11: Sangre y Lágrimas.

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Nathan.
En realidad no la odiaba, simplemente su forma de ser me sacaba de casillas por ser tan diferente a mí.
Y sí, la veía como una niña. Ante mí es una niña.
Son varias las razones por las cuáles no la he obligado a terner sexo conmigo, he dejado pasar estos días normales ¿creo que en el fondo no soy tan malo como la gente dice?. Un pensamiento descarriado que tuve ayer, es que si tengo sexo con ella de la forma en la que quiero, va a morir en medio del acto, ella se ve tan frágil.

—¿Almorzamos en casa o en un restaurante?—le pregunté, sé que soy yo quien decide pero hoy no estoy de ánimo.

—Donde usted quiera, Sr. Mal Humor.

Necesito controlarme, porque en serio esta chica me hace querer pegarle. Ella también produce algo raro en mí, he ido progresando un poco, ya le hablo sin hacerle dar a entender que la odio. Me estoy acostumbrado a ella.

—Oye, Olivia—se veía frustrada ¿estará celosa? ¿Estará enojada por ese grano que tiene en la frente?

—No digas nada y llévame a una droguería o donde vendan cosas—me ordenó de mala gana. No reproché. No reproché. ¿Qué está sucediendo?

Conduje hasta una droguería en en un barrio cualquier. Durante el camino se mantuvo con el rostro serio, quejándose de no sé qué en silencio.

—Necesito dinero—abrí mi billetera, saqué un billete de 10 dólares y se lo dí. Se quedó en silencio.—Compra un paquete.

—¿Paquete de qué?

—¡Que compres un paquete!—me golpeó en el hombro. ¿Qué le pasa a ésta chica? Tiene suerte de que hoy no tenga ánimo para pelear.

Salí del auto y entré a la droguería.

—Buenas tardes, ¿Te puedo ayudar en algo? —sonríe mecánicamente la chica del mostrador.

—Un paquete—pedí.

—¿Paquete de qué?—dijo la misma frase en el mismo tono que yo lo había dicho anteriormente.

—¡No lo sé! Está irritable, me pegó, sensible, y dice que necesita un paquete—expliqué aturdido. La chica sonrío como diciendo «lo capté todo».

—Tranquilo, sé lo que necesita tu chica—se dirigió al estante y cogió 'un paquete' rectangular de colores vivos y lo puso en una bolsa. —Tratala bien, y dale la razón en todo, si la haces enojar te puede matar—me guiñó el ojo. Pagué el dinero correspondiente y regresé al auto. Ella tenía la mano presionando su vientre.

—Ten tu paquete—lo recibió y agradeció con una sonrisas forzada. Algo me decía que teníamos que llegar rápido a casa. A un baño específicamente.

—¿Estás muriendo?—le pregunté al verla acostada en su cama, con las mejillas húmedas. Es en estos momentos cuando agradezco ser hombre.

—Necesito chocolate—dijo entre dientes.

—Mañana compraremos chocolate—dije recordado las palabras de la chica de la droguería.

—¡Ya sé cuál es tu plan! Quieres comprar chocolate y engordarme, para después tirarme a la calle ¿eso es lo que quieres, no?

Necesito paciencia.

—Duerme y al despertar encontrarás chocolate ¿vale?—siento que éste no soy yo.

—¿Por qué me odias, Nathan? Yo siempre te sonrío y tu me miras con cara de 'te voy a castrar zorra'. —No lo pude evitar, no pude reprimir la carcajada. —Me duele mucho—se quejó. Olivia se incorporó y dio palmadas en el espacio sobrante. Me senté frente a ella.

—¿Con quién estabas ésta mañana?

—Con Brooke.

—Ah, ok.—se quedó en silencio al fin.

Su cabello castaño tapaba sus orejas, sus ojos estaban algo hinchados, su rostro pálido la hacía ver natural. Sus labios ligeramente abiertos, tan rosados, tan vírgenes. Su mente estaba ida.
Debo controlarme, no lo quiero hacer pero es algo que mi interior pide a gritos.

—Olivia—me miró con dulzura. Fue entonces cuando tomé el valor de juntar mis labios con los suyos. Pude percibir su sorpresa, ella estaba inmóvil, asustada. Busqué sus manos y las tomé, su cuerpo se relajo y pude sentir sus labios moverse con temor.  Sus manos estaban heladas, incluso temblaban.

—No me vayas a hacer daño, por favor—susurró en medio del beso. Las lágrimas salían de sus ojos. Yo había provocado ese miedo en ella. Continúe besándola porque no podía parar de hacerlo. Intenté morder su labio inferior pero ella se asustó y se alejó de mí. Joder ¿qué he hecho?. —Por favor, no me lastimes de nuevo—rompió en llanto—prometo dejar de hablar tanto pero por favor, no me hagas lo mismo de la otra vez—algo dentro de mí se conmovió por primera vez.

—No te haré daño, Olivia—le sonreí con sinceridad—sólo déjate llevar y verás que todo va a estar bien. Yo nunca te había besado, y lo hago porque pienso que es un acto muy delicado.

Lentamente me fui acercando hacia ella, hasta que tomé sus manos y las junté con las mías. Miré sus labios. Tengo que besarla de nuevo, y así hice, la volví a besar. Al principio con lentitud, estoy 100% seguro de que esté es su primer beso, noto su inseguridad y su miedo. Aceleré el ritmo del beso, acariciando su cintura. Ella posó sus manos en mi pecho. Pedí permiso de entrar en su boca y ella lo permitió. Cada roce de nuestras lenguas despertaba un sinnúmero de sensaciones. Mordí su labio inferior, ella gimió despacio. Introduje mis dedos en su cabello. Algo en mi se despertaba, soy consiente que debo terminar con mi mano. Volví a morder su labio con más fuerza, tirando de él con fuerza.

—Duele, duele mucho—la ignoré y volví a morder su labio con más fuerza, estaba muy excitado.  Sentí un sabor metalizado. Nos separamos y miré su boca. Su labio estaba sangrando.

—Sabía que me ibas a hacer daño, siempre lo haces. Parece que lo disfrutaras—sus ojos estaban empapados de lágrimas.




Nathan: Un Mundo Sin Color Donde viven las historias. Descúbrelo ahora