengo contigo la misma relación que tienes con Dylan, pero creo que al menos me merecía una explicación, un adiós o algo. No fue justo que ni siquiera me dijeras nada y que encima tuviera que tratar con la rabieta de Dylan. Pero sea como sea, espero que estés bien. Imagino que tendrás tus razones para haberte ido así de repente sin despedirte.

Suerte por el Sur, Ray.

Leí el mensaje atentamente, pensando en qué respuesta podría mandarle como explicación. Él estaba en línea

Siento haberme ido sin despedirme (nunca se me han dado bien las despedidas). Muchas gracias por todo Ray, y sobretodo gracias por no haberte enfadado por haberme marchado así como así. Nunca pensé que se les podía coger tanto cariño a unos idiotas. Creeme, no fue fácil para mí irme sin deciros nada, pero sí es verdad que me resultaba más fácil que decir adiós. Y sí, estoy bien. Espero que no volváis a dejar una chica en toalla en su primer día de clase. No triunfaréis mucho con ellas. (El que avisa no es traidor). Y entre Dylan y yo no hay NADA, sí es verdad que estaba más unido a él, porque fue a la primera persona que conocí allí y que me ayudó. Siento que tuvieras que lidiar con su rabieta, dile de mi parte que es un gilipollas y que no es ningún caballero, que no se le olvide. En serio que no se le olvide.

PD: ¿Debería preocuparme por saber cómo has conseguido mi número?

Después de releer varias veces el mensaje, le dí a enviar. Esperé ansiosa su respuesta. Ya apareció el doble tick azul. Eso siempre delataba a las personas. Podría haber llamado yo misma a Dylan, pero sinceramente no tenía ganas de lidiar con sus rabieta (aunque ya se haya desahogado con Ray). Apareció escribiendo en la pantalla y luego desapareció,ese día no iba recibir respuesta. A lo mejor se había cabreado conmigo y no me había dado cuenta.

-¿Quién es Dylan? -me preguntó Bryan y le miré bruscamente.

-¡¿Has leído el mensaje?! -le espeté-. ¡No tenías derecho a hacerlo!

-Se abrió automáticamente -se intentó justificar.

-Para que se abra hay que desbloquear el móvil, imbécil.

-No has cambiado la clave de tu móvil, pero tu en cambio sí.

-Todos hemos cambiado.

Estuvimos hablando del último curso, justo antes de que mi padre muriera. No me acordaba de cuando le grité un profesor ¡Patillas! De cuando estábamos en clase mirando la catedral y me cató a mí. De cuando Abie le tiró unos espaguetis en la cabeza a uno por llamarla puta y Bryan le pegó un puñetazo. Hacía tiempo que no me reía tanto.

Cuando nos aburrimos de hablar, empezamos a jugar al Pictionary, que se me daba especialmente mal- nunca adivinaba nada y si me tocaba dibujar ya no os cuento. Llevábamos unas tres partidas cuando llamaron a la puerta. Me acerqué mientras reía de algo que había dicho Bryan, pero la sonrisa se me borró al ver quien estaba al otro lado de la puerta.

Dylan.


No soy una damisela en apuros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora