Capitulo 4 "Hotel"

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Deje mi auto en el estacionamiento de la editorial, su hermoso lamborghini murciélago se encargó de llevarnos a nuestro destino en menos de lo esperado. Le hice serpentear por las calles de la cuidad esperando que olvidara la dirección en un par de días, al parecer una tarea difícil.

- ¿Aquí? -pregunto por tercera vez antes de aparcar su auto cerca de la entrada.

-Sí, aquí -le reiteré.

-Lisa, esto es un hotel -el tono temeroso de su voz me hizo sonreír un poco.

-Lo sé -me burle.

-Estamos en un hotel con una botella de vino blanco, ¿esta es una trampa de mi madre o de Joseph?

Me hizo soltar una carcajada.

- ¿Por qué tu madre te pondría una trampa?

-No lo sé -se encogió en los hombros-, pero estar contigo en una habitación de hotel con una buena botella de vino, se ve como algo bastante tentador para mí -me acarició el mentón.

No importaba el mal gusto de sus bromas lograba hacerme reír, y el ver su cara cuando supiera mis intenciones al encontrarnos ahí sería algo sin duda épico.

-Deberíamos entrar -le sugerí tomando la botella de vino.

-De acuerdo. Pero debo advertirte de mi hambre.

Bajamos del auto al mismo tiempo. Caminamos por la estancia y al llegar a la recepción pedí la llave de la habitación 16, siempre la misma habitación.

- ¿Ya habías hecho la reservación? -cuestiono un tanto confundido.

-Sí.

Subí al ascensor presionando el botón de 3er piso aquella era un a rutina bastante marcada para mí desde el primer día en la cuidad, mientras buscada departamento y mi madre siempre un paso adelante de mí ya había conseguido uno, obviamente como una buena hija rebelde me negué a dormir en el durante las primeras dos semanas, pero me agradaba ese hotel, no era el mejor de todos o quizá el más conocido, pero era agradable para pasar un día completo mirando la TV sin importar el exterior.

-16 -pronuncie tratando de convencerme una vez más de no haber cometido un error.

No estaba haciendo cualquier cosa, estaba por mostrar el misterio de mis noches de Lunes a Michael, otra persona sin duda misteriosa. Entre sin preámbulo alguno, mire sobre la mesa de noche, al parecer esa vez habría un verdadero maratón de los clásicos de Disney.

-Bien -pronuncio luego de haber bostezado-, ¿cuál es el plan señorita Presley?

Tome el edredón sobre la cama junto a las sabanas, las extendí en el piso mientras él se quedaba mirándome.

- ¿Dormiré en el suelo? -interrogo sin entender.

No estaba segura de cuales eran sus actitudes con otras chicas, pero sin duda alguna yo no era como las demás, lo había confesado y casi todo el tiempo me enteraba de sus diferentes hábitos frente a mí.

- ¿Quieres dormir? -le mire con una sonrisa luego de cruzar mis piernas.

Un brillo inundó sus ojos, se puso en cuclillas observándome con detenimiento.

-No sé si mi respuesta será buena o por el contrarió.

-Lo que respondas está bien.

-Bueno, entonces quiero besarte.

La mirada se me fue en picada hasta el suelo, las mejillas me ardieron por unos cuantos segundos.

- ¿He mencionado cuánto me gusta cuando te sonrojas?

A eso le llamaba un golpe bajo.

-No vamos a besarnos, ni a dormir, vamos a tener un maratón de películas.

- ¿En serio?

-Sí, lo hago todos los lunes. Es una forma de olvidarme un poco de todo, del estrés, la molestia o simplemente para estar a solas conmigo misma.

- ¿Lo haces todas las semanas?

-En realidad es dos veces por mes.

-Y ahora compartes esto conmigo. Es mejor que cualquier otra cosa -su voz tan profunda con ese toque dulce en el, me gustaba.

Estaba invitándolo a mi vida, a compartir sus secretos y costumbres con una completa desconocida, me agrada conocer lo oculto dentro de su alma, dentro de esa sonrisa coqueta así como sus ojos oscuros.

-Lo comparto contigo -afirme.

-Para poder ser parte de tu vida luego de tanta negación debo estar haciendo algo bien -tomó asiento frente a mí cruzándose de piernas.

-Quizá me agradas más de lo debido. Eso no puede estar del todo bien.

Un par de arrugas aparecieron en su entrecejo, sus ojos brillaron a pesar de mostrar cierta molestia por mis palabras. Estaba lista para decir miles de cosas sin tener realmente en claro cuál sería su reacción.

-Tal vez te agrado menos de lo que me gustaría.

-Es suficiente para mí.

-Sería un placer hacerte cambiar de opinión, pero no hoy -me acarició el cabello-, hoy quiero disfrutar de tu compañía por el resto de la noche.

Me hubiese gustado decir lo mismo, poder pronunciarlo, pero las palabras se quedaron atoradas en mi garganta, el pudor me hizo contenerme, él lograba causar esas sensaciones extrañas sin hacer mucho. Ahora podía entender mejor a todas esas chicas, era difícil resistirse a tantos encantos en una sola persona, ser tan carismático le era posible sólo a él. No quería parecer la persona fría sin sentimientos frente a Michael, me agrada la calidez de su carácter, si eso cambiaba en algún momento por mi actitud no podría soportarlo.

-Necesito aclarar algo -le mire fijamente.

- ¿Sí?

-No soy buena con los sentimientos.

-Eso ya lo habías dicho -su sonrisa era un tanto luminosa.

-Entonces entenderás que si no digo algo o no agrego nada no es porque no lo sienta.

-Lo entiendo.

La serenidad de sus palabras era casi irreal, no podía estar hablando en serio.

-No, no lo haces, nadie con un poco de cerebro lo hace, todos quieren escuchar...

Me tomó la cara obligándome a callar con un simple rose de labios.

-Puedo sentirlo.

- ¿Sentirlo?

-Tus pupilas se dilatan un poco cuando quieres decir algo pero no lo haces. Comienzo a conocerte y me agrada más de lo normal.

Lo abracé, ciñendo su cuerpo al mío deseando detener el tiempo justo ahí, cuando de pronto el corazón me latió con fuerza como si deseara salirse de mi pecho, pero lo increíble fue sentir sus latidos acoplados con los míos en todo ese tiempo. Estábamos conectados de alguna manera, y entonces entre la ligereza de mis pensamientos surgió una buena pregunta, ¿Cuánto podía llegar a gustarme?

Soñando El Mismo SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora