Los Trolls

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Melissa caminó hacia el pasillo para salir, pero Emily la detuvo.
–¿Qué le vas a decir a las enfermeras? –
Melissa pensó. Era cierto.
Siguió caminando y se topó con la enfermera que la atendía.
–Me siento mucho mejor y ella va a pagar. – dijo señalando a Emily y yéndose de ahí.
Al salir, caminó hacia la biblioteca, donde la apuñalaron.
Tenía que descubrir algo.
–¡Melissa! – gritó una voz bastante conocida a sus espaldas.
Ella volteó sonriendo.
–Hola, Fernando. –
–Te estuvimos buscando y llamando, ¿dónde estabas? –
–Mi tía Emily vino a verme. – dijo mirando a otro lado.
–Umm, de acuerdo. ¿A dónde vas? –
–A la biblioteca. –
–Te acompaño. –
–No, no, no, estoy bien. –
–Insisto. – dijo jalándola del brazo y avanzando hacia el lugar.
Cuando llegaron, Melissa corrió hacia el lugar y tocó el piso donde se había estrellado la bola que creó el portal.
–¿Qué pasa? – preguntó Fernando mirándola curioso.
–¿Ves vidrio? –
–¿Vidrio? No. Veo slime. –
–¿Qué? –
Fernando señalaba detrás del librero.
Melissa se asomó y, en efecto, la pared estaba llena de slime negro.
–Qué extraño. –
Se escuchó que alguien entraba pero no le tomó importancia.
–Melissa. – se escuchó una voz a las espaldas de los chicos.
Voltearon y vieron a una mujer bellísima, de cabellos negros que usaba unos jeans y una blusa roja como la sangre.
"Esa cara ya la vi en alguna parte. – pensó Melissa.
–¿Si? –
La mujer sacó algo de su bolsillo y tomó a Fernando del brazo con brusquedad.
–¡Hey! – dijo él.
–Lo quisimos hacer por las discretas, pero ahora tendremos que hacerlo a lo directo. – dijo pasando la daga cerca del cuello de Fernando.
–Danos tu poder. –
–¿Poder? – preguntó el chico, pero lo ignoraron.
–Denme a mi madre. –
–Matamos al chico, te damos a tu madre y nos das el poder. –
–¿Matamos al chico? –
–No hay trato. –
–Nunca le digas eso a los Trolls. – dijo para luego rozar con la cuchilla el cuello provocando que un hilo de sangre salga del lugar.
–Melissa... – susurró Fernando.
–No lo creo. – dijo la mencionada para luego tocar sus sienes, fruncir el ceño y lo siguiente que pasó fue imposible.
La mujer salió volando hacia el otro lado del lugar y Fernando cayó al piso.
Al tocar su cuello, el chico notó que estaba curado.
–¿Qué hiciste, Melissa? –
–No lo sé. – dijo mirando sus manos.

Una chica un poco comúnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora