Capítulo 10 - Una gatita perdida.

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Capítulo 10 – Una gatita perdida.

Las pesadillas se volvieron a  repetir noches tras noches, ya no sólo su vida apestaba sino que era atormentada en sueños. Cristal no lograba sacarse de la cabeza las palabras de aquel señor. Una y otra vez se preguntaba dónde iba a parar sino tenía ni en que caerse muerta. Como es que una niña de apenas dieciocho años tenía tanta responsabilidad. Si la vida fuera más justa ella no tendría que estar pensando en aquello que se asomaba por la cabeza, no era deseado, pero mucha opción no había.  

Su rendimiento y ganas fueron bajando. El cansancio acumulado le estaba pasando factura y no olvidemos lo de su <<Continua hemorragia>>

Los exámenes trimestrales estaban terminando y aunque le costo iba bien, mientras que en lo del baile fracasaba. Cuando estaba en el Dance se negaba a entablar conversación y se iba muy  apurada. Las dos jóvenes que siempre  estaban con ella notaron su alejamiento. A los cuatros días el hombre regresó y ¡Sorpresa, sorpresa!

–                    ¿Es una broma? – dijo, arrojándole los billetes a la cara –. Esto no es ni la sexta parte de lo que deben – enfurecido el señor movió la cabeza a ambos lados, negándose a creer que eso fuera cierto –. Quiero hablar con tus padres ¡Ya!

–                    Ellos no están. Ya se lo he dicho – un asomo de lágrima turbaba los ojos de Cristal. Aquel señor le hablaba muy mal. Era bastante autoritario y de carácter.

–                    Creo que me mientes chiquilla – el señor se acercó, sosteniéndola del brazo –. Tienes una bonita cara para ser una mentirosa de mierda – despotricó con desprecio, demasiado, demasiado cerca de su rostro.

–                    Yo no...

–                    ¡Calla! En este mugroso barrio uno se entera hasta de la vida de una gatita muerta de hambre como tú.

Los ojos de Cristal se descompusieron. ¿Qué pasaba? ¿Por qué ese hombre le hablaba de esa manera?

–                    Sí, cariño. Conozco a alguien que conoce a un amigo, que conoce a una amiga. En éste barrio sólo hay drogadictos y viejos que no saben dónde caerse muertos. Es una pena que tus padres te hayan abandonado dejándote a cargo a ese niño o ¿No será tuyo? – una carcajada estruendosa de los labios de ese hombre hizo eco en toda la casa –. No – mustió, con las dos manos en la cara de la joven, la miró con lujuria, con deseo –, eres demasiado joven.

–                    Me hace daño, suélteme.

–                    ¿Debería?

–                    Por favor – suplicó, Cristal, al borde de las lágrimas. La mano derecha de aquel viejo verde llegó a su trasero.

–                    Puedo llegar a un buen trato. Digamos que podemos cambiar beneficios – un pellizcó, provocó que Cristal gimiera de dolor.

–                    No... Por favor. Llamare a la policía – gimió, a punto de llorar.

–                    ¿Qué le dirás?

–                    Que usted...

–                    No pequeña. Yo soy un banquero que sólo está haciendo su trabajo. Si dices algo, una sola palabra la utilizare en tú contra. Alegare falsos testimonio y a ti podrían encerrarte en la cárcel – la mirada del banquero se lleno de veneno, mientras sus labios sonreían  –. Tengo contactos ¿A quien crees que van a creer? A una niña que vive gratis, en un cochino piso hipotecado, que trabaja en un burdel o a un respetado bancario que hace su trabajo.

Sólo... ¿Bailas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora