13: Más problemas.

31 3 0
                                    

Mis ojos ya estaban pesados, eran exactamente las 11:00 pm cuando Nathan estacionó el auto en una carretera solitario, de poco tránsito según él. Le pregunté varias veces acerca de por qué íbamos tan lejos; sin embargo no me respondió.

—¿Seguro que no es peligroso dormir aquí?—le pregunté un poco insegura, pues dormir dentro de un auto a la orilla de una carretera solitaria era algo tenebroso.

—Deberías dejar de pensar tanto y disponerte a descansar—encendió la calefacción—mañana seguiremos el camino antes del amanecer.

—Vale—le sonreí.

—Acuéstate el los asientos de atrás.

—¿Dormirás aquí delante? Es súper incómodo.

—No pienso repetir lo que dije—me miró fulminante.—Iré al maletero a buscar algo—salió del auto.

Tal y como me ordenó Nathan, me pasé a los asientos traseros. Me acosté en posición fetal y cerré los ojos. Minutos después todo se fue volviendo oscuro, tenía demasiado sueño.

Nathan.
Saqué dos cobijas del maletero y regresé al auto. Olivia ya estaba dormida. La observé unos segundos... No puedo negar que es bonita. Se veía más delgada a comparación del día que la vi.
Cubrí su cuerpo con una cobija y aparté el cabello que caía sobre sus ojos cerrados. No sé por qué hice eso, nunca lo había hecho antes.

—Es un oso de felpa, está relleno de popcorn—está hablando dormida, que loco.
A veces me pregunto por qué la tengo aún conmigo, cuando el realidad el dinero que pierdo si la dejo libre no me importa. Es como una costumbre: despertar y verla usando esas pijamas infantiles; o regañarla cuando sale descalza de la ducha y moja toda la casa.

--

No tardó en amanecer, Olivia todavía dormía plácidamente mientras yo conducía en busca de un restaurante en donde desayunar. Olivia cada día lucía más delgada y me preocupaba, pues su salud también es mi responsabilidad.

Días como el de hoy me fastidia la luz del sol. Con tan sólo pensar en las próximas horas de viaje, las llamadas de Arnold y tener que soportar las quejas de Olivia cuando despierte, me daban ganas de lanzarme por un precipicio con todo y auto.
Mi móvil sonó. Contesté sin preámbulos.

—Si?

De nada sirve si te escapas, te seguiré los pasos Nathan—las palabras de Arnold me provocaban una inmensa ira—más te vale que me traigas a Olivia.

—Escúchame bien, Arnold, no quiero tener problemas contigo—paré de conducir—tu y yo llegamos a un acuerdo, te di una buena cantidad a cambio, y estrechamos nuestras manos de hombre a hombre.

¡No me interesa si hubo pacto o no! Estoy tras unas jodidas rejas, y no creas que me voy a hundir sólo.

—Se supone que la policía estaba al tanto de la situación.

—Todo se jodió, los hombres y yo estamos capturados bajo sentencia. Toda la mercancía está libre. Sólo faltas tú y Olivia.

Eres un maldito traicionero, Arnold.

—La Policía y todas las autoridades te están buscando. Más te vale entregarte por voluntad propia, estás acusado de secuestro y abuso a menor de edad, te est..

Trunqué la llamada, posicioné ambas manos en mi cabeza. ¿Qué hago?

Olivia.
Desperté tras escuchar un grito de frustración por parte de Nathan. Cuando abrí los ojos por completo, lo primero que vi fue a Nathan condiciendo.

—Buenos días, Nathan—dije en medio de un bostezo.

—Por ahí hay enjuague bucal y mentas. También paños húmedos.

—Gracias.

—¿Tienes hambre?

—Un poco... ¡No!,  mucha, mucha hambre.

—Más adelante hay un stand donde venden tocineta—frenó de golpe, deteniendo un auto frente un stand. "ROASTED PORK RINDS".

—¡¿Cómo es posible que no sepas que odio la carne de cerdo?!—le miré indignada.

—¿Será porque nunca me lo has dicho y tampoco me importa?

—Cada día te empeñas más en hacerme la vida imposible—escupí en enjuague bucal en una bolsa.

—¿Podrías hacer silencio 5 minutos y dejarme pensar?—me miró suplicante. Sus ojos verdes daban la percepción de preocupación. Éste ya no era el Nathan que conocí.

Siento que cada día hay algo más sobre él que cohíbe sus acciones. Ya no daba la impresión de ser prepotente y fuerte, ahora lucía preocupado, desanimado y hasta triste en ciertas ocaciones.

¡Es que él se cierra tanto! Estoy completamente segura, de que si le pregunto qué le pasa, me va a ignorar.
Sus manos estaban posicionadas fijamente en el volante. A pesar del aire fresco mañanero, Nathan estaba sudando. Sus ojos verdes se veían aún más profundos, tanto que te podías quedar horas mirando los matices de sus pupilas.

—No vas a encontrar las respuestas de la vida mirándome, ¿o sí?—espetó siendo engreído y comenzó a conducir de nuevo.
Un poco avergonzada. Bueno, muy avergonzado, dejé de mirarlo y dispuse mis ojos en los paisajes de las afueras. Sé que algo anda mal.

Nathan: Un Mundo Sin Color Donde viven las historias. Descúbrelo ahora