Keyla
Cuando mi madre me vistió con aquel horrible vestido de flores, que a ella tanto le gustaba, me preparé para lo peor. ¿A quién visitaríamos esta vez? ¿Alguna vieja amiga de mamá que había tenido un hijo? ¿Un compañero de la universidad? ¿Algún conocido de papá del trabajo? ¿Nos habían invitado a una aburrida cena con los profesores de la escuela de mamá?
Cada posibilidad se me planteaba más tediosa que la anterior, pero sabía que, si me portaba mal para arruinar la velada, me castigarían, así que opté por ser lo más arisca y desagradable posible. No saludaría, no sonreiría, no sería una niña mona para enorgullecer a mis padres. Me dormiría lo antes posible, y la comida... bueno, vale, la comida me la comería.
Cuando me montaron en el coche, ignoré todas las carantoñas de mis padres. Al llegar al horrible y pijo restaurante, descubrí la verdad: no era ninguna amiga, ni compañero de universidad, ni conocido de papá del trabajo, ni profesores de la escuela de mamá. Era, nada más ni nada menos, el señor James.
El señor James es el médico de cabecera de mi madre, y, por consiguiente, mío también. Aunque no era pediatra, se encargaba de mi salud tanto como la de mi madre.
Estaba muy serio, y me comencé a plantear que quizá no hubiera quedado con nosotros, porque solía darle dos besos a la gente o estrecharle la mano. Sin embargo, lo máximo que hizo fue hacerle un gesto a mi madre para que se sentara en la mesa reservada, e ignoró por completo a mi padre.
- Buenas noches, Lauren. -dijo, con tono neutral. Mi padre le ofreció su mano, pero el señor James le dirigió una mirada inescrutable. Cuando posó sus ojos sobre mí, sentí un escalofrío que recorría mi espalda.
Mi padre tomó asiento, confundido.
- Bueno, James, me da la impresión de que estás más serio que de costumbre. ¿Qué pasa?
Él suspiró, y algo parecido al arrepentimiento cruzó su rostro.
- ¿Por qué no se lo cuentas tú, Lauren?
Ella estaba cabizbaja, y me sentí espectadora de una conversación que no quería oír, como si no formara parte de ello. Ella le dirigió una mirada a su marido y musitó:
- Estoy embarazada.
Bradley abrió mucho los ojos. Enterró el rostro entre las manos y cuando volvió a mirarla, tenía los ojos llenos de lágrimas.
- Eso... eso es una gran noticia, cariño.
Ella sonrió tímidamente y se dejó abrazar por su marido, sin corresponderle. Cuando él miró al doctor, apreció su gesto grave y preocupado.
- ¿Qué ocurre?
Él suspiró.
- Espera. Me estáis ocultando algo.
Mi madre emitió un quejido lastimero.
- ¿Qué ocurre? ¿Está enfermo?
El señor James negó con la cabeza.
- ¿Quieres contárselo tú, Lauren? -dijo, con un tono suave que estaba claramente estaba fuera de lugar. Ella negó con la cabeza- Bien. Lo haré yo -dijo, girándose hacia mi padre- Señor Thompson, me temo que el hijo que espera su esposa no es suyo.
Él frunció el ceño.
- ¿Está insinuando que mi mujer, Lauren Thompson, me ha engañado?
El señor James no respondió, pero le dirigió una mirada significativa.
- Eso es... es absurdo. Por favor -dijo, y había un matiz de desesperación en su voz- Lauren, dime que es una broma. Dime que este tío está loco.
Ella negó con la cabeza, sollozando.
- ¿Es cierto, pues?
Ella alzó sus ojos, enrojecidos por el llanto, hacia él. Con una mirada bastó. El señor James los interrumpió:
- Señor, si no le importa, yo podría...
Mi padre lo fulminó con la mirada, haciéndolo callar.
- No recuerdo haber pedido su opinión, señor James. Cuando quiera, puede callarse, y se lo recomiendo: esto es asunto de mi esposa y mío. De hecho, no sé siquiera qué hace aquí.
Él alzó la barbilla, desafiante.
- Yo si lo sé, señor Bradley. Resulta que ese niño no es suyo, sino mío.
Nunca había visto a mi padre pegar a nadie. Aunque era un bebé, lo entendía; no sabía exactamente qué era lo que estaba pasando, pero mamá estaba llorando, y la expresión del señor James no me gustaba nada. Su labio inferior sangraba, pero no parecía importarle.
- Vete de mi vida y de la de mi mujer, pedazo de capullo. Te lo advierto por última vez: ese hijo será tuyo, pero esta vida es mía, y mi mujer no tiene la culpa de haberse quedado embarazada de un hijo de puta. Así que vete. Ahora.
Cuando se marchó, yo seguía encogida en mi carrito, asustada, en parte porque no entendía lo que ocurría, y en parte porque tenía miedo. ¿Que le pasaba a mi mamá? ¿Por qué mi papá estaba tan enfadado?
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Memorias de una lesbiana (Pausada)
DragostePara Alice, Keyla siempre estuvo ahí. Para Keyla, Alice siempre estuvo ahí. Desde el principio, ambas fueron grandes amigas. De las de siempre. Y cuando digo de siempre, digo de siempre. Se conocen desde el mismo nacimiento. ¿Y si, tras quince añ...