Capitulo 30 - ¿Adios? ¡No! Hasta luego.

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Capítulo 30 – ¿Adiós? ¡No! Hasta luego.

Cinco años, después.

Cristal empujó el carrito de bebe hasta llegar a la cafetería del parque. Se sentó en la silla y dejo que sus dos pequeños <<Ángeles – demonios>> corrieran por todas partes. Alejandro y Ricardo, pura dinamita con tan sólo ocho años y medio, y el pequeño Thiago de seis, el cual nunca se separa de su madre prefiriendo quedarse en sus piernas y que decir de la nueva incorporación, la pequeña  Kristin de nueve meses. La princesita de papá.

–¿Dónde están? – susurró Alex desplomándose en la silla.

–En los columpios. Ahora bien...

–¡Mamá! – chillaron los chicos recargando sus cuerpos donde estaba sentada Cristal.

–¿Qué pasa, pequeños? – les preguntó Cristal con voz tierna.

–¡Tenemos sed! – expresó Alejandro.

–¡Mucha sed! Mamita – le acompañó Ricardo.

Los gemelos son unos angelitos y otras veces pequeños diablillos, imperativo y agotadores. Alejandro el mayor, había heredado el rubio de su padre y ojos de la madre color  miel, al igual que Ricardo, rubio y ojos como su abuela, verdes agua. A diferencia de Santiago, que era pun y pan a su padre, ojos azules profundo y pelo castaño como el de Cristal, el pequeño hablaba muy poco y cuando caminaba se caía, siempre estaba con su madre, la pequeña Kristin que era la viva imagen de su abuela, la señora Francesca.

–Cielo, ve y cómprales una gaseosa.

–¡Gaseosas! – gritaron a unísono –. Queremos gaseosa, gaseosa.

–Papi, la mía de naranja.

–Yo quiero la mía de manzana.

–Sí, sí, vamos – resopló Alex sujetando a sus pequeños y colgándolo en su hombro.

–¡Espera! – le detuvo Cristal –. La princesita necesita un recambio.

–¿En serio?

–Aja.

Con una sonrisa enorme Cristal le señaló a la pequeña princesa de papá. Alex le sacó la lengua y se fue directo a la cafetería. Cristal acariciaba el pelo de Thiago mientras miraba como los gemelos saltaban y volvían loco a su padre. Alex había cambiando mucho con el trascurso de los años. Sé veía más fuerte y gordito, con esa barba que se deja que le hace ver un hombre muy sexy.

–Son tus niños – murmuró alguien tras suya. Ella ni se inmuto en mirarla. La había visto hace tiempo. Siempre en una esquina observándola desde lejos.

–Así es.

–Estas rodeada de hombres.

–Sí.

–Te quieren mucho y te cuidan.

–Yo los amo.

–¿Me puedo sentar? – preguntó, la señora con timidez.

–Eres libre de hacerlo.

Adela se sentó en la silla con ojos lagrimosos al mirar a su pequeña sujetar con tanto amor a ese niño tan guapo. Esa mujer había cambiado mucho a como Cristal la recordaba. Estaba flaca, con el pelo canoso, piel pálida, y unas profundas ojeras en los pómulos, por su vestimenta determinó que trabajaba en algún puesto de comida rápida.

–Son preciosos, tus hijos.

–Sí, sí, que lo son – comentó distraída, mientras Thiago se chupaba los dedos y enrollaba su dedo en el pelo de ella.

Sólo... ¿Bailas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora