Capítulo 8

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Una hermosa mañana de mayo nació Sara, pequeñita, gordita y con pelito oscuro igual a su mamá.

La orgullosa madrina la sostenía en brazos mientras en su rostro se dibujaba una amplia sonrisa, sus abuelos emocionados apenas si podían contener las lágrimas, Lorraine había tenido un buen embarazo y el parto había sido sin complicaciones, por lo que la flamante mamá se encontraba muy bien.

Al abrazar a su pequeña, no sabía qué, ni cómo sentir, solo podía experimentar en esos momentos lo que era amar a otro ser más que a sí misma, extrañaba a Frank más que nunca, pero sentía que él las observaba desde algún lugar del cielo, podía percibirlo sonriendo, orgulloso por su hija, y esa sensación la llenaba de paz.

—Bien, ya se fueron todos —dijo con una expresión de alivio Nicky— .¿Quieres que acueste a Sara en su cuna?

—Si por favor, para ser recién llegada a este mundo, come muchísimo, creo que el viaje le abrió bastante el apetito —respondió la chica con una sonrisa, observando con orgullo a su bebé plácidamente dormida.

—Venga pues, vamos a tu camita, ya tendremos tiempo de charlar tu y yo, ahora permite que mami descanse, tu madrina cuidará de ambas esta noche. —Guiñó un ojo y besó la manito de la recién nacida —. Eres el ser más hermoso que he visto en mi vida. Descansa, pequeña Sara.

—Gracias Nicky... —Los ojos de Lorraine estaban llorosos —. Eres la mejor amiga, eres una bendición para mí, y ahora lo serás para Sara.

Sin decir palabra, la chica abrazó a su amiga con profundo sentimiento de agradecimiento y cariño, besando su mejilla.

—¡Oye, basta que me vas a hacer llorar! —refunfuñó -- .Ya bastante emociones me has hecho vivir en todo este tiempo... Y mira, ¡mira! ¡Me has hecho madrina, yo debería agradecerte a tí!

Ambas rieron entre lágrimas. El tiempo había fortalecido la amistad de ambas de tal forma que casi no necesitaban hablar para entenderse. La relación de Joshua con Nicky estaba al borde de la ruptura, los sentimientos hacia él habían cambiado, ella necesitaba estar sola y no sabía como hacer para decirle sin herirlo, rechazaba la intimidad con él a pesar de encontrarse muy bien de su cirugía de corazón, él médico la había autorizado para hacer ejercicio especial y moderado, se encontraba espléndida, recordaba cómo en un sueño los momentos en los cuáles no podía caminar sin que le faltara el aliento, respirar era una lucha continua y este corazón le había brindado la posibilidad de sentirse vital como cuando era adolescente, para ella cada día era un obsequio del cielo y del donante, con quién estaba infinitamente agradecida.

La noche cayó sobre la ciudad llenándola de calma. Una sirena de ambulancia se dejó oír en medio de la madrugada, Nicky entreabrió los ojos, seguramente habían traído a alguien a emergencias. Giró su cabeza para poder ver a su amiga que dormía tranquilamente, sus ojos se quedaron viéndola, era tan hermosa, sus pestañas largas ni siquiera necesitaban maquillaje, su mirada descendió hasta sus labios, sin saber porqué razón, una lágrima rodó por su mejilla.

Le parecía tanto tiempo que la conocía y sin embargo eran tan pocos meses, ese sentimiento que no la abandonaba, sino que iba creciendo cada día más, su mente no podía comprender sus sentimientos, jamás se habìa fijado en una mujer, ni siquiera se le había pasado por la cabeza, y ahora, ahora ¿Que podía decir que le ocurría ahora?

—Yo solo sé que te amo.

susurró quedito, vaciando su alma en la sombra de la madrugada, fiel cómplice de su secreto, mientras recostaba la mejilla en la mano de Lorraine.

Sin alientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora