3 Alexandra

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Verle en la entrada del hotel fué de lo más alucinante que le ha pasado, no esperaba encontrarse con él, a pesar de haber visto la foto a todo color, en la cartelera de anuncio en las afuera de la sala de eventos

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Verle en la entrada del hotel fué de lo más alucinante que le ha pasado, no esperaba encontrarse con él, a pesar de haber visto la foto a todo color, en la cartelera de anuncio en las afuera de la sala de eventos. Nathan, era el invitado de honor en esa cena.

Había pasado ya cinco años, desde que lo había visto partir después de una conversación muy tensa entre los dos. Cinco años, desde que sentía el vacío más fuerte en su corazón, dos pérdidas sustanciales. El segundo en su lista, después de su hijo.

¿Cómo podía explicarle sus miedos? Si ella misma no los entendía. Amaba, no, aún ama a ese hombre, que con solo verlo se le paraliza su aliento en su cavidad torácica y toda lógica existencial.

No debía pensar en él ahora, más porque estaba en un caso que debía concluir y era extremadamente peligroso que tuviera aunque fuera, una pequeña distracción.

Soltó una carcajada... pensarlo, no es lo mismo que hacerlo.
El recuerdo asaltó su mente, sin previo aviso, acrecentado el dolor que anuda su alma.
Una tarde de invierno, en Galway, ciudad costera de Irlanda.
Frente a su cabaña, donde los árboles desnudos, el cielo despejado y las pocas nubes que no alcanzan a tapar el sol, dando una ínfima sensación de calor en el invierno, son los testigos mudos y presenciales, de la escena entre una mujer y su amante.
No la escena de un encuentro amoroso, sino más bien de índole resolutivo, una despedida dolorosa, plasmada de engaños y mentiras por parte de ella, para alcanzar un objetivo. Su objetivo.
Se acabó, Nathan  entró con sus propios medios, la pequeña maleta, donde el hombre tenía su ropa, dentro de el carro de él . Ya fue suficiente este idilio, todo lo que empieza debe acabar y lo nuestro tiene fecha de caducidad. Ahí tienes tus pertenencias y solo te pido, que dejes mi vida atrás. Te deseo lo mejor, por lo que vivimos, te deseo lo mejor.
¿No es cierto? su rostro se ensombrece, mientras hace un gesto de negación con su cabeza—. Me niego a perder, a perderte a ti, Alexandra. ¿Acaso te escuchas? Es inverosímil lo que me dices, no hay justificación para tus palabras — camina de un lado a otro, como cual león enjaulado —. No lo acepto.
—Pues debes hacerlo, es mi decisión y ya está tomada. Mi voz, sale plana, para no denotar el dolor que siento, se que si escucha, aunque sea un resquicio de ese sentimiento, atacará con fuerza y derrumbará mis defensas y no puedo permitirlo.
Me escruta el rostro en busca de evidencias y solo dejo que lea lo que quiero. Aguanto su mirada penetrante, me cuesta, pero lo hago.
Veo la furia en sus pupilas , con su alma desnuda y en su sien, una vena latir. Una miríada de sentimientos atraviesa sus ojos con una rapidez, que no logro dilucidar ninguna, lucha por aceptar mis palabras, mi demanda.
—Inténtalo tú, a ver si lo crees tú misma. Este sentimiento no se arranca tan fácilmente, ni mucho menos, de la noche a la mañana. No se que me ocultas, para tomar la decisión de hacernos daños. ¿Qué te motiva, para separarnos? ¿A qué le tienes miedo?

Yo sólo me quedo ahí mirando, sin responderle. Como siempre, dando en el clavo. Tan certero que asusta, por su mente analítica y la intuición que tiene. Por ello me obligo a seguir con la mascara y destrozándome por dentro al saber el daño que le estoy causando, no puedo derrumbarme, no lo haré ahora, será después.
Pasa minutos en silencio, esperando mi respuesta, pero, no puedo decirle la verdad y vuelvo a mentirle.
—Lo siento, Nate. Es todo lo que hay, lo que ves es lo hay, lo que te digo, es lo que hay. Eres un estorbo para mi — sus ojos titilaron con dolor y apretó sus labios con fuerza—, la pasión se acabó y estoy dándote el punto final.
Sus labios se abrieron, pero no emitió ningún sonido, mientras sus ojos se oscurecieron momentos antes de cerrarlos. Hice el amague de abrazarlo, pero todo se iría al garete, mi cuerpo vibraba y mi palma derecha picaba con las ganas de abrazarlo y consolarlo, mi corazón se hundía a la par de él.
Abrió sus ojos, con la tristeza reflejada en sus hermosas pupilas, se despidió.
—Adiós.
Una única palabra. Se giró sin más y lo vi irse hasta perderlo de vista, cuando tomó su auto y arrancó, solo ahí desate mi angustia y desesperación, tenía que dejarlo ir y me estaba destrozando mi decisión. Debía ser así, si con ello lograba sus propósitos.
El dolor fue insoportable y caí al suelo, con las lágrimas recorriendo mi rostro y nublándose mi vista.

Aún ahora, el recuerdo le sacaba las lágrimas, tenía muy fresca las sensaciones de ese día. El dolor y la desesperación de la pérdida, combinado con el peso de la traición hacía el amor de Nathan y de ella misma.
Pero debía ser así y hoy más que nunca le pesaba su decisión pero, no había otra manera.
Estaba a un paso de su meta, durante cinco años había hecho el recorrido para alcanzar su objetivo, a costa de su amor por Nate, para recuperar a Alain, su hijo.

La puerta de su habitación se abrió dando paso a su compañero de labores. Desde hace cinco años estaba colaborando con la Interpol, motivo por el cual estaba en Londres.
Habían destartalado el comercio de tratas de blanca de la zona irlandesa y escocesa. La investigación los había hecho aterrizar en esta ciudad, al apuntar a los peces gordos, los reales cabecillas de la operación.
Habían apostados efectivos encubiertos dentro de la organización y la operación estaba en curso.
Se necesitaba localizar y señalar a los jefes, que manejaban los hilos. Debían ser muy cautelosos, después de la pérdida de un compañero.
—Buenas noticias, Alex.
—¿Cuál sería? Últimamente estamos faltas de ellas.
—Querida, nuestros efectivos están en posición, la operación está lista para llegar a su final y pronto podrás tener a tu hijo, contigo.
Él lo sabía muy bien, que esa era mi motivación, la más importante, con ello me habían reclutado.
La razón por la cual, me había separado de Nathan, por lo menos una de ellas. Y ahora flaqueaba, el haberlo visto, le propinó una serie de emociones explosivas y por mucho que no debía tener ninguna clase de distracciones, él era la más poderosa. Aún lo amo. La voz de su conciencia, clamó muy claro y fuerte.
Cerró los ojos con fuerza, su compañero mal interpretó los pensamientos de la joven mujer.
—Vamos bien, Alex. No desfallezca ahora, que estamos en la recta final. Te necesitamos en plenitud y con la mente acerada, filosa, para completar la misión más importante de tu vida.
—Así será, Lucas, así será.
—Tienes miedo, lo sé. No debes permitir, que tú mente se llene de miedos, sino de resoluciones, fuerza para afrontar el final que ya se acerca, lo sabes, lo sé y estoy aquí para afrontarlos juntos.
—Dame las carpetas, Lucas — su compañero sonrío, no le había gustado ver la expresión en su rostro, cuando entro al cuarto.
Me sacudí mentalmente de las telarañas, para permitirme entrar de lleno en el caso y concretar el rescate de mi hijo, para ello debía confirmar sus sospechas, su instinto no fallaba, estaban más cerca que nunca. Era ella, la cabecilla.

Rosalie McPherson, la mujer que le arrebató a su hijo sin contemplaciones hace casi ocho años, los mismos años que vivía muerta en vida, al haberle arrebatado parte de su alma, la abuela de su hijo. Iba por todo contra ella, nada la detendría.
El destino le tenía preparado otra cosa

El destino le tenía preparado otra cosa

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Serie ley y pasión libro 4 Inténtalo tú #NewCreativestarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora