Capítulo 2 - Primeros meses

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Alice

Estaban en la playa, o eso creía Alice.

Tenía apenas dos meses de vida, mientras que Keyla ya gateaba con una soltura envidiable. Mientras que el padre de Alice la grababa con un viejo aparato mientras la niña reía y "hablaba", Nina sostenía en brazos a su hija y le cantaba una nana, para que se durmiera.

Cosa que Alice, por el momento, no tenía la menor intención de hacer. No si esa simpática niña estaba con ella, no si podía jugar con ella.

Alice abrió los ojos por enésima vez, y su madre se rindió ante la perspectiva de que no iba a conseguir dormirla. Resignada, la dejó sobre la toalla, y comenzó a hablar con Lauren, que, por un rato disfrutaba de algo de tranquilidad, ya que Keyla jugaba son Harry, el marido de su amiga. Por su parte, Bradley, su propio marido, no había podido acudir, ya que ese día trabajaba. Aunque eso a Lauren no le importaba, ya que junto a su amiga y las hijas de ambas se lo estaba pasando genial.

Aún así, Alice la veía fruncir el ceño levemente, como si percibiera algo, una leve sombra de la ausencia de su marido. Gorjeó tratando de llamar su atención, y la mujer le dedicó una deslumbrante sonrisa y le acarició su suave cabello castaño. Inmediatamente, volvió su mirada hacia su hija, alarmada, al oír el débil llanto de la niña. Se levantó rápidamente hacia un desconcertado Harry, que observaba a Keyla sin saber muy bien qué hacer.

La niña sollozaba desconsolada, había caído boca abajo al jugar con el hombre, y se había arañado la barbilla con una afilada concha que reposaba sobre la arena, ahora manchada en sangre, con la sangre de Keyla, cayendo sobre la arena y haciendo palidecer a Lauren.

La mujer se inclinó sobre el bebé, y Harry le explicó precipitadamente que estaba intentando que se incorporara, que se levantara, y que lo había conseguido cuando tropezó con sus propios pies y cayó sobre la arena. La mujer asentía, mortalmente pálida, mientras la niña seguía llorando entre sus brazos, manchando su bañador con sangre.

Fue finalmente Nina la que reaccionó y, dejando a Alice a cargo de su padre, recogió todas sus cosas y las de su amiga y condució hasta el hospital.

Cuando, dos horas después, Harry fue con Alice al hospital, descubrió que en algún momento Lauren había llamado a su marido, que estaba sentado allí, en una silla, con el rostro demacrado por la preocupación y el cansancio. Con un gesto, lo invitó a sentarse a su lado, y acarició los dedos de Alice con una sencilla sonrisa.

A continuación, ambos comenzaron a intercambiar opiniones, comentarios triviales, cualquier cosa para enmascarar la tensión que se palpaba en el aire. Cuando comenzaron a hablar de política, Alice, aburrida, se recostó contra el regazo de su padre y éste la rodeó con un brazo protector, hasta que se sumió en un profundo sueño.

Cuando despertó, se encontraba en una blanca habitación de hospital, y ya no estaba en los brazos de su padre, sino que estaba metida en su carrito.

Movió los pies, tratando de llamar la atención de su madre, pero ella se limitó a posar una mano sobre su cabeza, acariciándola, sin girarse para mirarla. Cuando se fijó, Lauren estaba absorta en las palabras que pronunciaba el doctor, como una sentencia de muerte para la pequeña.

Al final no fue para tanto. Le hemos cosido la herida, dijo, y no había tenido consecuencias más graves. Ahora sólo hay que vigilar que no se infecte y que cicatrice correctamente.

Lauren asentía, aliviada, estrechando a Keyla entre sus brazos.

Cuando salieron de la habitación, las mujeres se despidieron con un suave abrazo. Alice miró a Keyla, ella me devolvió una mirada cansada. Observó su barbilla, cuya herida desentonaba con sus dulces facciones de bebé. Frunció el ceño.

Tardaron mucho tiempo en volverse a ver.

Memorias de una lesbiana (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora