CAPITULO 6

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"Vestigios del pasado se ciernen sobre los amantes..."

Luego de una improvisada, y accidentada, cena en la cual un orondo Lord Sherbrooke anunció el próximo, y apurado, matrimonio entre su hija y Su Excelencia el duque de Rossdale, su destino quedó sellado.

Cuando los varones se retiraron a beber el brandy de rigor, se desató la tormenta. Alistair, sintiéndose engañado por su mejor amigo le acusó de seducir a su hermana e incumplir liar con los códigos de amistad, retándole a un duelo para vengar el honor de su familia. Alex, sabiendo que ello se debía más a la preocupación y al consecuente retraso que su próximo enlace suponía en la solución del
que del embrollo entre Al y Heather, no aceptó. Pero lo que no pudo evitar,  fue sortear con éxito el golpe en la mandíbula propinado por su amigo.
Culminado el altercado gracias a la intervención de Lord Thomas, Laughton y Saatfield, los amigos hicieron las paces, y excusándose de todos se marchó a su habitación pues, no quería que su prometida lo viera en esa condición.

Mientras recorría el corredor que conducía hacia sus aposentos, un feliz Alexander rememoró momentos enterrados que vivió, mientras estuvo en la Península.

Portugal, 1810

Las velas se habían consumido casi en su totalidad. El húmedo invierno luso le traía recuerdos de su lejana Inglaterra, de risas y amor: Rossdsle Park. Dichos recuerdos felices hicieron que estrechara contra si el cálido cuerpo que desde hacía varias noches compartía el lecho con él: doña Mencía Do Santos da Alvinha, condesa de Brandao, su futura esposa.  El suave cabello castaño  y oscuros ojos de gacela, le recordaban a la diablillo Charlotte, hermana menor de Rawlings, una cría soberbia y lista que más de un dolor de cabeza traería al cabeza hueca de su amigo.

Tras la intensa noche de pasión vivida con la delicada portuguesa, decidió levantarse y darse un baño. Otra de las cosas que extrañaba de su vida como un pequeño Lord: ¡su valet! En fin, ya se había habituado a darse baños fríos o en su defecto, a calentare por si mismo el agua para su bañera. En esa estaba cuando una repentina embestida contratos puerta de su habitación le alertó que nada bueno se aproximaba.

Efectivamente. Cuando abrió la puerta, se desató el infierno.

Ls policía militar portuguesa irrumpió con fiereza en la habitación. Buscaban a la espia más peligrosa de la Península: doña Mencía, condesa de Brandao, quien con sus contactos en las altas esferas y utilizando su frágil belleza seducía a los oficiales de más alto rango o con mejores conexiones  para obtener información valiosa, datos que luego vendía a los esbirros de Napoleón. El marqués de Rivers fue sólo uno más, dado los vínculos familiares con Lord Wellington primo tercero de su madre, Lady Beatrix Bentick.

Tamaña traición endureció el corazón gentil y confiado del joven Alexander Domeric Ross, marqués de Rivers, odiando desde ese día su apellido y conexiones dentro de la alta sociedad inglesa.

Efectuado el juicio y la posterior ejecución de la fogosa mujer que amaba, decidió que era tiempo de volver a casa.

Una vez hubo arribado a Dover,  comenzó la leyenda negra del desvergonzado y parrandero Lord Rivers. Lo que nadie sabía es que los días y noches de juerga eran lo único que le distraía de la última visión que tuvo de la noble portuguesa en cuya mirada vio el desprecio que siempre tuvo hacia el, y que hábilmente supo esconder mientras le seducía. Ironías de la vida, lo que no pudo cambiar la crueldad de la guerra, si fue destruido por una cara y cuerpo bonito.

Buenas Intenciones©  #1 Serie Magníficos  COMPLETA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora