Keyla corría de un lado a otro, preparando cosas. Ese día, el 28 de septiembre, era el cumpleaños de su amiga Alice, y había acordado con el marido de ésta que iba a celebrarle una pequeña fiesta sorpresa, que se celebraría en su casa.
Resopló mientras llevaba corriendo las cosas a la mesa, colocaba una pancarta hecha por ella y Alexander, y colocó las sillas en torno a la mesa. Melanie dormía plácidamente un par de metros más allá, tumbada en el sofá. Su madre sonrió al verla, y trató de hacer el menor ruido posible. Ya tenía nueve meses, pensó. Y parecía que fue ayer cuando sonreía cansinamente, postrada en una cama en el hospital y con su pequeña hija a su lado.
Presentía que ella y Sky iban a ser grandes amigas, como lo eran sus madres. Ambas se habían puesto de acuerdo para matricularlas en la misma escuela, en la que Keyla era profesora y que estaba cerca de la casa de Alice. Pese a que era muy temprano para pensarlo, ambas ya lo tenían todo planificado, ya que deseaban de verdad que su amistad fuera hermosa y duradera, como la de sus antecesoras.
Colocó la tarta en el centro de la mesa, y esparció unas cuentas brillantes a su alrededor. La decoración era exactamente igual a cuando eran pequeñas, y nunca habían querido cambiarla. Vasos y platos de colores, batido de fresa, la tarta de chocolate que preparaba su madre. Había ido esta misma mañana a recogerla, y esperaba que a las niñas les gustara. Faltaba poco para el suyo propio, que era el 14 de febrero, y sabía que Alice le haría algo semejante a lo que ella estaba haciendo.
Así que colocó su regalo en una mesita auxiliar, junto al de Andreas, su marido, que, como siempre, no había podido acudir. Cuando ha creado una pirámide perfecta con todos los bultos, se da un ligero golpe en la sien y se ríe suavemente, recordando tiempos pasados que no volverán. Mira a Melanie. Aunque no vuelvan, quizás ella y Alice puedan vivir lo mismo que vivieron sus madres.
- ¡Feliz cumpleaños!
Alice abre unos ojos como platos cuando repara en todo lo organizado por su amiga, e inmediatamente deposita a la pequeña Sky en brazos de su padre para lanzarse a los de Keyla. Sin poder reprimirse, a la mujer se le escapa un débil sollozo, y acto seguido, la otra comienza a llorar también.
- Eres gilipollas -le dice.
- Y tu -dice Alice limpiándose las lágrimas.
- Te quiero.
- Y yo -ambas vuelven a abrazarse, sollozando ya sin ningún disimulo. Cuando se separan, comienzan a reír como las adolescentes que fueron, y que no volverán a ser.
- Dios, esto me recuerda a cuando tu primer novio cortó contigo -dice Keyla, riendo.
Alice abre mucho los ojos, dejando escapar una carcajada.
- Vaya cabrón.
- Pues sí -dice Keyla solamente.
Ambas se acercan, entrechocando sus frentes.
- ¿Y te acuerdas de cuando...?
Alice le dispara una mirada alarmada, aún enredada en sus brazos, pero es sustituida por una expresión tierna y nostálgica.
- Cómo olvidarlo.
Alexander interrumpe el particular momento de las mujeres.
- ¿Eh... Alice?
Ella se separa de su amiga y le dirige una inescrutable mirada a su marido. Justo en ese momento, llega Andreas sudoroso, con una sonrisa en sus labios, que se congela al ver lo que ocurre. Frunce el ceño.
- ¿Keyla? ¿Esto... va todo bien? Tenía entendido que esto era una fiesta. ¿Qué pasa? ¿Por qué Alice me mira así?
La mujer posa una mano sobre el hombro de su amiga, cuyas facciones se suavizan visiblemente ante su contacto.
- Alexander, Andreas, sentaros en el sofá, por favor. Alice y yo tenemos que contaros algo.
ESTÁS LEYENDO
Memorias de una lesbiana (Pausada)
RomantiekPara Alice, Keyla siempre estuvo ahí. Para Keyla, Alice siempre estuvo ahí. Desde el principio, ambas fueron grandes amigas. De las de siempre. Y cuando digo de siempre, digo de siempre. Se conocen desde el mismo nacimiento. ¿Y si, tras quince añ...