Me senté encima de la mochila y volví a intentar cerrarla. Nada. Saqué 4 de los 10 paquetes de chuches que llevaba y touché. Por fin la aleta estaba cerrada. Miré el cuarto en el que he estado estas semanas y esperé sentir tristeza, pero nada mas que veía una habitación habitación vacía en la que había estado durmiendo. Suspiré y bajé la pesada mochilas por las escaleras. Mi madre estaba en la puerta con un pañuelo en la mano. Cuando llegué abajo me dio un fuerte abrazo.
-Cuídate. Come bien y si necesitas ayuda por cualquier cosa llama a la señora Paty. Seguro que estará encantada de hacerte galletas. No olvides llamarme cuando llegues y...
-Mamá estaré bien. Además solo es hasta que acabe el curso, ¿recuerdas? Y vendré en Navidad -dije sonriéndole.
-Sólo faltaba que me dejaras sola en Navidad -dijo y puse los ojos en blanco.
-Te quiero mamá -dije antes de darle otro abrazo y salir.
¿No os pasa que por muy temprano que te prepares siempre llegas tarde? Pues a mí sí, y constantemente. Corrí lo más rápido que pude hacía la puerta del tren, que ya se estaba cerrando. Sin querer empujé a un hombre y empezó a soltarme groserías. Seguí corriendo mientras le gritaba una disculpa. Como no me diera prisa iba a perder el tren, pero por suerte llegué. El conductor me fulminó con la mirada y volvió a abrir la puerta a regañadientes. Tiene que estar cansado de ir de un sitio a otro. Suspiré y divisé un asiento libre, me senté y saqué el móvil para ver una película. Ya lo cargaría, otra vez, cuando llegara a casa. Casa. Aún no me lo podía creer. Me sentía decepcionada de que no hubieran las cosas como había planificado, de verdad que quería que funcionaran. Pero todo se empezó a torcer.
Quería pasar desapercibida y no se me ocurre otra cosa que juntarme con los chicos más populares y ser considerados una puta por las chicas y el resto de los chicos. Eso no me importaba tanto, lo que de verdad me importaba es que utilizaran a mi padre para insultarme. Y ahora que sabían que ese era mi punto débil iban a ir a por todas. Noté que una lágrima resbalaba por mi mejilla y me apresuré en limpiarla. No quería la compasión de nadie.
Me puse los cascos y busqué algo que ver en Netflix (la mitad de mi vida). Me dio tiempo ver dos películas en el trayecto en tren. Por suerte se me había ocurrido traerme el cargador portátil si no no hubiese podido ver ni media.
Cuando bajé del tren respiré hondo, olía a mar. Cuanto había echado de menos ese olor. Cuanto había echado de menos mi precioso Cádiz porque un gaditano nace en cualquier parte. No pensaba que lo había echado tanto de menos. Estaba enamorada de sus gentes y calles. Era mi tacita de plata. Sonreí mientras arrastraba mi maleta por sus calles. Si Madrid era estresante, Cádiz era todo lo contrario, se respiraba buen rollo por las calles. Fui a la plaza San Juan de Dios y después a la catedral camino a la Caleta, vivía por la calle Ancha que no se podía decir que me cogiera muy cerca de la playa, pero quería volver a ver todas esas calles por las que tantas veces he caminado, crecido y vivido.
En Cádiz no pasaba nada, eso estaba claro. Pero lo que no se le puede negar es que se le cogía cariño a esta ciudad. Después de dar una larga vuelta, me paré frente a mi casa y respiré hondo. No estaba preparada para ver mi casa vacía y con polvo. Miré al balcón y vi el cartel de se vende con el número de mi madre. Ya sabía que era lo primero que iba a hacer. Cuando abrí la puerta lo primero que vi fue el sofá cubierto por una manta. Y polvo, mucho polvo. Se me ha olvidado mencionar de que soy alérgica al él. Así que me esperaba un largo día.
Cogí mi móvil y puse una playlist de Sia. Quité el cartel y me puse a limpiar. Cuando estaba gritando a todo pulmón, sonó mi teléfono interrumpiendo la canción. Era Bryan, mi exnovio y exmejor amigo. Lo cogí después de unos segundos dudando.
-¡Sarah! ¡Tu madre me ha contado que has vuelto! ¡Abre la puerta, estoy fuera! -dijo eufórico a través del teléfono y dudosa abrí la puerta. Y ahí estaban sus ojos verdes de los que una vez estaba enamorada y a los que una vez le confiaba todos mis secretos.
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No soy una damisela en apuros
Teen FictionSarah es nueva en el instituto High School. Intenta pasar desapercibida hasta que conoce a Dylan, uno de los jugadores de fútbol más importantes del instituto, por accidente y se hacen amigos. Ella al principio no sabe que él es popular y sin darse...