Capítulo 4

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La mañana era cálida.

Lorraine y su madre estaban esperando el último informe del médico para poder irse a casa.

Regresar a su habitación de soltera le daba la sensación de no haberse casado nunca, sentía como si todo hubiese sido un sueño, un hermoso sueño que acabó en pesadilla.

—Buen día señoras, aquí tengo los resultados de los últimos análisis clínicos —informó el dr. Dean mientras mostraba los papeles que llevaba en sus manos —. A veces la vida nos sorprende de formas inesperadas señora Blumer; su recuperación fue lenta. Debo reconocer que para usted no fue fácil continuar, hoy puedo decirle que se encuentra muy bien, no obstante hay algo que usted debe saber.

Ambas mujeres quedaron en silencio, esperando que el doctor continuara hablando. Ese silencio le dió permiso, el hombre las miró a cada una, bajó los ojos hacia los papeles y luego otra vez a ellas.

—Está usted embarazada señora Blumer. Por fortuna las lesiones recibidas no afectaron en absoluto su estado, la felicito.

La sra. Warren cubrió un sollozo con sus manos. Lorraine continuaba viendo al médico como si no comprendiera lo que este le acababa de informar.

—Comprendo que no pueda sentirse completamente feliz

—continuó diciendo Dean—. Tendrá toda la ayuda psicológica que necesite en la clínica. La Dra. Shepherd atiende el martes, si desea le reservo una cita.

—No... no, gracias —se apresuró a decir Lorraine—. Estaré bien... Esta es una noticia que no esperaba, no comprendo cómo pudo pasar, nos estábamos cuidando, es... es... maravilloso, un bebé de Frank.

Llegar a su habitación de soltera le trajo sentimientos encontrados. Cerró la puerta a sus espaldas y recorrió cada peluche, los posters en la pared, la casita de Barbie que guardaba con tanto celo, su cama, todo le traía buenos recuerdos de su niñez y adolescencia. Se descubrió a sí misma en el espejo, sonriendo entre lágrimas. Unos suaves golpes sonaron en la puerta.

—Cariño, Nicky está al teléfono —anunció su madre.

—Dile que devolveré su llamada en unos minutos, gracias mamá.

Su madre le dedicó una tierna sonrisa antes de volver a cerrar la puerta.

La joven continuó sumida en los recuerdos.

—¡Lorraine! ¿vas a tardar mucho más tiempo?

Frank un poco ansioso la esperaba en la sala, iban a bailar bachata, sus profesores habían viajado a Colombia para perfeccionarse y traerían nuevas técnicas que Frank estaba deseando aprender y poner en práctica.

—¡Ya bajo enseguida, cielo! —gritó la entonces novia —. Quiero lucir bella para tí esta noche.

El chico quedó boquiabierto al verla bajar.

—¡Wow! ¡Eres un ángel bajado del cielo! —exclamó—, valió la pena la espera. —tomó su mano e hizo una reverencia al mejor estilo príncipe, la chica rió y lo abrazó, él la tomó de la cintura y dio varias vueltas con ella.

las risas retumbaban aún en sus oídos cuando su madre la sacó de su ensueño.

—Cariño, aquí te traigo algo para comer, ponte cómoda, me encargaré de ordenar tu ropa en el placard.

—Gracias mamá —murmuró Lorraine mientras extendía sus manos hacia ella abrazando y besando a su tan amada madre.

—Llamaré a Nicky ahora —anunció, mientras la sra. salía de la habitación.

—¡Hola Lory! Creí que no te comunicarías, ¿cómo te sientes? —La voz de Nicky sonaba alegre del otro lado de la línea.

—Bien, me siento muy bien, ¿Cómo has estado tú?

—Bien, me preguntaba si te gustaría venir a cenar a casa la semana entrante, Joshua y yo estaríamos encantados, ¿qué dices?— Solo se oía silencio al otro lado —. ¿Hola? Lory, ¿estás ahí?

—Perdón... amm, sí, déjame pensarlo, ¿si? —respondió indecisa —te llamo para confirmarte.

—Ok, bien, espero tu llamada entonces... oye, piénsalo, solo es una cena, no saldrás de fiesta, te hará bien. Además Joshua prepara una ternera exquisita, ¡te va a encantar!

—Te llamo, ¿sí? gracias por la invitación.

La joven cortó, por cortesía no respondió con una rotunda negativa, ni por asomo había pensado ir, por más que quisiera no podía, Frank le hacía mucha falta, su alma estaba quebrada, vacía, solo el niño que llevaba en su vientre la incentivaba a seguir con su vida. Tanto amor había dado fruto, un bebé que no conocería a su papá, pero que ella amaría por los dos.

Los días pasaban lentos para Lorraine, extrañaba muchísimo a Frank, hasta el punto de dormir abrazaba su fotografía.

Acariciaba su vientre con inmensa ternura, le contaba sobre su papá y cuanto este lo amaría, le cantaba canciones de cuna, hasta que ella misma se quedaba dormida. Pasaba noches en vela planificando su nombre.

—Si eres varón te llamarás, Frank, si eres niña, Sophie, como tu abuela... ella se sentirá muy feliz, ¿sabes bebé?

Por su parte los padres de la joven mujer, estaban muy preocupados.

Era muy poco tiempo el que había transcurrido desde el fatal accidente, no obstante temían por su salud, tanto mental como física. Ella no hablaba de salir ni de llamar amigos a la casa, verlos significaba atormentar todavía más su mente con recuerdos que hacían echar de menos aún más a su esposo, si es que esto era posible. No estaba preparada para encontrarse con sus amigos, todos conocían a Frank, no era fácil verlos, todo en su interior rechazaba esa idea, la desgarraba el solo hecho de ver la realidad que sin compasión le mostraba que en el grupo faltaba él, y que ya no regresaría. Se aferraba a la imagen de su bebé, imaginaba sus manitas, sus piecitos, su carita. Ese pequeño ser era el que le daba sentido a su existencia.

Su vientre comenzaba a abultarse, le complacía acariciarlo, la llenaba de amor y de esperanza, sin embargo el encierro en el que estaba, la dañaba de una forma silenciosa y traicionera.

Los sres. Warren ya no sabían qué hacer con su hija. Habían planeado varias salidas con la idea de incentivarla para que fuera con ellos, todos sus intentos fueron rechazados. De pronto el hombre que estaba sentado en la escalinata del porche, se puso de pie en busca de su esposa.

—¡Sophie!, se me acaba de ocurrir una idea, estoy casi seguro que no fallará para que nuestra hija salga de su encierro —exclamó tomando a su esposa de las manos—, ven, vayamos a la sala, estoy seguro que esta vez no podrá resistirse a salir.

La sra. con ojos sorprendidos, siguió a su esposo hacia la sala, el sr.Warren con el rostro iluminado de esperanza se dispuso a contarle acerca de su brillante idea, necesitaban agotar recursos para poder rescatar a su hija de esa angustia que la estaba matando lentamente y sin pausa.

Sin alientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora