Capitulo 14 - Todo por un porvenir.

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Capítulo 14 – Todo por un porvenir. 

Los ojos de Cristal se abrieron con pesadez, su postura no era la más cómoda para estar recostada en el sofá, su cuerpo fue moviéndose, y no puedo evitar un gemido, todo le dolía. A regañadientes, se levantó, sintiendo como el cuerpo le pesaba. Estaba amaneciendo, lo contempló desde la ventana. Pesadamente llego a la habitación, Leo se encontraba acostado con la ropa y zapatos puesto, su postura era atravesada. Fue al armario tomó un camisón y se lo lanzo por encima, sin hacer el menor ruido se  recostó junto a él, envolviéndolo en sus brazos de una forma materna.

–Te quiero... – escucho como el niño susurró pegándose más a ella.

Los ojos de Cristal se cristalizaron en lágrimas, pero ya no iba a llorar, ya no, estaba cansada de desgracias, toda la noche después de que ese hombre se fuera, se la paso llorando, preguntándole a un Dios; <<¿Él por que su suerte?>> Sus pensamientos volaban en que quizás había nacido para ser sumisa, para respectar a lo demás, sin tener la mínima opinión o postura.

Cristal estaba decayendo en que la vida para ella seria así. Lo que su padre no consiguió este señor lo haría de la forma más ruin, egoísta, y despiadada, que se  podía llegar hacer. No contaba con recursos para liberarse de ese hombre, no tenía más familia o ayuda. Qué hacer cuando eres, una chica de apenas dieciocho años, sumergida en un mundo de injustita, un mundo oscuro, un mundo donde manda el poder, un mundo donde tu voz es  un simple  eco...

Y así, trascurrieron sus pensamientos una y otra vez pensaba que hacer. Lo único que tenía claro, era que jamás dejaría que ese desgraciado le pegara o que sé acerque a su hermano, sólo necesitaba desaparecer, ir lejos, en busca de la felicidad, en busca de paz, pero todo en está vida cuesta ¿Quién ha dicho que la vida es gratis? Quién dijo aquella frase tenía que ser un millonario. ¿La comida con que se come? ¿Con amor? ¿La enfermedad con que se cura? ¿Con amor?, No, no, en el mundo de Cristal, sólo había una solución para todo, un pequeño papel color verde, que tan difícil llega a sus manos, y tan fácil se va, aquello era <<Dinero>>

Si buscamos la definición de dinero, bien podemos encontrar: medio de intercambio común y generalmente aceptado por una sociedad, que es usado para el pago de bienes mercancías, servicios, y de cualquier tipo de obligación. Pues bien, lo que Cristal necesita, se utiliza para intercambio de mercancías, y si de ello dependía su tranquilidad, bienestar, y sobre todo paz. ¿Por qué no hacer un intercambio a cambio de tres cosas que necesita? 

Sus pensamientos la llevaron a la conclusión de que todos hacemos sacrificios, ya sean pequeños como grandes, pero siempre buscamos lo mejor. Sólo necesitaba volver al trabajo...  

–Buenos días.

–Buenos días – saludó Leo frotándose los ojos –.  ¿Qué hora es?

Cristal se alzo y miró la ventana.

–Las doce o la una ¿Quieres desayunar o almorzar? – preguntó, con entusiasmos.

–Desayunar... – murmuró incorporándose –. ¿Cómo estás?

–Bien.

–Te escuche gritar ¿No te hizo nada malo? – eso ojitos café se despertaron al recordar los gemidos de dolor de su hermana –. Cris, debemos ir a la policía – aquel tono era de impotencia y dolor. Leonardo contaba con sólo diez años de vida, y a pesar de su cortada edad, a veces hablaba como un adulto, él sentía el dolor de su hermana, lo podía ver en sus ojos, y sufría en silencio por ella.

Cristal siempre le hace creer que no sufre, que es valiente, que a pesar de todo sólo hay que... Sonreír. Pero a pesar de esa sonrisa, él sabía lo que escondía. Todo ese sufrimiento, todo ese dolor, esas desgracias, las decepciones, los pocos recursos y el escaso dinero, el trabajo y el cansancio acumulado se escondía  en una espléndida sonrisa, así es su hermana.

–No sé de qué me hablas – como si nada hubiera pasado, Cristal se puso una sudadera, mientras buscaba sus viejos zapatos, por debajo de la cama –. ¡Vamos! Date prisa si quieres desayunar.

–¿Dónde vamos?

–A comer por ahí, yo que sé.

–¿Y la escuela?

–Crees que son horas para preocuparte por eso ya vas mañana.

Lo que quedaba de la mañana y el resto de la tarde, Cristal la paso en compañía de su hermano, haciéndole sonreír y compartiendo un día sólo de los dos. Acostados en el pasto del parque vecindario, ambos miraban las nubes.

–Mira, esa parece una magdalena de chocolate – decía Leo, señalando con su dedo índice –, esa un algodón dulce.

–Ah, no me digas que tienes hambre – se quejó Cristal.

Leo sonrió.

–No.

–Mira esa parece una paloma.

–No, parece un pedazo de tarta de mermelada.

–¡Conque no tenías hambre! ¿Eh? –  se volteó haciéndole cosquillas –. Sólo piensas en dulce pequeño ¡Glotón! – decía riendo.

Las risas fueron más sonoras, olvidando donde estaban, entre quejas y lágrimas de risa, Leo se incorporó tumbando a Cristal con la intención de hacerles cosquillas, pero el grito que está lanzó lo dejo perplejo.

–¿Qué pasa? – preguntó alarmado, pues ese grito fue de dolor –. ¿Estas bien?

–Nada, nada, es que me dio calambre – ella trató de volver a incorporarse, pero le dolía la espalda.

–Te hizo daño ¿No? – el niño se sentó a su lado, mirando hacia los columpios –. Me pone triste, muy triste – su voz salía lastimada –, quiero ayudarte.

–Nunca deje los estudios... – musitó Cristal mirando hacia el horizonte –. Nunca se pueden dejar.

–Te lo prometo.

Sólo... ¿Bailas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora