CAPÍTULO 16

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Intenté divisarlo entre la multitud, pero era imposible. Le pregunté a unas señoras si había visto a un a Dylan (obviamente los describí), tras hacerles reverencia corrí hacía dónde me habían indicado. La cortesía ante todo. Cuando lo vi, cerca de la Alameda, corrí aún más rápido hacía él.

-No tenía... no tenía ni idea de lo que le había pasado a tus padres. Lo siento mucho Dylan -le dije sin aliento.

-Claro que no tenías ni idea. Sólo te preocupas por ti misma -me miró con los ojos rojos y eso me rompió el corazón. No pude resistirme y le abracé, él se quedó rígido por un momento, pero luego me abrazó-. Nunca me dejaste demostrarte que era un caballero -susurró contra mi pelo y sonreí.

-Es que nunca lo has sido, al igual que yo nunca fui una damisela en apuros -le dije con la voz ahogada contra su pecho-. ¿Qué les pasó? -le pregunté mientras me separaba.

-Ellos eran unos empresarios muy importantes, cada dos por tres se iban de viaje. No se puede decir que yo fuera el hijo ideal. Cada vez que se iban, montaba una fiesta en casa, en la que esta la mayoría de las veces quedaba destrozada. Antes de que partieran para ir a Estados Unidos para un viaje de negocios, me peleé con ellos. Decía que el fútbol no me iba a llevar a nada, que sólo era una pérdida de tiempo, pero las fiestas y el fútbol me daban la vida. Les dije que al menos yo iba a poder estar allí para poder cuidar de mis hijos. Ahí fue cuando mi padre dijo que no pensaba que fuera la mejor persona para tener un hijo montando una fiesta cada noche y emborrachándome. Ahí fue cuando empezó la discusión. Nunca la llegamos a acabar porque llegaban tarde a coger el avión. Cuando la puerta se cerró tras ellos me tiré en la cama y empecé a criticarles mentalmente hasta que me quedé dormido. A los pocos minutos me despertó el sonido del teléfono, el coche de mis padres se había accidentado. Fue culpa mí, Sarah. Si no hubiéramos discutido quizás mi padre hubiera estado mas atento a la carretera -dijo mientras se le empañaban los ojos.

-Escúchame Dylan. No. Fue. Culpa. Tuya -le susurré mientras cogía su cara entres mis manos-. Eres de las mejores personas que he conocido. Y aunque me cueste admitirlo a veces incluso caballeroso. ¿Sabes qué? Me arrepiento de haberme ido y haberos dejado a ti y a los chicos. Tú no le haría daño a nadie, no a propos... -nunca pude acabar la frase porque Dylan me besó.


No soy una damisela en apuros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora