—¡Pronto... necesitamos dar unos retoques a las flores, tenemos tan solo unos minutos para que la ceremonia de inicio! —la señora Warren iba y venía cuál madrina de cuentos de hadas, la mamá de Nicky se ocupaba de que los moños a los lados de las bancas estuvieran en perfecto orden, la algarabía y la emoción se había apoderado de ambas mujeres que, en lo absoluto intentaban disimularlo.
El jardín había sido arreglado de una forma maravillosa, gazebos con lazos blancos lucían majestuosamente en el lugar, cubriendo del sol las bancas meticulosamente ordenadas para la cómoda ubicación de los invitados que sumaban aproximadamente ciento treinta personas, incluidos los niños.
Ya todos ubicados, dispuestos, esperando la llegada de las novias.
El sonido del teclado eléctrico comenzó, la marcha nupcial conmovió a más de un corazón en el lugar, un orgulloso señor Warren llevaba del brazo a su hija, mientras que el no menos orgulloso señor Marshall, conducía a la otra preciosa novia hacia el altar, los ojos de los hombres brillaban de la emoción que los invadía, ellas reflejaban en sus rostros, la sublime fuerza del amor que las estaba por unir para siempre cuándo se prometieran ante las personas allí presentes.
Detrás de ellos, una bellísima princesa Sara, ya con sus flamantes dos años, vestida tal cual un ángel, llevaba de una correa dorada a Niza, quién portaba una coronita con delicadas flores blancas y una capita de raso del mismo color, la pequeña perrita llevaba entre sus dientes, una canastita en forma de corazón con una almohadilla de seda en donde lucían ambas alianzas, los comensales no pudieron evitar sonreír, algunos entre lágrimas, al ver tan tierno espectáculo.
Casi dos meses de prácticas y desventuras le habían costado a Nicole, enseñarle a su perrita para que lograra cumplir el objetivo de llegar con los anillos de boda sin ningún inconveniente, luego de muchísima paciencia y risas, Niza aprendió a la perfección, y tanto así que hasta lucía un porte como sintiéndose importante al cumplir tan solemne encomienda. Por supuesto que los flashes se posesionaron de las dos pequeñas para inmortalizar tan emotivo y único momento.
Ambos progenitores llegaron al mismo tiempo, entregando con una tierna sonrisa, cada hija a quién desde ese momento, se encargaría de hacerla feliz por siempre.
El pequeño cortejo portador de las alianzas se posicionó en sus lugares con admirable corrección y solemnidad.
Un veterano juez de paz se encargó de oficiar la boda, la bendición luego de este la otorgaría un joven chamán que se regía por la madre naturaleza y los poderes energéticos de esta para brindar prosperidad, salud y dichas necesarias para la pareja de recién casadas.
Ambas tenían una promesa propia para expresar y sellar de esa forma la unión, al tiempo que se colocaban las alianzas matrimoniales.
Lorraine Warren, mi corazón, este corazón prestado por un ángel, que me da la posibilidad de vivir, te elige hoy y siempre, para que seas mi amor, mi compañera, mi confidente y mi amiga, en todos los momentos de la vida, sean malos o buenos, uniendo mi alma a la tuya y a la de Sara, nuestra pequeña niña, que cuándo la vejez nos encuentre, nos encuentre llenas de dicha y de sueños cumplidos. prometo serte fiel todos los días de mi existencia, y aún más. Te amo.
La chica ante tal declaración de amor, no pudo evitar romper en llanto, la emoción al saber que ese ángel donante había sido Frank, la desarmaba. cómo pudo, logró recomponerse, para expresar ella también su promesa de amor, esa promesa que ya dos veces le hacía a ese mismo corazón; pidió disculpas ante la mirada un poco nerviosa de su amada al no comprender ese estallido de llanto, era imposible de imaginar la verdadera razón del sollozo tan repentino de Lory, sin embargo, nadie se alteró demasiado, lo sucedido lo atribuyeron a la emoción.
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Sin aliento
RomanceMuchas veces podemos perder a nuestros seres amados y sentirnos rotos, tal vez experimentamos la sensación de no poder seguir con nuestras vidas, nos tiramos en una cama con la única idea de abandonarnos; pero no es ahí dónde debe acabar nuestra his...