8: ¿Otra faceta?

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El doctor se retiró y tras él la enfermera.
Tengo un dolor de cabeza terrible, de esos que se sienten como si mil martillos golpearan tu cráneo.
Nathan se sentó en un pequeño sofá junto a la camilla que yo ocupaba, sacó su móvil y tecleó algo.
Quería hablarle y preguntarle cosas, pero su rostro me daba la impresión de que tal vez se iba a enojar. No puedo creer que no sonría o ría nunca, es como si sólo estuviera programado para fruncir el ceño y apretar la mandíbula.

—¿Cómo te sientes?—me preguntó de golpe. Me sonrojé ya que él notó que lo estaba observando.

—Supongo que un poco bien,  sólo me duele la cabeza...y el resto de mis extremidades—respondí con desdén.
Había algo en Nathan que me causaba curiosidad, algo que me incitaba a saber sobre él, un cosquilleo en el estómago cuándo sus ojos verdes me miraban.
Su ser reflejaba un aura oscura.

—¿Me quedé dormida en el auto?

—Creí que habías muerto—soltó una leve carcajada. Su mirada se iluminó, la expresión de su rostro cambió por completo. Fue impresionante, la primera vez que lo escucho reírse de esa forma tan natural. —¿Qué me ves, Olivia?

Mierda. Me pilló de nuevo. Mierda, yo no digo palabrotas. Ay, de nuevo. ¡Basta, Olivia!

—¿Cuándo iré a la escuela?

—La próxima semana.

—Quiero ir pasado mañana.

—No es lo que tu quieras, es lo que yo diga.

¿Por qué es tan irritable? Todo lo que yo haga o diga siempre le desagrada.
Lo observé unos segundos, había algo en su mirada que yo ya conocía. La primera vez que lo vi fue el día que mi diario se perdió y lo culpé a él con la chica. Pero...¡claro! Él fue el chico de esa noche. ¿Cómo no me di cuenta? Ese noche estaba con Eddie, escuché ruidos en el jardín abandonado y era él, el que me llamó idiota.

—¿Qué tengo en la cara?—dijo serio, como siempre—¿Qué tanto me miras?... Eso me fastidia ¿sabes?

—No hay una cosa en éste mundo que no te fastidie, eres como un saco lleno de mal humor. Y más si est..

—¡Calla! —me gritó, provocando un tremendo susto en mí. Respiré profundo y me contuve las lágrimas. En cierto modo, sus gritos me hacían daño. Antes, casi nunca recibía un grito, y él lo hace cada 5 minutos.
Mis ojos se cristalizaron. Tragué saliva y cerré los ojos.

—No entiendo por qué tienes que llorar—refunfuñó—eres una jodida sensible—se quejó de mí.
¿Qué le he hecho para que me odie tanto?

El doctor entra, sorprendiéndonos a ambos. Ojalá y me den de alta, no soporto estar con ambas manos canalizadas.

—Dele algo de comer a la niña—dijo el doctor. ¡Esperen! ¿Me dijo niña? No soy una niña, puede que no tenga tantas boobies como Nicki Minaj, ¿Pero qué le costaba decirme señorita?—algo ligero, es para verificar que los medicamentos le acentaron bien.

—¿Qué puede comer?—preguntó Nathan. ¿Cómo voy a comer con ambas manos canalizadas?

—Intente con algo natural, unas fresas quizá—dijo mientras se iba.
Miré a Nathan. Éste frunció el entrecejo y luego dirigió su vista a mis manos. Metió las manos en los bolsillos de sus vaqueros y se marchó. Genial, ahora se fue y me dejó sola con este frío infernal. Aunque si estuviera tampoco me hubiese ayudado.

Una de las cosas que me pregunto es dónde está mi familia. Trato de ignorar el pensamiento pero se hace presente a cada rato. Todavía no puedo creer cómo cambió mi vida tan rápido. Parece que fue hace unas horas cuando alguien tocó la puerta de mi habitación y creí que era Chase. Yo sé que saldré de ésta. Aunque hay algo de Nathan que me atrae de una forma curiosa, no hablo de atracción amorosa, es sólo que su mirada te atrapa y te hace querer mirarlo con intensidad.

Al cabo de algunos 20 o 30 minutos Nathan regresó. Traía dos paquetes en sus manos, uno grande y uno pequeño.
No dije ni pregunté algo respecto a los paquetes, porque sé que le molesta.

Abrió el más grande y sacó... ¿Una chaqueta?

—Ten—puso la chaqueta en mi pecho—cúbrete con esto.

—¿Cómo supiste que estaba muerta de frío?—pregunté un tanto sorprendida.

—Tus labios están resecos—wow.

—Gracias—le regalé una de mis mejores sonrisas. Intenté cubrirme, pero al mover la mano me dolió horrible, pues tengo agujas ahí dentro. —Umm—me quejé al no poder cubrirme. Nathan se percató de mi "inutilidad" y completó la acción por mí. Me cubrió con la chaqueta (que por cierto huele a él), me quedé embobada en sus ojos. ¡Basta, Olivia!

—¿Qué te costaba pedirme ayuda?—me sonrío a medias. Mi corazón dio un vuelco. Nathan me sonrió. Sí, me sonrió.  Creo que podría vivir con ésta faceta de él.

—Oye—me miró a los ojos. Nuestras miradas juntas se congelaron unos segundos. Sentí cómo se acumulaba la sangre en mis mejillas.—Gracias.

—Traje las fresas que el viejo dijo. Y supongo que... ¿No puedes comer sola?

—Claro, con los píes.

—Odio el sarcasmo.

—Lo siento—genial, Olivia, ya arruinaste el momento.

Abrió el paquete, dejando a la vista un envoltorio con fresas grandes.

—¿Cómo se supone que las voy a comer? Son como piñas pequeñas.

Nathan bufó, siempre se veía tan estresado e irritable.

—Deja de hablar tanto y déjame hacer las cosas ¿vale?—puse los ojos en blanco.
Vi como mordió y comió la parte superior de la fresa, dejando sólo la punta y acercandola a mis labios.
Con un poco de inseguridad, abrí la boca y él introdujo el trozo de fresa. ¡Dios! ¡Calma este torbellino que tengo dentro! Él luce tan... ¿Dulce?

—Tu madre y tu hermano están bien—soltó de golpe. Comencé a toser, no me esperaba esa información así tan de repente. Creo que me estoy atragantando—Hey, tranquila—puso su mano sobre la mía. Ese fue el punto de partida para que una sensación eléctrica recorriera mi cuerpo.—Ellos están en perfecto estado, Olivia, siguen en la casa.

Siento un tremendo alivio en el pecho.

—Yo creí que tú los habías..los habías matado—confesé y él negó con la cabeza.—¿Por qué mi mamá no hace nada por saber de mí? Digo, yo debería estar enblos periódicos y habrían fotos mías en cada poste de la ciudad.

—No te busca porque ella te vendió a Arnold—algo dentro de mi se hizo añicos, y tampoco me sorprendente la conducta de mi madre, creo que nunca me quiso—Arnold no te quiso y yo te compré.

—¿Por qué Arnold no me quiso? No es que quiera estar con él—hice una mueca de asco—sino es el por qué me rechazó.

—Eres muy joven, Olivia, él quería una chica.. ¿Cómo decirlo? .. Más voluminosa y...  Pues tú eres delgada y con medidas pequeñas.

Entiendo.

—¿Y por qué tú?—pregunté algo apenada.

—¿Por qué yo qué?—introdujo otro trozo de fresa.

—¿Por qué me escogiste, compraste o cómo sea?

—Le avisaré al doctor que no vomitaste—salió evadiendo mi pregunta. Puto Nathan.

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Hola, ¿cómo están?
Les dejo a Nathan en multimedia.

Nathan: Un Mundo Sin Color Donde viven las historias. Descúbrelo ahora