1: Curiosidad.

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Octubre 16, domingo.

Querido diario:
Estoy feliz, ¡mañana es lunes! ¿Y quién no ama los lunes?... Bueno, la mayoría de la población adolescente odia los lunes, ¡pero yo los amo!, me encantan, porque después de tanto esfuerzo haciendo los deberes escolares durante el fin de semana, para mi es gratificante ir el lunes al instituto, mostrar mi tarea y sacarme un 10, es una de las sensaciones más placenteras.
Además, me encuentro con mi amiga, y todo el resto de agradables compañeros, excluyendo a Chloe claro está. En fin, no hay nada que me robe la alegría.

Olivia dejó de escribir. En su rostro se dibujaba una hermosa sonrisa digna de ser fotografiada. Guardó su diario en el Cofre de las Cosas Sagradas, siendo este una caja de madera fina, pintada mayormente de marrón, y con detalles en color dorado. Su padre se la regaló antes de morir, y para ella esa caja es el objeto más valioso que existe.
Volvió a hacer la cama. Se detuvo dos segundos. Un chillido seguido de un llanto y mil reproches inundaron sus oídos, todo esto proveniente de la habitación seguida, la cual ocupaba su hermano menor, Eddie, de 8 años.
Olivia se apresuró a ver qué era lo que pasaba, quería averiguar el porqué de tanto escándalo a estas horas de la noche.

-¡Eres un malcriado!-gritaba Stella, la madre.-¡Ve a dormir, ya no te soporto!.
El niño se mostraba enojado, pero sus ojos reflejaban algo más: indignación y decepción.

-Eres una perra-ni la madre ni Olivia podían creer la tremenda expresión soez que había salido de la boca del niño de 8 años.-¿Por qué te ibas a acostar con Jimmy?-reprochaba el niño.
Olivia no entendía muy bien lo que sucedía entre su madre y su pequeño hermano, de lo único que estaba segura, es que no era nada bueno.

-¿Jimmy?-intervino Olivia.-¿Quién es Jimmy?-preguntó en busca de una buena respuesta.
Stella estaba tan blanca como una hoja de papel, mientras que el chiquillo sonreía sin gracia.

-Jimmy es mi profesor temporal de gimnasia-respondió Eddie-pero ese no es el caso-agregó-es que hoy los v...

El timbre de la puerta sonó, indicando la llegada de alguien, y al mismo tiempo interrumpiendo la información que Eddie iba a revelar. Stella dio un suspiro ahogado y miró a sus hijos apenada, al tanto que se dirigía a abrir la puerta.
Eddie cerró la puerta de su habitación casi en la cara de Olivia, para ella era normal el comportamiento de su hermano, siempre había sido de esa forma tan tosca.
A Olivia le picó el bicho de la curiosidad, tanto por saber qué era lo que Eddie iba a decir, y también por saber quién visitaba a estás horas de la noche.

Una mujer con aspecto amable se encontraba en la puerta, parecía de unos 60 años, pues las arrugas revelaban todo.

-Como le decía-habló la señora-me he enterado de que se avecina un apagón.

-¿En serio?-Stella preguntó con aires de asombro-no tenía la menor idea.
A Olivia se le escapó un estornudo, provocado por la brisa helada y polvorienta que se colaba por la puerta.

-¿Qué haces ahí, Olivia?-irrumpió Stella.
Por inercia, la chica sonrió, una sonrisa similar a la de un niño cuando hace una travesura.

-Yo.. Yo-balbuceó, en busca de una excusa válida. Olivia siempre había sido una chica curiosa, cualidad que en ciertas ocaciones le ocasionó problemas-¿Le puedo ayudar en algo?-se dirigió a la mujer, expresando una sonrisa dulce que borraba todo sentimiento de ira de la madre hacia la muchacha.

Nathan: Un Mundo Sin Color Donde viven las historias. Descúbrelo ahora