Capítulo 4

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-Me dijeron que no quieres comer. ¿Puedo saber la razón?- pregunto la diosa a su hija.

-El pidió mi mano y yo supe que contestarle.

-Mmmm ya veo. Pensé que jamás tendríamos esta conversación, de hecho jamás pensé tener esta conversación pues yo no quería hijos. Sabes que no soy partidaria de que los dioses tengan hijos humanos pues los ponemos en peligro al tenerlos en este cielo. No están completamente a salvo ni bajo nuestro cuidado. Solo hasta que mueren y sus almas van al octavo cielo con nosotros para siempre podremos asegurar su completa protección, pero que dejen de existir en este cielo es doloroso para nosotros. Aquí es donde su alma brilla en su totalidad y donde aprenden a madurar.

>>Tu padre ha sido un hombre muy importante en mi vida, pero su vida es muy corta a lado de la mía, por eso no le entrego totalmente mi corazón, pero me dio el regalo de tenerte conmigo así que siempre le estaré agradecida.

La princesa no tenía conocimiento de nada de lo que acababa de escuchar, ella pensaba que los dioses eran egoístas y que solo pensaban en tener más poder, pero al escuchar las palabras de su madre se le estrujo el corazón por haberla juzgado todo este tiempo.

-Sé que tienes miedo por lo que sientes con respecto a ese atractivo guerrero, pero quiero que dejes de temer. Quizá tu padre y yo tenemos algo de culpa por intentar sobre protegerte, pero eres nuestra pequeña y no queremos que nada te falte. Tláloc me pidió que dejara seguir el curso de tu vida sin entrometerme, pero no podía hacerlo. Pensaba ¿Qué tal que si escoge al chico incorrecto? O ¿qué tal si esa persona no la ama como ella se lo merece? Nada de esto lo hice para lastimarte, pero al final lo hice. Estuviste a punto de morir y no hubo nada que yo pudiera hacer para ayudarte.

>> En cambio este chico hizo lo que pudo para salvarte y todo el tiempo estuvo a tu lado. Ahí es cuando me di cuenta de cómo me había equivocado y al verte así, dudando por algo que quieres, me parte el corazón.

-¿Y si el no regresa?- pregunto la princesa insegura.

Su madre la observo con cariño y le beso la frente con ternura.

-Dale una razón para regresar.

La princesa abrazo a su madre y le agradeció por todo.

Como aun no tenía energía para levantarse por sí sola, pidió a su doncella buscar al guerrero, pero por la noche regreso con la noticia de que no pudo encontrarlo. Ella pensó que solo tendría hasta la madrugada para encontrarlo y decirle lo que realmente sentía, así que por la noche salió a escondidas de su doncella para buscarlo.

Había pasado la mayor parte de la noche buscándolo, pero no tuvo suerte. Su frente estaba perlada por el sudor que el esfuerzo de caminar le suponía. También sentía mucho dolor donde el dardo había atravesado su piel.

Cuando los primeros rayos del sol comenzaron a asomarse la princesa se dirigió a la entrada principal de la ciudad, ella estaba segura que por ahí saldrían los guerreros que se dirigían a la guerra. Al llegar encontró un grupo bastante amplio, pero no le costó trabajo localizar a Popocatépetl. Con su traje de guerra era intimidante, pero ella jamás temería estar cerca de él porque sabía que nunca le haría daño.

El guerrero sintió la presencia de Iztaccíhuatl y volteo en su dirección. Se le veía bastante mal, así que camino en su dirección. Cuando estuvo frente a ella, la tomo en brazos pues temía que se desmallara.

-¿Qué hace aquí princesa?- pregunto el guerrero preocupado.

-No podía encontrarte.

-Estaba meditando en el templo. Siempre pido a los dioses su protección antes de una guerra.

Eterno AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora