La brisa era cálida ese amanecer en la costa caribeña.
La cabaña les otorgaba un clima acogedor, cargado de romanticismo, en donde Lorraine y Frank vivían momentos de intensa pasión; lo normal de una pareja de recién casados, locamente enamorados.
Acurrucada entre sus brazos, apenas sí quería abrir los ojos.
—Oye cariño, tengo hambre —susurró él a su oído—. Podríamos levantarnos a tomar un sabroso desayuno para recuperar energías.
La joven se entrelaza más a él, mordisqueando su cuello.
—Cielo... no podré si no me alimentas —expresó con una sonrisa y escurriéndose de su flamante e insaciable esposa.
Se tiró hacia atrás en su lado de la almohada y asintió con cara de víctima
—Está bien, olvidaba que al sexo fuerte hay que alimentarlo más para recargar "energías"—dijo con una sonrisa pícara y saltó de la cama, no sin antes tirarle con una almohada, la cual él atajó con destreza.
Tras nueve años de noviazgo, habían decidido contraer matrimonio. Se habían conocido en la secundaria, pero ninguno de los dos se había fijado en el otro en todos esos años, sino hasta el día de graduación.
Lorraine había roto con su novio. Él vivía de chica en chica, hasta que algo hizo que se fijara en sus ojos de una forma que no pudo comprender y que lo dejó prendado.
—Frank, ¿qué me has quedado viendo? —musitó la chica al verlo ensimismado en su mirada.
—¿Sabes...? —dijo él en un susurro—, no había visto cuán bonita eres...
Lorraine había sentido siempre una atracción especial por él, pero jamás lo había admitido ni siquiera a sus más cercanas amigas. Ella sabía que él andaba de conquista en conquista y no quería ser parte de su colección.
—Frank... gracias... pero yo... la verdad es que yo... ¿por qué me dices eso?
El chico sonrió de forma casi imperceptible
—No lo sé, Lorraine... hoy te veo diferente.
La joven se estremeció ante el contacto de los dedos de Frank en su barbilla, no obstante, supo disimular.
—No quiero ser parte de tus conquistas Frank... No arruines nuestra amistad haciendo esto justo ahora.
Frank retiró su mano lentamente, bajó la mirada y se dio la vuelta; anduvo unos pasos, se detuvo y regresó la mirada hacía la chica que había quedado parada, viéndole ir.
—Bailemos, Lorraine, ven, bailemos.
Extendió su mano; Lorraine se quedó mirándolo, sintiendo como su corazón se disparaba. ¿Por qué sentía ese estado tan intenso de nervios?. Era Frank, su amigo de tantos años que la invitaba a bailar, no podía resultar tan grave, ya habían bailado antes. La joven tomó su mano y ambos se dirigieron en silencio a la pista. La tomó de la cintura como jamás antes lo había hecho y comenzaron a bailar al son palpitante de canciones de ritmo latino, ambos reían. Luego de dos temas más, la música fue cambiando a sensuales bachatas; él la estrechó contra su cuerpo, la chica no se resistió.
El verano comenzó y con él las vacaciones. Ese año tenía algo especial, prometía mucha diversión para los jóvenes y no tan jóvenes del lugar, eran épocas de festivales, ferias y espectáculos al aire libre. Frank con el tiempo, iba ganando el corazón y la confianza de Lorraine. Nunca antes había sentido esa sensación de estar completo con una sola chica, pero con ella lo sentía y ya no necesitaba nada más.
ESTÁS LEYENDO
Sin aliento
RomansMuchas veces podemos perder a nuestros seres amados y sentirnos rotos, tal vez experimentamos la sensación de no poder seguir con nuestras vidas, nos tiramos en una cama con la única idea de abandonarnos; pero no es ahí dónde debe acabar nuestra his...