Don't

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Regina

El agua estaba fría, pero no la notaba.

Mi madre estaba muerta. He de admitir que el destino tiene sentido del humor; hacer que entre en razón y quiera redimirse y entonces la maten.
Pero supongo que todos, tarde o temprano, han de pagar por sus pecados.

-¿Regina?- La voz de la rubia me reclamó. -¿Estás bien?-

Yo asentí porque ¿qué iba a hacer, decir que no?

-Voy a...tirar esta ropa...-

-Esa podrías haber sido tu.- Me dirigió la mirada. -Prometeme que no...-

-Te prometo que no hará falta.- Aseguró la sheriff. -Voy a mandarlos de vuelta al Bosque Encantado.-

-¿Como?- Cerré el grifo. -¿Esque has perdido la cabeza?- Salí de la ducha y me envolví en la toalla.

-Tengo un plan.-

-No.- Me acerqué a ella. -Emma Swan, cada vez que dices eso...-

-Lo digo en serio, Regina.- Insistió. -Sé dónde encontrar una judía mágica, y la usaré contra ellos.-

-Emma, ya perdí a mi padre y ahora a mi madre...No quiero que a ti te pase lo mismo.- Negué.

-Yo no voy a perderlos, Regina. Nunca los he tenido.- Argumentó. -Y no voy a permitir que te hagan más daño. Se han pasado de la raya, y no pienso perdonarselo.-

-Es muy peligroso.- Apoyé mis manos en sus hombros.

-Tendré cuidado.- Dijo mirándome a los ojos.

-No puedes hacerlo sola.- Sería una locura.

-Tu tienes que quedarte con Henry.-

-Soy muy capaz de...-

-Lo sé.- Me cogió las manos. -Pero es algo que debo hacer yo.-

-Creí que éramos un equipo.- Arqueé una ceja.

-A mi no me pegaran un tiro.- Recordó. -Ya has visto lo que iban a hacerte. La próxima vez no será tu madre la que intercepte la bala, seré yo.-

-¿Que? No.-

-Si voy yo sola no hará falta.- Argumentó. -Me llevaré el móvil y te llamaré si pasa algo. Todo saldrá bien.-

-Emma...- Apreté sus manos.

-Volveré en dos horas como mucho.- Se hizo la valiente.

-Tengo que enterrarla...- Bajé la mirada. -Emma, no puedo dejarla ahí...-

-Ya, en cuanto a eso...- Frunció el ceño. -Se ha convertido en cenizas...-

-Pues la meteré en una urna.- Intenté no pensar en ello. -Tengo que llevarla a mi cripta para que esté con su corazón...-

-Está bien, llévate a Henry.- Sugirió. -Allí no pueden entrar, ¿verdad?-

Yo asentí, me dio un beso y se fue escaleras abajo.

¿Como me había convencido?

Me vestí de negro, como no. Tengo demasiados vestidos de ese color porque me siento a gusto en la tristeza, así me acostumbro y no duelen tanto días como este.

Me llevé a Henry en una de mis nubes moradas y aparecimos en mi cripta.

-Aquí estás a salvo...- Prometí dejándolo en el piso superior.

-¿Puedo ir contigo?- Preguntó algo triste.

-¿Quieres venir?- Y ante mi sorpresa, asintió. -Claro...- Le tendí mi mano y él la cogió.

Bajamos las escaleras y le pedí que tuviera cuidado con lo que tocaba.
Me fijé en ese nuevo pasillo y supe que era para ella.

Inspiré profundamente y me cortó un leve sollozo. Solté la mano de mi hijo para poder hacer aparecer una urna que contuviera las cenizas de mi madre.

Me quedé mirando mi reflejo en la urna, sin poder decir nada, sin saber qué sentía siquiera.
 
-No me hiciste ningún bien...- Intenté empezar. -Pero me querías a tu manera...- Noté como se empapaban mis ojos. -A veces hacemos daño a quienes más queremos...Y cuando intentamos repararlo, ya es demasiado tarde...-

Suspiré y apreté los dientes para no dejar escapar ninguna lágrima. Cerré los ojos y apreté fuertemente la urna.

-Mentiría si dijera que puedo olvidar el pasado...Pero esta maldita cripta crea sepulcros para todos mis seres queridos.- No pude ocultar mi sollozo. -Resulta que al final si teníais cabida en mi vida, madre.- Rompí a llorar.

Sentí la mano de mi hijo sobre mi hombro y le dediqué una temblorosa sonrisa.
Asentí y di unos pasos adelante para dejar la urna en el estante de piedra.
Suspiré y volví atrás.

Sequé mis lágrimas y me recompuse.
-No fue una madre perfecta...- Intenté sonreír. -Pero tampoco lo fui yo...-

-¿Pero qué dices?- Henry llamó mi atención. -Si que lo eres.-

Ese comentario me hizo reír. Ni él mismo entendía de lo estaba hablando.

-Has hecho de todo por mi.- Aseguró con su mirada de niño. -Te equivocaste en el pasado, si. Pero has demostrado que harías cualquier cosa por mi, por mucho daño que te causara hacerlo.- Intentaba convencerme. -Cambiaste la oscuridad por la luz, y todo por mi... Eres la mejor madre del mundo.-

Lo abracé con todas mis fuerzas para asegurarme de que no desapareciera.
Él decía eso, pero yo sabía que había hecho daño a mi niño pequeño, y no podría perdonarmelo jamás, por mucho que él lo hubiera hecho.

Dios mío, hace dos días era solo un bebé con los ojos llenos de ilusiones. Pero mientras le observaba, él empezó a crecer demasiado deprisa, y ahora todo lo que puedo hacer es abrazarle y tratar de detener el tiempo.

Desde pequeño le leía cuentos de hadas; de reyes y reinas y los cielos más azules. Pero ahora había perdido la fe en ellos. Ya no escuchaba entusiasmado, ahora podía ver la realidad. Ha perdido parte de su inocencia. Por mi culpa.

Sabía que no podía aferrarme a él eternamente, pero tenía que intentarlo. Porque el mundo está lleno de peligros; porque sé que las nubes se alzarán y las tormentas romperán sin que yo pueda protegerlo. La parte más dura de ser madre es saber que harán daño a tu hijo, y tu no podrás hacer nada para impedirlo.

El corazón me da un vuelco, porque sé que mientras esté en mis brazos estará a salvo, pero también que el mundo le partirá el corazón de mil maneras distintas antes de la hora de comer.

Finalmente encontré fuerzas para separarme de él y de paso dejar que respire.

-No me importa lo que digan los demás.- Puso énfasis. -Tu no eres malvada.-

Le rodeé la carita con mis manos y sonreí. -Vámonos a casa, mi pequeño príncipe.-

Él sonrió de vuelta y cogió mi mano para irnos de allí.

*

Emma

Metí ambas manos en los bolsillos de la chaqueta. En una mano llevaba el teléfono con el número marcado, solo por si pasaba algo.

Maldita Blancanieves, maldito príncipe, malditos todos. Ya sé que no merezco ser tratada con amor, y no esperaba que nadie me entendiera y se preocupara por mi felicidad, pero al menos podrían no intentar matar a la única persona que me ha querido.

Solo me quieren para ser su salvadora, su princesa perfecta. ¿Y sabes qué? No. Me he cansado de intentar ser perfecta para todos, de fingir ser alguien que no soy para no tener que soportar la mirada de decepción en sus rostros, la misma mirada que tenían todos esos padres de acogida.
Estoy harta. ¿Y sabes por qué? Porque por fin he encontrado a alguien a quién sé que puedo mirar a los ojos, porque solo veré reflejado amor. Alguien que piensa que soy suficiente siendo yo misma. Y eso no tiene precio.
 
Por primera vez alguien cree en mi. Y hasta yo misma estoy empezando a creer.
Aunque una parte de mi me dice que la esperanza es lo peor que puedes tener.




Hold My HeartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora